22.10.09

Por una ecología de la condición humana

Por una ecología de la condición humana

¿DÓNDE ESTÁ LA POESÍA?

por Rodolfo Alonso


Alberto Luis Ponzo me invita a opinar sobre la “Situación de la poesía en el mundo actual”. Más allá de las bellas intenciones, pensé de inmediato, proponerse reflejar un panorama tan vasto puede llegar a hacernos parecer, al mismo tiempo, irrisorios y utópicos. Desde un punto de vista apenas estadístico, resulta absolutamente imposible. En cuanto a una presumible conceptualización, si queremos que no se convierta en un mero divagar, tendríamos que precisar el significado de algunos términos. Por ejemplo: ¿de qué estamos hablando cuando decimos “poesía”?, ¿a qué se puede aplicar, hoy, con cierta exactitud, el concepto “mundo actual”?
Para no caer --por lo menos en forma desprevenida-- dentro de esas redes casi inexorables, aclaro que intentaré referirme a lo que podríamos definir como poesía escrita, tal como ella se ha venido desarrollando a lo largo de varias centurias en la llamada cultura occidental. Y que el marco dentro del cual pretendo imaginármelo no ha de ser otro sino el contraste, por eludido no menos evidente, entre un sector del planeta ultradesarrollado tecnológicamente, dueño del poder (que hoy incluye la información y la inventiva), y otro espacio mucho más amplio donde conviven --es un decir-- vastos sectores directamente por debajo de los niveles elementales de subsistencia, junto con distintos grados de semi, sub o cuasi desarrollo.
Desde un punto de vista cultural (si es que eso tiene todavía algún sentido), lo que aparenta haberse impuesto sobre el planeta, desde aquel denominado Primer Mundo, no es sólo la sociedad de consumo sino, por vía de los omnipotentes y seductores medios masivos de comunicación, una civilización del espectáculo, una seudocultura light, donde hasta el dolor más íntimo o la tragedia más flagrante terminan por volverse show. En ese contexto, que no es sólo el de la nueva religión del shopping sino también el del auge atronadoramente ensordecedor de los hits del audio y del video, me temo que sin habernos dado cuenta se ha ido produciendo ante nuestros ojos, en las últimas décadas, primero lentamente y luego en forma cada vez más acelerada, una verdadera y profunda mutación cultural: la desaparición del lenguaje como centro de la civilización. Y esa visceral conmoción no se manifiesta tan sólo en los estratos más elevados, donde anida el poder, que ya no es sólo político-económico sino directamente tecno-idolátrico, y donde la publicidad ha sustituido al orador, el videoclip al creador de imágenes, el marketing a la aventura incluso comercial, la ingeniería genética al milagro espontáneo de la vida. Sino que ha alcanzado --aquella grave mutación cultural regresiva de que hablábamos-- a las fuentes del lenguaje humano que, por serlo, es la fuente misma de la hominidad. Y me estoy refiriendo a la devaluación más deletérea: la del lenguaje, que es el umbral mismo de la condición humana.
Hoy, incluso en las grandes ciudades del mundo hiperdesarrollado, cada vez son menos los vocablos con que se maneja una persona. Y, por otro lado, quizás como causa o consecuencia, ya no es por lo general el pueblo, una comunidad con su uso cotidiano la que renueva y da vida (como debería ser, como fue siempre), a un idioma, a una lengua.
Si tal fuera la situación, como creo que lo es, la crisis actual de la poesía --que no es sólo de consumo o difusión sino de esencia y de forma--, no podría entenderse con claridad y hondura sino en función de esta violencia prácticamente universal sobre el lenguaje humano. Nunca, ni aún en los momentos más exquisitos y más alquitarados, pudo haber una gran poesía que no tuviera siempre su raíz, así fuera secretamente, por oscuros meandros y aún sin huellas patentes a la vista, en su contacto con una lengua viva. Es decir con un idioma orgánicamente hablado por un pueblo, orgánicamente empleado para su vida cotidiana por una comunidad. La crisis cada vez más agudizada que hoy va asediando a la poesía en sus aspectos estéticos y socioculturales, no es (a mi modesto entender) por supuesto apenas el problema de un género literario o de un tipo de artista en particular. Eso ya ha ocurrido otras veces, y ha habido momentos de esplendor y otros de repliegue, ha habido especies desaparecidas y también rejuvenecimientos y hasta renacimientos. Pero nunca se había afectado de raíz, en sus mismos orígenes, al lenguaje humano como se lo está afectando en estos tiempos.
Por eso, no es la primera vez que me pregunto: ¿no habrá llegado el momento de plantearse también una ecología del espíritu, de la condición humana? ¿No será precisamente a consecuencia de los mismos defectos de esta civilización llamada occidental, en la práctica apenas tecnolátrica y consumista, que estamos enfocando los daños ecológicos que ella produce solamente en sus aspectos geográficos, económicos, materiales, y no estamos tomando en consideración cuánto le cuesta, qué precio ha tenido todo este maravilloso y a la vez devastador proceso, donde el conflicto no es por supuesto con la mera inventiva científico-técnica sino con su manipulación, en relación con el espíritu del hombre? ¿Qué poesía puede haber, entonces, si se secan las fuentes del lenguaje vivo?

(De La voz sin amo, 2006)

_______________

No hay comentarios: