20.11.12

A Asociación Herbas de Prata comprácese en convidalas/os ao seu derradeiro encontro dos obradoiros Cousas de Mulleres e a la disertación do poeta Rodolfo Alonso n´unha especial lembranza de Rosalía de Castro, o sábado día 24 de novembro dende as 19 hs. na Asociación Galega Residentes de Vigo.

Seguiremos traballando para abrir un espazo para a voz das mulleres, un sitio no que elas sexan escoitadas e teñan a liberdade de falar de todo canto viven, pensan e sinten. E, n´esta oportunidade, uniremos as nosas voces a da Rosalía.

O sábado 24 de novembro, 19hs. en Quintino Bocayuva 522, Bos Aires.

Confirmar presencia ao (5411) 4381-0424 ou por correo a herbasdeprata@gmail.com


Novembro 2012, Bos Aires, Arxentina

FRANCIA ACEPTA SU MÁS NEGRO PASADO

Francia acepta al fin su más negro pasado



Por Rodolfo Alonso



Para LA GACETA – PARÍS





Cada vez que recalo en París, no dejo de cumplir un acto recurrente: visitar, detrás de Notre Dame, al sauce que mi viejo amigo Juan José Saer alude, de paso pero no al azar, en pocas líneas de su agudo El río sin orillas. Es que ese sauce junto al Sena no podía dejar de recordarle su juventud en Santa Fe, la misma en que nos conocimos, junto a Juan L. Ortiz. Y me revive esas presencias queridas.

Pero también otros recuerdos ominosos. Porque ese sauce está junto al Memorial de la Deportación, el monumento que recuerda a los franceses presos por los nazis. Y su severa austeridad no deja tampoco de traerme una herida candente. Nada recuerda allí el ominoso hecho de que judíos franceses (y no sólo franceses), durante el gobierno títere de Vichy, fueron arrancados de su hogar por la policía gala, amontonados en el Vel d´Hiv (Velódromo de Invierno), para ser concentrados luego en Drancy y desde allí enviados finalmente, a sabiendas, hacia las insaciables fauces nazis del infierno de Auschwitz.

Hubiera sido horrible en cualquier parte, pero lo era mucho más, sin duda, en el país de la libertad civil y los derechos humanos. (En casa de Juan L. Ortiz, recuerdo bien, un pequeño marco conservaba el recorte de su poema “A Francia”, escrito durante la segunda guerra mundial y publicado por un diario.) Pero a mi reciente paso por París me aguardaba una enorme noticia: después de 40 años de silencio y 30 de forcejeos, no sólo burocráticos, Francia se había decidido a limpiar su nombre.

Y cuenta ya con el Memorial de esos hechos siniestros, en el único gran campo francés de internación y deportación todavía intacto, el de Les Milles, en Aix-en-Provence. Para que no queden dudas Jean-Marc Ayrault, primer ministro socialista, afirmó: “La historia del campo de Les Milles es una historia francesa”. Dicho campo, donde 10.000 personas fueron internadas entre 1939 y 1942, estuvo siempre bajo la única autoridad del gobierno de Vichy, “que fue deliberadamente cómplice en 1942 de las deportaciones efectuadas por la Alemania nazi.” La mayor parte eran refugiados europeos que huían de las persecuciones en su país de origen. “Todos pensaban que Francia”, recalcó Ayrault, “patria de los derechos del hombre, les ofrecería protección y asilo. Conservamos el recuerdo de cada uno de esos refugiados, cuya confianza fue traicionada.” Entre los internados figuran numerosos artistas e intelectuales: Max Ernst, Hans Bellmer, Lion Feuchtwanger.

La inauguración del Memorial de Les Milles, realizada con gran pompa, se efectuó 70 años después de la partida del último convoy hacia Auschwitz, y aspira a la educación cívica y ciudadana en el respeto del otro. Asistieron los 38 embajadores de los países de las víctimas. En medio de las 7 hectáreas del campo de Les Milles, se conserva la explanada donde eran reunidos los presos, y un vagón ferroviario de 1940, estacionado en un trecho de vía, siniestros recuerdos de los convoyes nazis.

La única sobreviviente de semejante horror: Miriam Altman, de 88 años, residente en EEUU, a la que una artrosis mantiene en su silla de ruedas, no pudo asistir. Pero su historia familiar, que comienza en Polonia, se volvió sintomática. Su padre recorrió todos los campos, entre ellos Saint-Cyprien o Gours (donde Francia internó antes a republicanos españoles), hasta caer en Les Milles y luego, por error, ponerse en manos de los nazis. Su madre murió de tifus en Les Milles. Pero ese mismo tifus salvó a Miriam. Un enfermero francés la sustrajo del vagón que partía, con el pretexto de hospitalizarla. De allí pasó a ser encubierta por un médico francés, que arriesgó su vida y la de su familia por salvarla.

Hay muchas heridas que Francia debe todavía cauterizar: por ejemplo su colonialismo genocida, especialmente en Argelia. Y que nos toca con la probada intervención de asesores franceses, de aquella atroz represión contra una población civil, en la sangrienta dictadura del Proceso.






Rodolfo Alonso – Poeta, traductor, ensayista, su último libro es “Poemas pendientes” (Alción).
 
 
 
 
 
 
Miércoles, 7 de noviembre de 2012

Opinión

Mi Leonardo Favio




Por Rodolfo Alonso *
Ahora que su lamentable desaparición física ha provocado tantos y tantos comentarios (más que merecidos en su caso), quisiera hacer notar algo que ha pasado desapercibido. Cuando lo conocí, él era el actor preferido de Leopoldo Torre Nilsson, de muchas de cuyas principales películas fue protagonista.

Y algo más no ha sido recordado, esta vez probablemente con razón. Uno de sus primeros títulos como director, a cuyo preestreno me hizo el honor de invitarme, no muy bien recibido entonces por la crítica y los dueños de salas, fue en cambio tan conmovedor para mí que me llevó a escribir un texto: “El canto del cine”, que él llegó a ver, y que recién en 1967 se publicó en el diario La Capital, de Rosario. Decía así, y es importante al leerla ubicarse en la época:

“Cuando las luces se encendieron sobre el rastro del satélite que, cruzando melancólico el cielo de la pantalla, pone punto final a uno de los filmes más líricos y auténticos del (ahora sí) nuevo cine argentino, esa sensación de exaltada ansiedad por comunicarse que suele dejarme el descubrimiento de una obra de arte original, se unió a la duda de que el cabizbajo y nervioso director Leonardo Favio, parado a nuestra espalda durante aquella exhibición privada –realizada hace ya casi dos años– de su Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y algunas pocas cosas más, quizás iba a creer que mis expresiones de entusiasmo eran sólo de compromiso. (Por suerte, quizás ahora que va a leerlas escritas, llegue a creerme.)

”Y quiero escribir sobre el Romance..., no sólo por lo injusto del recibimiento con que cierta crítica (pienso en la de La Prensa, específicamente) y ciertos exhibidores –el de su sala de estreno en Buenos Aires– quisieron disminuirlo o silenciarlo. Ni porque aquel movimiento valiente, intuitivo y desordenado que se dio en llamar ‘nuevo cine argentino’, y con cuyos orígenes algo tuve que ver, haya logrado recién ahora (mi homenaje, al pasar, para Alias Gardelito, de Lautaro Murúa), cuando parecía –y quizás esté, por desgracia– definitivamente sepultado, una obra maestra (así, con todas las letras). Sino también, y sobre todo, por lo que este maduro film del talentoso y sensible creador que nos ha resultado este Leonardo Favio, tiene que ver con la poesía.

”No conozco otro en todo el cine argentino –y no muchos en el extranjero– que alcancen un lirismo tan hondo, tan evidente, tan legítimo, tan conmovedor. Visión auténtica del manoseado cuando no olvidado interior del país, sin folklorismos recargados y facilones, con acción, lenguaje y clima, con personajes logrados y tocantes, gozando de un buen guión (el cuento original es de Zuhair Jury, hermano de Favio) y una maravillosa fotografía (consagración de Juan José Stagnaro), donde descuellan el descubrimiento –antes que la TV– del expresivo Federico Luppi, la madurez de María Vaner y una Elsa Daniel desconocida. Todo ello dentro de una brillante y emotiva dirección general. (Lo que no quiere decir nada si no se comprende que, aquí, la de ‘director’ no es una denominación más o menos técnica, sino el sinónimo de creador.) Porque todo, todo el film está embebido de la sensibilidad e inteligencia fluidas de Leonardo Favio. Es realmente, y pese –o gracias, claro– a la excelente calidad de todos sus colaboradores, un verdadero ‘film de autor’.

”Ahora que en Buenos Aires alguna sala se larga a volver a darlo, y que seguramente comienza a llegar a los cines del interior, ese interior que evoca tan dignamente, pensé que debía escribir estas líneas –anticipando el éxito y la resonancia que tarde o temprano, indefectiblemente, tendrá– como un llamado de atención para el espectador atento y como un fraternal y agradecido homenaje a Leonardo Favio y a todo su equipo”.

Así saludaba yo entonces, en 1967, cuando su extraordinario Romance del Aniceto y la Francisca... aún no había sido debidamente valorado, a Leonardo Favio. No veo por qué, ni tampoco siento, que deba despedirlo ahora con otras palabras.


* Poeta, traductor, ensayista.