tag:blogger.com,1999:blog-1434849317449646112024-02-18T23:18:18.081-08:00Rodolfo AlonsoRodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.comBlogger370125tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-87661867122729384212021-01-30T16:34:00.003-08:002021-01-30T16:42:49.094-08:00Murió el poeta y traductor Rodolfo Alonso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgh4L6Akek0LFz8GCaaXzJWsE6OUuaSSZmYSzDqda0DWtHMQc0XCY0qO87AQ11SBcMc6DAekko0m-Frx2DyuNhc6LEmLd-jWPw3yHtVFlazXlUowHnG-2AtHIxhl7Wvs2_W-OJR1Roau8/s393/ln.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="128" data-original-width="393" height="130" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgh4L6Akek0LFz8GCaaXzJWsE6OUuaSSZmYSzDqda0DWtHMQc0XCY0qO87AQ11SBcMc6DAekko0m-Frx2DyuNhc6LEmLd-jWPw3yHtVFlazXlUowHnG-2AtHIxhl7Wvs2_W-OJR1Roau8/w400-h130/ln.jpg" width="400" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><p>LA NACION</p><p>Murió el poeta y traductor Rodolfo Alonso</p><p>20 de Enero de 2021</p><p>19:47</p><p>Daniel Gigena</p><p><br /></p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkTaaVbspSKtQENAl0uLrkFh92NCEN-afpfF6DfLBUR-37ShnbCuND4tZPmSGmu1ejr-DQ-XRwpwVD-8MBUkdnDt_4K71tH3uE2V_8cXezE537fe1kjYkEj1yAD1qI8g7dN7HR1HvbXIU/s1119/la1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="746" data-original-width="1119" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkTaaVbspSKtQENAl0uLrkFh92NCEN-afpfF6DfLBUR-37ShnbCuND4tZPmSGmu1ejr-DQ-XRwpwVD-8MBUkdnDt_4K71tH3uE2V_8cXezE537fe1kjYkEj1yAD1qI8g7dN7HR1HvbXIU/w640-h426/la1.jpg" width="640" /></a></div><br /><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p>Alos 86 años, y a causa de un accidente cerebro-vascular, murió este martes en Olivos el poeta, ensayista y traductor Rodolfo Alonso, figura destacada de la generación de 1950. Había nacido en Buenos Aires, en octubre de 1934. Entre las vanguardias de la época, como el surrealismo y el invencionismo, la escritura de Alonso perfiló una poética lúcida y concisa, que intentaba, como advierte el título de uno de sus libros, “hablar claro”. A los diecisiete años había comenzado a colaborar en la revista Poesía Buenos Aires, del grupo homónimo y en la que participaron Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley, Nicolás Espiro, Francisco Urondo, Hugo Gola, Leónidas Lamborghini y Mario Trejo, entre otros “próceres” de la poesía argentina. “Había que haber vivido en Buenos Aires a comienzos de la década de los cincuenta para visualizar cómo, sin habérselo propuesto, desde una publicación absolutamente independiente y dedicada en forma exclusiva a la poesía, que solo tiraba quinientos ejemplares, de carácter prácticamente artesanal, y que cumplió al pie de la letra su propósito de ‘no devenir institución’, se cambiaron los modos de escribir y de vivir la poesía en la Argentina”, consignó el mismo Alonso en un texto incluido en la edición facsimilar de la revista publicada por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM) en 2014, y que se puede leer online.</p><p><br /></p><p>Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, comenzó a traducir a los grandes poetas de los siglos XIX y XX, entre ellos, sus amados italianos Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Cesare Pavese, Umberto Saba, Eugenio Montale y Dino Campana, los portugueses Fernando Pessoa, Rosalía de Castro y Sophia de Mello Breyner Andresen; los brasileños Manuel Bandeira y Carlos Drummond de Andrade, y los franceses Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Antonin Artaud, René Char y Paul Valéry, entre muchos otros. Al mismo tiempo, escribía poesía, prólogos y ensayos; muchos de estos últimos fueron agrupados por la editorial Alción en 2006, en La voz sin amo, con prólogo de Héctor Tizón. El sello español El Gallo de Oro, en 2019, publicó otros ensayos de Alonso con el título de Defensa de la poesía. Si algo puede decirse de él es que fue un defensor de la poesía a ultranza, aun en momentos en que el género pasó a un segundo y un tercer plano. “La poesía lograda, entonces, el lenguaje realmente vivo, es más bien como un contagio, como la transmisión de un virus, cuando no como una experiencia que puede rozar la mística, o el zen, o la justa rebelión, el amor justo”, declaró en una entrevista. Colaboraba en el diario Página/12.</p><p><br /></p><p>“Desde Salud o nada, que apareció en 1954, la vida y la obra de Rodolfo Alonso vienen dedicándose con exclusiva pasión al trabajo poético, en su triple vertiente de creación, de traducción y de reflexión sobre el arte singular de la poesía”, observó Juan José Saer. Salud o nada fue el primer libro publicado por Alonso, al que siguieron Buenos vientos, El músico en la máquina (con dibujos de Libero Baadi), El jardín de aclimatación (con dibujos de Clorindo Testa), Relaciones, República de viento y Entre dientes. Estos son solo algunos de los tantos que dio a conocer a lo largo de su vida. “Rodolfo Alonso, poeta verdadero, nombra lo que no tiene nombre todavía -se lee en el prólogo de Juan Gelman para la antología Poesía junta-. Su poesía crece a la intemperie de lo que va a venir [...]. Ve la palabra ajena y la alberga, la transforma, la calcina para devolverla limpia al otro”.</p><p><br /></p><p>Hoy, el poeta Carlos Battilana despidió a Alonso, al que definió como “un tipo muy noble y sereno que amó la poesía”. “Con Rodolfo Alonso se va el último poeta de otra era -escribió en su muro de Facebook-. [...] Poeta, traductor, editor, luchó contra las formas represivas en la cultura y el fascismo político y cultural. La poesía lo atravesó”. Se publicaron antologías con sus poemas en países como México, Venezuela, Francia, Cuba, España, Brasil y Chile.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEdC4CorWyCvKHktmm3uqBfnVCT6CKdOHMgiWx2BAoA3_fArYBNN2xmMVmkxoAdHXqYLY_Y5nzIlnCnHmkjBLxMlo4l-6T9Gnfdrun6iFPS7qxK5zYbRJg-5LnbCP2TIonQOFsCOjm3aQ/s970/dodolfo2222.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="515" data-original-width="970" height="340" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEdC4CorWyCvKHktmm3uqBfnVCT6CKdOHMgiWx2BAoA3_fArYBNN2xmMVmkxoAdHXqYLY_Y5nzIlnCnHmkjBLxMlo4l-6T9Gnfdrun6iFPS7qxK5zYbRJg-5LnbCP2TIonQOFsCOjm3aQ/w640-h340/dodolfo2222.jpg" width="640" /></a></div><br /><p><br /></p><p>Se destacó también como gestor cultural. En 1958, mientras estaba al frente del Departamento de Cultura de la Universidad de Buenos Aires, fundó con el compositor Francisco Kröpfl el Estudio de Fonología Musical de la UBA, primer laboratorio de música electrónica en América Latina. Fue director de Cultura en la provincia de Buenos Aires (1984), y entre 1986 y 1989, director del Fondo Nacional de las Artes. Por diez años, hasta inicios de 2010, fue director artístico del Centro Cultural Paseo Quinta de Trabucco, en Florida. Dirigió las revistas Claudia, Karina y Galicia. Alonso era hijo de inmigrantes gallegos.</p><p><br /></p><p>Escribió decenas de prólogos, fue editor y dirigió colecciones de poesía. La última experiencia como director fue en la editorial cordobesa Eduvim, donde llevó adelante la colección La Gran Poesía. En Eduvim, además, se publicaron tres volúmenes con su obra poética: El uso de la palabra. Poesía reunida 1956-1983; Lengua viva. Poesía reunida 1958-1993, y Ser sed. Poesía reunida 1993-2018. En 2019, la Universidad Nacional de Villa María lo nombró profesor honorario.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwjU4U1x3CQoAyMss93xFbwbp_ntZXQoZPjHySucdENfbGi4Dmd8SJBfusLXwyA9wIejGEfWcfjhyphenhyphentSMtOdER188qMun_n294yMqcg2hhaab7EfM2uv861rmf03A0rtS8m70IxmaIfRRA/s602/foto.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="602" data-original-width="400" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwjU4U1x3CQoAyMss93xFbwbp_ntZXQoZPjHySucdENfbGi4Dmd8SJBfusLXwyA9wIejGEfWcfjhyphenhyphentSMtOdER188qMun_n294yMqcg2hhaab7EfM2uv861rmf03A0rtS8m70IxmaIfRRA/w426-h640/foto.jpg" width="426" /></a></div><br /><p><br /></p><p>Muchos de sus libros fueron ilustrados por grandes artistas argentinos, como Alfredo Hlito, Juan Grela, Rómulo Macció, Rogelio Polesello, Guillermo Roux y Josefina Robirosa. Entre otras distinciones, obtuvo en 1997 el Premio Nacional de Poesía, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, en 2004; Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras, en 2005; el Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires, también en 2005; el Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín, en 2006, y el Premio “Rosa de Cobre” de la BNMM, en 2014. La Universidad de Princeton se ha hecho cargo de su archivo (epistolar y fotográfico), que se halla en proceso de catalogación.</p><p><br /></p><p>Un poema de Rodolfo Alonso</p><p>Buenos vientos</p><p><br /></p><p>El amor nuestro fue una belleza incandescente, paseada con</p><p><br /></p><p>dignidad entre sobresaltos y disculpas.</p><p><br /></p><p>Lo nuestro creció de golpe, auspiciado por la buena voluntad de</p><p><br /></p><p>algunos vientos que no supieron sino alterar nuestros caminos,</p><p><br /></p><p>unificar nuestras distancias, darnos una mano.</p><p><br /></p><p>Fueron los únicos culpables de esta feroz batalla por la aventura, </p><p>recientemente concluida.</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-20467450257643188912021-01-18T13:11:00.001-08:002021-01-21T13:20:42.292-08:00 Tomar una foto<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP5vqwHMsB0QGSjRlysVib5_6hdcBjigUmsBErltinAlP_UwYVe-zAWARx5LMPFc57m6m7Q2wMUjMJFnK9t7JpCHuh8Rjz9yRi9XyaJYXJac7HtXKxFbCeJDYuM_OJ5_MSO2eQFpWU24o/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhP5vqwHMsB0QGSjRlysVib5_6hdcBjigUmsBErltinAlP_UwYVe-zAWARx5LMPFc57m6m7Q2wMUjMJFnK9t7JpCHuh8Rjz9yRi9XyaJYXJac7HtXKxFbCeJDYuM_OJ5_MSO2eQFpWU24o/s320/ferv.png" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /><span style="font-size: large;">Tomar una foto</span></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p> </p><div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi12hVOoivGnmtsReeJMprbtjTO0Ijpv9DsDs5cmMGECsBPot5Drx6m0WTiHnoWepijQdZAoNVEvIYIZDAVIYSuJk_7osSZGx_2IJw4MTBXF4XZEzhYFGUUE7ec1aOPyvSMdZ1BPv1VJtk/s2048/b.jpg" imageanchor="1"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1620" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi12hVOoivGnmtsReeJMprbtjTO0Ijpv9DsDs5cmMGECsBPot5Drx6m0WTiHnoWepijQdZAoNVEvIYIZDAVIYSuJk_7osSZGx_2IJw4MTBXF4XZEzhYFGUUE7ec1aOPyvSMdZ1BPv1VJtk/w315-h400/b.jpg" width="315" /></a></div><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"> Charles Baudelaire</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p><span style="font-family: arial;">¿Por qué, incluso entre muchas otras, a veces con el mismo origen, sólo alguna fotografía en especial nos resulta absolutamente renovadora, relevante? ¿Por qué, entre muchas otras, tomadas por el mismo fotógrafo y, a veces, en la misma ocasión, sólo una se vuelve, para nosotros, totalmente conmovedora? ¿Por qué sólo una entre mil fotografías se (nos) vuelve arte?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero, ¿de qué arte se trata? ¿Qué parte es producto del ojo, de la mente, del espíritu de quien toma la foto? ¿Qué parte es fruto de las cualidades de la máquina? ¿Qué parte es, acaso, fruto del azar o la casualidad? A diferencia de la pintura, aquí, el modelo no es pasivo ¿Qué parte de una foto lograda no emana del modelo o de su circunstancia? Allí, es donde el concepto de revelar, de revelado, sólo en apariencia puramente técnico, me revela (y valga la redundancia) su más profundo y verdadero sentido: la foto como arte es capaz, en sus más altos logros, de producir una auténtica revelación.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Porque, algo más que imagen se pone de manifiesto, se evidencia en una foto lograda, en una foto que sí podemos llamar de arte. Es verdad que la pintura auténtica supo hacerlo, en su propio lenguaje, pero, el arte de la foto tuvo y, quizá tiene aún, el suyo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Claro que, aquí, vuelve a presentarse lo que intuyo el misterio y, a la vez, lo concreto de la fotografía. La verdadera foto nunca se agota en la reproducción, más o menos exacta, más o menos verosímil, de la realidad. Más allá de prejuicio alguno, esa es su menor tarea, su tarea menor. Pero, la gran fotografía, las fotos únicas, nos descubren, cuando lo logran, cuando se logran, algo siempre más profundo, más hondo de lo que representan. Nos hacen ver, en realidad, algo de esa realidad que no habíamos percibido: revelan, la revelan. Nos la revelan, sí, más de fondo, pero, no apenas en lo superficial, en lo aparente, sino, en lo que esa realidad, tal vez, quiere mostrarnos al mostrarse. Y se vela, en cambio, cuando no lo quiere.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tengo la convicción de que, en estas artes de la técnica, las concreciones más reveladoras, las obras más logradas se dieron (iba a decir se produjeron, pero, me arrepiento por la connotación actual) en los momentos más primitivos, iniciales de esas técnicas. Como bien afirmaba Bernhard von Brentano, “un fotógrafo de 1850 se encontraba por vez primera, y durante largo tiempo por última vez, a la altura de su instrumento”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y, asimismo, Walter Benjamin, pero, por supuesto, desde otra perspectiva y otra época, advierte que “los estudios más recientes se ciñen al hecho sorprendente de que el esplendor de la fotografía (…) coincida con su primer decenio. Y este decenio es precisamente el que precedió a su industrialización”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgq6dKeAbBMaL1QY0bAWtgLdjscfx-jGRxHgvqPiMhgiQTCglRX5Ez40eGsIhBK7ipAxjiEcaUXxrsZ2-liEhgsQM7dUA9q2B9T_Ib3FHS92k4-Gvlug0kHwn8_oWvkMFe7mroOlXx8fqo/s600/b1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="462" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgq6dKeAbBMaL1QY0bAWtgLdjscfx-jGRxHgvqPiMhgiQTCglRX5Ez40eGsIhBK7ipAxjiEcaUXxrsZ2-liEhgsQM7dUA9q2B9T_Ib3FHS92k4-Gvlug0kHwn8_oWvkMFe7mroOlXx8fqo/w246-h320/b1.jpg" width="246" /></a></div> Jean Arthur Rimbaud<br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Pero, ¿por qué han elegido rostros, retratos los mejores de esos grandes artistas franceses de mediados del siglo XIX, pioneros legítimos de la fotografía como arte? Se puede sospechar que, todavía, perduraba en ellos, especialmente, en los más sensibles, el influjo que la pintura, de la cual el retrato, siempre, ha sido un dominio, debe haber tenido en su visión estética. Benjamin, convencido de que el arte humano tuvo un origen de culto, cuando no de magia (¿para qué habría pintado un hombre primitivo su bisonte en la pared más escondida y menos accesible de una caverna, sino, para propiciar su caza por medio de la magia simpatética, que representa lo que desea provocar?), sabía, también, que, a lo largo de su historia, el hombre fue modificando su recepción y aprehensión del arte a medida que se producían grandes cambios en su contexto. Del gran arte de tema religioso, que empezó siendo visto, siempre, con ojo de creyente, se pasó, en su momento, a la contemplación de la obra como arte, lo que dio comienzo a un largo período de florecimiento.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hasta que las artes mecánicas, comenzando por la reproducción industrial y la fotografía, produjeron cambios muy profundos en la percepción, no ya de los espectadores más o menos especializados, sino, en lo que estaba empezando a denominarse público. En esa línea, el valor de exhibición comienza a erradicar el valor de culto. “Pero este no cede sin resistencia”, dice Benjamin, “Ocupa una última frontera que es el rostro humano. En modo alguno es casual que en los albores de la fotografía el retrato ocupe un lugar central” ¿Por qué? Y, sostiene: “El valor de culto de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos”. Y, es más: “En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Walter Benjamin concluye que, cuando el rostro desaparece de la fotografía, el valor de exhibición se enfrenta, victoriosamente, con el valor de culto. Es como si, allí, hubiera relumbrado, frente a ese público, que ya no lo percibirá cuando a los periódicos se les imponga la foto y, especialmente, cuando empiecen a llevar textos al pie, el último resplandor de lo sagrado: un rostro humano.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“Sería prodigioso que un crítico se convirtiera en poeta y es imposible que un poeta no contenga un crítico”. Quien lo afirma es Charles Baudelare, el padre de la poesía moderna. Y va a lanzar su anatema más demoledor sobre la fotografía, recién nacida: “Si se permite a la fotografía suplir al arte en algunas de sus funciones, bien pronto lo habrá suplantado o corrompido por completo, gracias a la alianza natural que encontrará en la necesidad de la muchedumbre.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y, al mismo tiempo, sin duda, contradiciéndose, el mismo Baudelaire aceptará muchas larguísimas horas de pose para Nadar, a quien se deben no pocas de sus mejores fotografías. Y, aunque no le concediera tantas sesiones, al menos conocido Étienne Carjat, a quien se debe, para mí, la mas reveladora foto de Baudelaire y, por si fuera poco, la más tocante y expresiva, nada menos, que de Rimbaud.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y, para siempre, nos quedaremos sin respuesta, que no sea la misma foto, para saber si el gran poeta había llegado a intuir que la fotografía, siempre, seguirá teniendo dos opciones: el arte o el mercado, la industria o la belleza. Y, tampoco, sabremos si lo conmovieron, qué le dijeron algunas de esas fotos que hablan tanto de él. Y, en el primer lenguaje de la técnica, él mismo en pañales, a mediados del siglo XIX.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista. Publicó Charles Baudelaire, Mi bella tenebrosa. Antología esencial (edición bilingüe, con traducción y prólogo de Rodolfo Alonso), EDUVIM, </span>Córdoba, 2012.</p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-89109924279305027312021-01-17T12:49:00.038-08:002021-01-21T13:22:03.876-08:00Vida, pasión y trance del lunfardo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpiGmjGsFsttsCJmk0winvua7Na3PQELMOep8sVw07voCih0YHI08M3ui6ubpTcZ87vNyZTRWO-HlB_pM3VfokLTNR_5apm9KtMUZ8bybQ4LmY_hhLm1JWubDr56DYsxdK3GKHPAWf1bA/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpiGmjGsFsttsCJmk0winvua7Na3PQELMOep8sVw07voCih0YHI08M3ui6ubpTcZ87vNyZTRWO-HlB_pM3VfokLTNR_5apm9KtMUZ8bybQ4LmY_hhLm1JWubDr56DYsxdK3GKHPAWf1bA/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><h1 class="post-title entry-title" style="background-color: white; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #2c2f34; font-family: "Merriweather Sans"; font-size: 41px; line-height: 1.3; list-style: none; margin: 0px 0px 15px; outline: none; padding: 0px; text-align: justify;"><br /></h1><h1 class="post-title entry-title" style="background-color: white; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #2c2f34; font-family: "Merriweather Sans"; font-size: 41px; line-height: 1.3; list-style: none; margin: 0px 0px 15px; outline: none; padding: 0px; text-align: justify;"><br /></h1><h1 class="post-title entry-title" style="background-color: white; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #2c2f34; font-family: "Merriweather Sans"; font-size: 41px; line-height: 1.3; list-style: none; margin: 0px 0px 15px; outline: none; padding: 0px; text-align: justify;">Vida, pasión y trance del lunfardo</h1><div class="post-meta" style="background-color: white; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #333333; font-family: -apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif; font-size: 12px; line-height: 24px; list-style: none; margin: 5px 0px 0px; outline: none; overflow: inherit; padding: 0px; text-align: justify;"><span class="meta-author meta-item" style="border: 0px; box-sizing: border-box; display: inline-block; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px;"><a class="author-name" href="https://fervor.com.ar/author/ralonso/" style="background-color: transparent; border: 0px; box-sizing: border-box; color: #333333; font-weight: 600; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px; text-decoration-line: none; transition: all 0.15s ease 0s;" title="Rodolfo Alonso">Rodolfo Alonso</a></span> </div><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFHA0jmwz17yEdijWtrdjYnwkZQmZNM28sLu3-3zLif3yZFzLqisQARnrylpo3YCtRY-hZYiOtSnIZi2U2aw4A3LWshaZt6pK3a1Zhy1Et_SlBHD8CpgIDtgm1QP4csuQcN4N8pvsv_7s/s512/a.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="310" data-original-width="512" height="243" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFHA0jmwz17yEdijWtrdjYnwkZQmZNM28sLu3-3zLif3yZFzLqisQARnrylpo3YCtRY-hZYiOtSnIZi2U2aw4A3LWshaZt6pK3a1Zhy1Et_SlBHD8CpgIDtgm1QP4csuQcN4N8pvsv_7s/w400-h243/a.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.6); color: white; font-size: 11.7px;"> Celedonio Flores</span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"> ¿Sólo a la primacía temporal de un creador sobre otros se refería Dante cuando aludió, harto lúcidamente, a la poesía como “la gloria de la lengua”? Ambigua como todo mensaje humano y, muy especialmente, en estas lides, esa bella aseveración se presta, sin duda, a distintas y hasta diversas interpretaciones. Pensemos, si no, en aquella vieja admonición de algunas Academias acerca de que su tarea “limpia, fija y da esplendor” a la lengua que dicen custodiar, en busca de una inmaculada pureza, casi, inconcebible y pensemos, también, en aquellas nuevas y fecundas teorías, no sólo de la lingüística, que entienden, hoy, como evidentemente mestiza a toda lengua, incluso, por su carácter ineludiblemente orgánico, de cosa viva, en permanente digestión y mutación.</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSUupNsB2MCkjCeewfo1sJq7xmM57X5xCU1A15b6VdGAW67zjLMwp0ycW6fDGJOz4P6Wx5LV_kBOcJ13uaMn1Oe717N5AeK8nXprBbmkwylTTwUJK9kz9qfqNyvxCkpJce_RDIYIFiZeQ/s252/a1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="252" data-original-width="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSUupNsB2MCkjCeewfo1sJq7xmM57X5xCU1A15b6VdGAW67zjLMwp0ycW6fDGJOz4P6Wx5LV_kBOcJ13uaMn1Oe717N5AeK8nXprBbmkwylTTwUJK9kz9qfqNyvxCkpJce_RDIYIFiZeQ/s0/a1.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic;"> Carlos de la Púa.</span></div><div style="text-align: justify;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic;"><br /></span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Si me tocara opinar sobre el asunto, aquí apenas rozado, me animaría a pretender que una verdadera bifurcación se inserta entre los conceptos -por no llamarlos hechos- de lengua viva y lengua muerta. No es lo mismo, por supuesto, la, a veces, acabada perfección de una lengua congelada por la muerte, no hablada por nadie, que la inevitable transitoriedad y cambio de una lengua trabajada por el uso, es decir, por la vida.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-e0Kre3zczIFYSpRuTjhVZGWccsuj2aWAsnI0DxbX8_UsQES0IwetVhUK5t-ZWufQvzIxbW7aCEpkLCNOtr_CXEuu4_DT_U1aKNwtgxcNnqf7X6heqP5NFMAJrEidqFCrdVM1sUpe2Kw/s257/a2.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="257" data-original-width="196" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-e0Kre3zczIFYSpRuTjhVZGWccsuj2aWAsnI0DxbX8_UsQES0IwetVhUK5t-ZWufQvzIxbW7aCEpkLCNOtr_CXEuu4_DT_U1aKNwtgxcNnqf7X6heqP5NFMAJrEidqFCrdVM1sUpe2Kw/s0/a2.jpg" /></a></div><p></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p style="text-align: left;"><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic; text-align: center;"> Daniel Giribaldi.</span></p></blockquote><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Los compadritos de Borges nunca hablaron lunfardo. Por eso, quizás o a pesar de eso, se volvieron universalmente prototípicos, convertidos en “la secta del cuchillo y del coraje”, pero, piadosamente mudos, lo que no es sino otra forma de ocultar su origen. El lunfardo argentino -en realidad porteño-, como tantos otros, y así lo hace notar, también, Eduardo Romano en su Breviario de poesía lunfarda, publicado en 1991, nació como dialecto digamos especializado de la gente del hampa de Buenos Aires o sus alrededores, que pretendía mantener sus diálogos (muchas veces, sostenidos en la cárcel) apartados del ubicuo y atento oído de la policía. Esa prosapia lo convierte -para los argentinos- en nuestra picaresca y, no es casual, que ella adopte en nuestro medio tintes, a mi modesto entender, directamente sombríos, cuando no siniestros, en contraposición con el estallido de vitalidad y de luz que, a veces, nos pareciera entrever en otras culturas con respecto a un dominio semejante. No es lo mismo la lucha por la vida, a veces, feroz, a veces, despiadada, que caer directamente en la llamada mala vida, aunque, los límites no suelen ser demasiado precisos -especialmente, cuando están taloneados por el hambre.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">De algún modo, el material que presenta esa lograda antología nos permite volver a percibir algunos hitos trascendentes de ese proceso, que no es sólo lingüístico o letrado, como vimos. A diferencia de la literatura gauchesca, que compitió con la lunfarda por nuestra representación nacional y que no fue directamente fruto de nuestros paisanos, sino, de gente letrada, el origen de la poesía en lunfardo se encuentra en textos directamente redactados por sus protagonistas. Curiosamente, como ocurrió con el tango, otra expresión afín, también, en busca de nuestra representatividad y, tantas veces, directamente empapado de lunfardo, hay momentos en que su expresión poética convive con la gauchesca, a veces, en la misma persona, como es el caso de famosos payadores habitualmente camperos que, para cantar en la ciudad, cambiaban de lenguaje, aunque no de instrumento.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Por si no ha quedado claro, quiero explicitar que no tengo pruritos de pureza tampoco en estas lides. Toda lengua es legítima, inclusive, por su uso. Y toda lengua tiene derecho a aspirar a conseguir aquella gloria que Dante supo prever y concretar para el “vulgar ilustre”, la lengua cotidiana llevada a su esplendor. Para nuestro lunfardo, eso comienza a concretarse con algunos creadores y, de manera nada insólita, también, con algunos textos. Me refiero al indeleble Batiendo el justo, de Felipe Fernández (Yacaré) o, dentro de ese libro consular que fue La crencha engrasada, escrito por Carlos de la Púa -otro de los seudónimos del Malevo Muñoz, un escribano de La Plata-, a un texto tan imborrable e inefable como Hermano chorro. Me refiero, también, al genio vivísimo de Celedonio Flores y, ya directamente en nuestro tango, al talento y a la sensibilidad creadora de nuestros dos Homeros, Manzi y Expósito, del indeleble Enrique Santos Discépolo y tantos otros. En el camino, los lejanos orígenes delictivos (como suele ocurrir) trastruecan su sentido y, así, Alcides Gandolfi Herrero y, luego, Álvaro Yunque modifican el primitivo enfoque carcelario para hacerle tomar la perspectiva de los humildes, sí, pero, trabajadores e, inclusive, combativos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Por allí, leyendo, como era inevitable, uno se redescubre tarareando tangos que ya forman parte vital del inconsciente colectivo de los argentinos o de nuestra propia experiencia personal y, en los cuales, el lunfardo se sublima en el mejor sentido, volviéndose, a la vez, sentimiento y estilo, pasión y reflexión. Pero, algo pasó en la Argentina, como comunidad, allá entre las décadas del cuarenta y del cincuenta. Algo se quebró, algo se perdió y sería muy largo el intento de husmear las razones. Digamos que el tango -y con él lo lunfardo- desaparece, prácticamente, de la memoria y de la escena nacional, tocándole, a partir de entonces, a quien pretendía representarlo todo, admitirse, también, como típica expresión de minorías.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">La negación o la nostalgia, en el fondo dos caras de lo mismo, suelen ser los mecanismos empleados para elaborar la consiguiente frustración. En arte, sin embargo, esos momentos suelen ser, igualmente, productivos, aunque, de tipo distinto, con otra intensidad. Así, hemos visto, posteriormente, cierto florecer de nuevos cultores del lunfardo entre los argentinos, algunos de ellos poetas ya formados, como el inefable Daniel Giribaldi, autor de los milagrosos Sonetos mugres, o, también, Nydia Cuniberti, cuidadosa artesana, que representan momentos de relativo brillo para la vieja brasa, todavía avivada hoy por ciertas brisas. Con ellos, cerró Eduardo Romano aquella antología, en la que incluye, a modo de colofón, también, la producción de una cuasi institucionalizada Academia Porteña del Lunfardo, que hubiera resultado, sin duda, llamativa para los primitivos creadores originales. Y que nos devuelve, quiérase o no, a la cuestión inicial, ¿podrán -pudieron- las Academias, sean ellas cuales fueran, mantener viva a alguna lengua que murió?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, ensayista y traductor</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-45732361225017964772020-12-07T17:45:00.001-08:002020-12-07T17:45:15.018-08:00RENÉ CHAR SURREALISMO PAUL ÊLUARD RIMBAUD<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHU9cauqkUqgvSKCzO2q1hwYjX0T8shpQr97rEpP5T23mronePxq_AnbMXyRk20PEghc_qST065WVKI6satGAiEQjg2Yb1vM6xeJQWYoAcsyLZQth1DWl9T3Hqi1VJPvcAf24ID2K7Qjw/s300/descarga+%25283%2529.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="168" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHU9cauqkUqgvSKCzO2q1hwYjX0T8shpQr97rEpP5T23mronePxq_AnbMXyRk20PEghc_qST065WVKI6satGAiEQjg2Yb1vM6xeJQWYoAcsyLZQth1DWl9T3Hqi1VJPvcAf24ID2K7Qjw/s0/descarga+%25283%2529.jpg" /></a></div><p></p><p><span style="font-family: arial;">CONTRATAPA</span></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">02 de diciembre de 2020</span></p><p><span style="font-family: arial;">René Char, del Surrealismo a la Resistencia</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonswo*</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La rica personalidad de René Char (1907-1988) se perfila nítidamente sobre su época y resulta, a la vez un devoto del Oscuro de Éfeso, Heráclito, faro mayor de los presocráticos, o del resplandeciente humanismo que a la luz de una vela supo revelar siglos atrás el pintor Georges de la Tour. Hombre capaz de decir no, de plantarse ante las injurias de la prepotencia o de la infamia, es también el dulce intérprete de las mil y una radiantes bellezas naturales, en medio de las cuales nació y que lo nutrieron desde niño.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero su destino se cumple con celeridad. En agosto de 1929, “Arsenal” aparece en Nimes con sólo 25 ejemplares. autr, enviado a Paul Éluard, determina el viaje de éste a L´Isle-sur-Sorgue, en plena Provenza. Y Char viaja a París, donde se encuentra con André Breton, Louis Aragon, René Crevel y sus amigos surrealistas. A fin de año adhiere al movimiento y colabora en el nº 12 de su revista “La Revolución surrealista”, como uno de sus miembros más jóvenes.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Sigue leyendo a los presocráticos, luego a Rimbaud y a los grandes alquimistas. Participa con los surrealistas que encabezan Breton y Éluard en el saqueo del bar “Maldoror” (en defensa de su venerado Lautréamont), donde es acuchillado. Junto a Breton, Aragon y Éluard prepara la nueva revista ”El Surrealismo al servicio de la Revolución”, donde colaborará asiduamente.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Las Ediciones surrealistas publican 4 de sus primeros títulos. En 1930 “Retardarr Trabajos”, legendario libro escrito en trío con Breton y Éluard, y “Artine”, con un grabado de Salvador Dalí. En 1931 “La acciónn de la justicia se ha extinguido”. Y en 1934 el ya memorable “EL Martillo sin dueño”, con una punta seca de Vassili Kandinsky.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Firma numerosos manifiestos del surrealismo: sosteniendo “La Edad de oro”, film de Luis Buñuel violentamente atacado por la extrema derecha; en contra de la Exposición colonial; y apoyando las primeras luchas revolucionarias en España. En mayo de 1933 “El Surrealismo al servicio de la Revolución” publica un relato de sueño de Char, su respuesta a dos encuestas y anuncia la nueva revista “El Minotauro”, donde no querrá participar. En el volumen colectivo “Violette Nozières”, en defensa de la joven parricida de 18 años violada por su padre, Char participa con un poema y firma el manifiesto “La movilización contra la guerra no es la paz”, a la vez antibélico y crítico de cierto apenas decorativo pacifismo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En febrero de 1934 se une a una gran manifestación antifascista en París. Hacia fin de año aún firma otros 2 manifiestos, pero cada vez se distancia más del movimiento. Pasa largos períodos aislado en islotes boscosos del Sorgue. La difusión a sus espaldas de una carta privada con críticas al surrelismoo, produce un duro incidente con Benjamin Péret, al cual replica como siempre en forma pública,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero la historia se acelera. El 18 de julio de 1936 se desencadena el alzamiento franquista contra la legítima República española, frenado por la espontánea resistencia popular y dando origen a la sangrienta guerra civil, primera gran batalla mundial contra el fascismo, ya que Hitler y Mussolini se incorporarán a la cruzada fratricida. Todavía hoy me emociona, en su libro “Cartel para un camino de escolares”, con poemas contemporáneos a los hechos, la indeleble y extensa dedicatoria de Char fechada en marzo de 1937, que comienza: “Niños de España, -- ROJOS, oh cuánto, hasta empañar para siempre al acero que va a desgarrarlos; -- A Ustedes.” Y que concluye: “Niños de España, he forjado este CARTEL mientras que los ojos matinales de algunos de entre ustedes no habían aprendido nada aún de los usos de la muerte que se hundía en ellos. Perdón por dedicárselo. Con mi última reserva de esperanza.” (¿Es posible sorprenderse, entonces, de que uno de los pocos poetas que Char tradujo sea Miguel Hernández?)</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El 3 de septiembre de 1939 Inglaterra y Francia declaran la guerra a Hitler, que ha invadido Polonia. Char es movilizado en Nimes y, como Apollinaire, es artillero. A pesar del derrotismo oficial, alcanza un alto desempeño. Asegura la retirada de su columna y en el puente de Gien, con algunos hombres, durante muchas horas hacen posible el escape de civiles desmoralizados, bajo bombardeos alemanes e italianos.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Francia cae. Desmovilizado y ascendido, se retira una vez más a L´Isle-sur-Sorgue. Pero es delatado como militante de extrema izquierda, y va a detenerlo la policía de Vichy. Advertido, se refugia en Céreste, donde comienza a frecuentar opositores. En 1942 ya actúa en la Resistencia. Su nombre de guerra es Alexandre. Su primer sabotaje es contra ocupantes italianos, pero los nazis terminan por dominar toda Francia. Char dirige acciones cada vez menos desordenadas. Se enrola en el naciente ejército secreto “mientras dure la guerra”, y con el grado de capitán se le encargan operaciones de aterrizaje y paracaidismo en toda el área. Con tal éxito que 21 depósitos secretos de armas no serán descubiertos por los nazis, mientras sus pérdidas fueron mínimas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero los últimos meses de la guerra son los más dolorosos, y ve caer muchos amigos entrañables. El alto mando interaliado en Argel le encomienda colaborar con el desembarco en Provenza. El 26 de agosto de 1944 París es liberado. Y sólo entonces Char retoma sus tareas literarias, interrumpidas en 1939.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La amistad que unió a Albert Camus con René Char, fue tan entrañable y duradera que sólo la muerte pudo detenerla. En la minuciosa biografía de Camus que le llevó a Olivier Todd 900 páginas, hay todo un capítulo dedicado a ella: “Tres amigos”. Y sus primeras líneas ya son explícitas: “En 1948, Albert Camus tiene 35 años, el poeta René Char 41. Camus no es un gran aficionado a la poesía contemporánea pero recomienda la publicación de “Hojas de Hipnos”. La novedad de esos textos le parece “luminosa”. Tranquiliza a Gaston Gallimard, que está perplejo. A G. G. y a otros. Camus les dice: “Difícil de juzgar por nuestros contemporáneos. Pero si hay alguien que tenga genio, ése es René Char.” Y al correr de las líneas encontramos un muy logrado retrato: “Con más de 1 metro 85, robusto, de dedos de herrero, Char es un menhir, un árbol que no se puede abatir. Tiene la cabeza en las estrellas poéticas y el cuerpo arraigado en su tierra provenzal.” </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">*Poeta, traductor, ensayista.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-55872642385903832012020-12-07T17:37:00.004-08:002020-12-07T17:37:39.396-08:00Encuentros con Heidegger<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0vFqhsQl2sxcZQf4AyNoT-eh0R5Vor9FWlnPxoTEFR5cDgURr6T3hoStdcJl2_iEsSngLXNzYkbu57p6Opntyi7qFgJHYZ5ZAY8OiPuXj8vm5XlpCkoNUg9OV9q5KigtR1Bg4W1q-Hbs/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" height="75" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0vFqhsQl2sxcZQf4AyNoT-eh0R5Vor9FWlnPxoTEFR5cDgURr6T3hoStdcJl2_iEsSngLXNzYkbu57p6Opntyi7qFgJHYZ5ZAY8OiPuXj8vm5XlpCkoNUg9OV9q5KigtR1Bg4W1q-Hbs/w200-h75/ferv.png" width="200" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtfk1YilPojrbeRNfEEaxR6St-UiUJSDjzVCb1Au9dkqqZZdzixLlGHGqRuPvwqQ9Qvab87qjbCiqD6ppuiGIQR541yETDZI33dk3padFfiVh7lTVBTV60fuPevYgsw9g03ZJCdPFC1Oo/s600/Martin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="394" data-original-width="600" height="421" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtfk1YilPojrbeRNfEEaxR6St-UiUJSDjzVCb1Au9dkqqZZdzixLlGHGqRuPvwqQ9Qvab87qjbCiqD6ppuiGIQR541yETDZI33dk3padFfiVh7lTVBTV60fuPevYgsw9g03ZJCdPFC1Oo/w640-h421/Martin.jpg" width="640" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“En el curso de mi viaje a Francia”, escribe Martin Heidegger (1889-1976) en 1955, “estaría muy contento de conocer a Georges Braque y a René Char”. Es decir, un pintor riguroso y ejemplar, mentor de la más pura vanguardia, y un poeta excepcional, activo militante juvenil en el surrealismo, que iba a abandonar por otras cumbres, y, no mucho después, heroico comandante del maquis, que combatió la ocupación nazi hasta su fin. Se vieron con Char en el jardín de otro filósofo: Jean Beaufret, quien recuerda: “Bajo las ramas de un castaño, un filósofo y un poeta hablan de lo que saben y de lo que son”. Y señala que, ambos, “aprenden la lengua de su diálogo.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Después, habría tres encuentros más, siempre, en verano. En 1966 y a invitación de René Char (1907-1988), primera permanencia de Heidegger en Thor, cerca del entrañable L´Isle-sur-Sorgue, en Provenza, lugar natal del poeta. En 1969, última de las tres estadías en Thor. Beaufret, François Fedier, François Vezin, Patrick Lévy y otros participaron de los seminarios y entrevistas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En 1959, Char es vertido, por primera vez, al alemán. Entre sus traductores se encuentra el más que significativo poeta Paul Celan (1920-1970). Toda su familia fue tragada por el infierno de Auschwitz y él mismo había escapado por milagro.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero, hilos más sutiles que la traducción terminarían relacionándolos. Celan escribe a su mujer el 2 de agosto de 1967: “La lectura en Friburgo tuvo un éxito excepcional: mil doscientas personas me escucharon durante una hora conteniendo la respiración, después, Heidegger vino hacia mí”. La carta se detiene en ese punto. Era inusual que el filósofo acudiera a oír poetas. Paul Celan lo visita en su cabaña de la Selva Negra y, aunque se negó a fotografiarse juntos, a esa reunión alude su poema Todtnauberg. Para George Steiner hubo dos encuentros más (Heidegger volvió a escucharlo), en junio de 1968 y marzo de 1970, un mes antes de que Celan se arrojara, finalmente, al Sena.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Según Steiner: “somos testigos de una de las colisiones o conjunciones supremas entre la poesía y la filosofía en el pensamiento occidental. Un fenómeno exquisitamente “triangular” si tomamos en cuenta las inspiradas traducciones que Celan hiciera de Char”. Y, más adelante, “Cuando René Char, el gran poeta francés y líder de la Resistencia le dio la bienvenida a Heidegger, el gesto fue de fascinación anárquica y carismática reciprocidad. Char no sabía alemán; Heidegger hablaba poco francés. Ambos reverenciaban a Heráclito y la luz del sol.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Steiner no se ahorra, hoy, ninguna afirmación sobre el nazismo del filósofo ¿En ese entonces Char no intuía lo mismo que Celan? La cuestión sigue abierta, pero, algo es real. El miércoles 26 de mayo de 1976, René Char despedía al filósofo con estas palabras: “Martin Heidegger ha muerto esta mañana. El sol que lo ha acostado le ha dejado sus útiles y no ha retenido más que la obra. Ese umbral es constante. La noche que se ha abierto ama de preferencia.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como las intensas, inmensas preguntas que inquietaron a los tres toda su vida, quizá, también, a nosotros sólo nos quedan más preguntas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista. Publicó: René Char, Vivir, límite inmenso, Alción, Córdoba, 2019 (selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso).</span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-17398103389699434482020-12-07T17:28:00.004-08:002020-12-07T17:31:17.925-08:00 ¿César Vallejo ha muerto?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqHxYguZjQCyc4D5wcu5ObNQaSJ2rZOL6L9F8WadMq73e8nHgFmcdKIESHjbj2v0gUjSLcJBYZ21OFiw5KV8xe0jaVVwCkpxiVcV-pRlpkw6nKiVuobTUMuVugCoS1jA3epYd8DOVxz14/s321/ferv.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqHxYguZjQCyc4D5wcu5ObNQaSJ2rZOL6L9F8WadMq73e8nHgFmcdKIESHjbj2v0gUjSLcJBYZ21OFiw5KV8xe0jaVVwCkpxiVcV-pRlpkw6nKiVuobTUMuVugCoS1jA3epYd8DOVxz14/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3jhfHVsGag-TGEbw-InIb14Co9sfufNWSZQjs6Yp9lXoWg8F8T_1HqSTg7rIabOteCsygKjyurJke_kP6YZ0T4dL4GH_xDARe6VmHFsW0F9vEQCxJUdqPuNQ_VM9dGWO5h0zQhwVNMyU/s980/Vallej.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="622" data-original-width="980" height="250" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3jhfHVsGag-TGEbw-InIb14Co9sfufNWSZQjs6Yp9lXoWg8F8T_1HqSTg7rIabOteCsygKjyurJke_kP6YZ0T4dL4GH_xDARe6VmHFsW0F9vEQCxJUdqPuNQ_VM9dGWO5h0zQhwVNMyU/w400-h250/Vallej.jpg" width="400" /></a></div><br /><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como él anticipó, en un poema memorable: Piedra negra sobre una piedra blanca, falleció en París, pero, sin aguacero y no un jueves, sino, un viernes santo. A las 9 y 20 horas del 15 de abril de 1938 se produjo su muerte. Y, sin embargo, cuánta vida nos ha seguido dando. Mi descubrimiento personal, hondo e íntimo, de César Vallejo, me resultó un hecho extraordinario. No sólo porque ocurrió a los 15 años, sino, también, porque mi primera percepción de su enorme, profundísima poesía fue absolutamente inocente, inesperada. Algo similar me aconteció, contemporáneamente, con Roberto Arlt.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Había, allí, algo encarnado en lenguaje que iba más allá del lenguaje. Y el sentimiento se contagiaba sin posibilidad alguna de retórica, latente en su palabra, viva. Y se dio entrañablemente vinculado con dos acontecimientos que, también, se me hicieron legendarios: la guerra civil española, con aquellos humildes milicianos, los voluntarios que defendieron a la República, y el hecho de que, en su sangre, se mezclaran -todavía de manera inconsciente para mí- lo celtíbero y lo indígena.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La madre de César Vallejo se llamó María de los Santos Mendonza Gurrionero (“de pecho en pecho hacia la madre unánime”) y era hija del sacerdote gallego Joaquín de Mendonza y la india chimú Natividad Gurrionero. Pero, no sólo eso. También, su padre, Francisco de Paula Vallejo Benítes (“Mi padre, apenas, / en la mañana pajarina, pone / sus setentiocho años, sus setentiocho / ramos de invierno a solear”), no sólo, era hijo de otro sacerdote gallego, José Rufo Vallejo, sino, que su propia madre, también, era otra india chimú, Justa Benítes.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y eso no es todo. César Vallejo nació el 16 de marzo de 1892 en una Compostela indoamericana, la peruanísima Santiago de Chuco. Y, en su sangre, conviven, se confunden, se unifican la morriña dolida del gallego trasplantado, con la melancolía sangrante del indio sometido. Y los entresijos de la mitología católico-cristiana, ineludiblemente entrelazados con verdaderas, auténticas historias de amor, junto con todo lo que arrastra haber nacido de sangre indígena en el mismísimo meollo del Perú de los Incas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿De dónde sale sino la Dulce hebrea de Los heraldos negros (1918), a la cual se le pide “Desclávame mis clavos oh nueva madre mía!”, de dónde la amada que se ha “crucificado / sobre los dos maderos curvados de mi beso”? ¿O, incluso, “un viernesanto más dulce que ese beso”? Por supuesto, que del lenguaje. Pero, no sólo del lenguaje ¿De dónde surgió, también, ese magnífico TriIce? Que, desde Trujillo, en 1922, agota de antemano muchas de las futuras experiencias de las vanguardias europeas. O aquel que, a mí, me parece el libro más hondo y tocante -y logrado- que haya producido la guerra civil: España, aparta de mí este cáliz, mucho más que póstumo y, no por casualidad, escrito por un hijo de América: “¡Niños del mundo, está / la madre España con su vientre a cuestas!”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y alrededor del cual la misma agonía del poeta, casi, enhebrada en la lumbre del mito, vueltos un solo destino personal y momento histórico, se vuelve, asimismo, luminosa evidencia, verbo hecho aliento. Según otro poeta, su amigo Juan Larrea, las últimas palabras de Vallejo fueron: “Me voy a España”. Es decir, a la España republicana, que estaba desangrándose también -al mismo tiempo- en su “agonía mundial”. En la Clínica Arago, donde falleció, los médicos no atinaban a explicar la verdadera causa de su muerte. Pero, al año siguiente, 1939, al editarse, por fin, sus indelebles Poemas humanos, escritos, probablemente, entre 1930 y 1937, pudieron conocerse estas otras palabras tan suyas, no sólo premonitorias: “En suma, no poseo para expresar mi vida sino mi muerte”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjF8Be8k5nDxopal7jDJOmiUsRSbQ81CCsV55CyygUWV1aGqzZjff8FtBkwzl44qKiXAa8itLl93VMAKHVKb3fGcraGgaEhZPsMfNR0zc8eAIYxjE3_7vgKzlWRZt3XQ2s91C8m2n0RgaU/s1536/%25C3%2593leo-de-Santiago.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1175" data-original-width="1536" height="306" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjF8Be8k5nDxopal7jDJOmiUsRSbQ81CCsV55CyygUWV1aGqzZjff8FtBkwzl44qKiXAa8itLl93VMAKHVKb3fGcraGgaEhZPsMfNR0zc8eAIYxjE3_7vgKzlWRZt3XQ2s91C8m2n0RgaU/w400-h306/%25C3%2593leo-de-Santiago.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"> Óleo de Santiago J. Alonso.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿De dónde surge, digo, algo así, de tal calibre? De la lengua humana, empapada de vida y, también, fuente de vida, vida ella misma, instintiva y orgánica, cargada de los humus nutricios de la pequeña historia y de la gran historia, pero, también, de los instintos y los sueños, de las ansiedades y los deseos de los hombres. De un hombre capaz de ser, a la vez, él mismo y todo lo humano, lo más humano de lo humano, de ser único y general, al mismo tiempo, entre todos los hombres, junto a todos los hombres. La de César Vallejo no es una voz unánime, sino, prójima, íntimamente próxima. Qué otro sino un gran poeta, podía habernos dejado esa sucinta clase –magistral- de economía política: “la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre…”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Me enorgullezco limpiamente de saber que el primer hombre que me hizo descubrirme latinoamericano llevó en sus venas la sangre de mis antepasados labradores gallegos y, también, la noble sangre de los primeros hijos de la América primera, la aborigen, la indígena. Como la lengua, como la vida toda sangre es espléndidamente mestiza. Sólo la muerte es pura.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Me será permitido insistir, con modesta firmeza, que no puedo dejar de percibir a César Vallejo como el más grande poeta de la lengua castellana y hasta, quizás, no sólo en el siglo veinte?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Vallejo, César</span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Nadie estuvo más hondo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">ni más cerca.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Nadie llegó tan lejos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">más temprano.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Nadie fue más ninguno</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y menos Nadie.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">(Poema de Rodolfo Alonso).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><div><br /></div>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-34070599906164754132020-12-07T16:56:00.009-08:002020-12-07T17:12:30.945-08:00El genocidio de Guernica<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBG688m-4XQSLPxItHOL4E9PYb68OM-7leiYUHEGBJRsYrRtGGhNvrCFA4M85qMFZHk4lyV8gPIOTabQAXV5mqrtijXZN6DO_2jdoJHSk_8gf9jzmmn4zb_LGEwzxlTUHdlPoZBJ_u6CI/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBG688m-4XQSLPxItHOL4E9PYb68OM-7leiYUHEGBJRsYrRtGGhNvrCFA4M85qMFZHk4lyV8gPIOTabQAXV5mqrtijXZN6DO_2jdoJHSk_8gf9jzmmn4zb_LGEwzxlTUHdlPoZBJ_u6CI/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiFRxIv61HI5P1PezTamKxKAkDOpRl-xmzGftd8FS-T2m_BAFv5CTSVqir0SsXo3pF49R27FCx079HmZQLbnLiPoofw1l_HXhQnxmBXfCAkBGUYMLk2QZ1XAd0SFLVBsGdmySPfRGQacs/s1042/Eluard-y-Picasso-3.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1042" data-original-width="990" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiFRxIv61HI5P1PezTamKxKAkDOpRl-xmzGftd8FS-T2m_BAFv5CTSVqir0SsXo3pF49R27FCx079HmZQLbnLiPoofw1l_HXhQnxmBXfCAkBGUYMLk2QZ1XAd0SFLVBsGdmySPfRGQacs/s320/Eluard-y-Picasso-3.jpg" /></a></div><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: rgba(0, 0, 0, 0.6); color: white; font-size: 11.7px;"><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div></span><p></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px;"><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Paul Éluard y Pablo Picasso.</span></p></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote></blockquote><p><br /></p><p> </p><p><span style="font-family: arial;">A metros de la Casa Rosada, junto a la estatua de Juan de Garay, Buenos Aires ostenta, desde 1919, un retoño del más que secular Árbol de Guernica, emblema sagrado de las libertades vascas. Anterior, incluso, a la existencia de España como Estado nación, a partir de Isabel y Fernando, los reyes acostumbraban jurar bajo su sombra venerable respetar los fueros de Euzkadi.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Acentuando su fuerte simbolismo, ese magnífico Roble sobrevivió, en medio de un hito legendario: la guerra civil española (1936-1939), a otro hecho de trágica resonancia. El 26 de abril de 1937, la vieja villa de Guernica fue literalmente reducida a polvo, junto con buena parte de su población, por los flamantes aviones nazis de la Legión Cóndor.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Porque, el 18 de julio de 1936, militares conducidos por Francisco Franco se sublevan contra la legítima República española. Controlados y, muchas veces, vencidos por el pueblo en armas, los milicianos recuperaron en Madrid su principal reducto, el Cuartel de la Montaña. Así, comenzó la última guerra de hombres y la primera contra el fascismo. Contra los fascismos, que reaccionaron de inmediato.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Del principio al fin, Hitler y Mussolini cooperaron con la rebelión enviando sus mejores tropas y modernos adelantos bélicos, decisivos para la victoria franquista. Goering probó, allí, su naciente Luftwafe y más de 700 pilotos alemanes, cuidadosamente elegidos, volaron para Franco. Ensayaron bombardeo de ciudades, blitzkrieg o guerra relámpago, terror sobre poblaciones civiles, ataques aéreos en picada y táctica de apoyo directo a las tropas de tierra. Sin olvidar los tristemente célebres tanques Panzer I.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Esas crueles experiencias fueron invalorables, al estallar, casi de inmediato, la segundo guerra mundial (1939-1945), para los primeros éxitos nazis en toda Europa. La misma Europa que abandonó a los republicanos españoles. Que sólo contaron con la ayuda, sobre todo inicial, de la URSS y el apoyo permanente del México de Lázaro Cárdenas, sin olvidar las heroicas e indomables Brigadas Internacionales.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El 23 de abril de 1937, el jefe de la Legión Cóndor, Wolfram von Richthoffen, primo del famoso as de la aviación alemana en la primera guerra, anota en su diario: “¿Qué se puede hacer? La Legión Cóndor se retira. No se puede dirigir a una infantería incapaz de atacar posiciones débiles”. Y, al día siguiente: “¿Conseguiremos destruir Bilbao?”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El 26 de abril, a las 14,30hs., la campana mayor de Guernica repicó alertando sobre un ataque aéreo. Era día de mercado. Se corrió a los sótanos. Un solitario bombardero Heinkel 111 de la Legión Cóndor arrojó su carga letal en el centro y desapareció. La gente dejó sus refugios para socorrer heridos. Quince minutos después, la escuadrilla completa de la élite aérea nazi sobrevuela Guernica. Cierto número de cazas italianos Fiat CR-32 y Fiat-Ansaldo participaron también. Hubo una estampida para huir al campo, pero, cazas Heinkel 51 ametrallaron sin piedad hombres, mujeres y niños. Sin embargo, faltaba lo peor.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">A las 17,15hs., cuarenta bombarderos Junker 52 arrasan, minuciosamente, la ciudad, en pasadas de 20 minutos durante dos horas y media. Arrojaron desde bombas medianas o pequeñas hasta de 250 kgs, antipersonal e incendiarias. Los testigos describen escenas apocalípticas. Familias enterradas por escombros de sus casas o aplastadas en refugios. Vacas y ovejas ardiendo por la termita y el fósforo blanco, enloquecidas hasta morir entre ruinas en llamas. Salvo la Casa de Juntas y el Roble milenario, no alcanzados por hallarse fuera del corredor aéreo que los pilotos alemanes siguieron disciplinadamente, Guernica era una pira de fuego, humo y terror.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTMwjSRf6Ttpm-59WscIajDYKrDmHmAvzOtxJvHm59PczGH8jpBzJQgRq0l-BWx5wKRK6QsWIL9vUG2pN7FqUAqT1wg67CoqJbKoMqmsSJd7HJxVixMfPFefNvN5g3JJApZgYQnoypgZg/s990/Picasso-guernica.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="369" data-original-width="990" height="149" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTMwjSRf6Ttpm-59WscIajDYKrDmHmAvzOtxJvHm59PczGH8jpBzJQgRq0l-BWx5wKRK6QsWIL9vUG2pN7FqUAqT1wg67CoqJbKoMqmsSJd7HJxVixMfPFefNvN5g3JJApZgYQnoypgZg/w400-h149/Picasso-guernica.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"> Guernica, por Pablo Picasso.</span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El Gobierno vasco sostuvo que un tercio de la población (1645 muertos y 889 heridos) sufrió en carne propia el bombardeo. Al día siguiente, 27 de abril, la prensa británica anuncia la destrucción de Guernica y, el 28, tanto el Times como el New York Times publican el célebre artículo de George L. Steer. La indignación mundial es inmensa e inmediata. El 29 de abril, el cuartel general de Franco emite un comunicado, donde intenta adjudicar la responsabilidad a “las hordas rojas al servicio del perverso criminal Aguirre”, presidente de Euzkadi.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La mayoría de los vascos eran católicos y moderados o conservadores. Se unieron al Frente Popular en defensa de sus fueros seculares. A diferencia de la Iglesia española, que apoyó vivamente la “Cruzada”, fueron acompañados por sus sacerdotes. Yo mismo recuerdo una foto en la cárcel franquista, donde cien curas vascos rodean al dirigente socialista Julián Besteiro.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Sólo tras morir Franco (1975), como exigió su autor, el cuadro más renombrado de Picasso, pintado frenéticamente entre mayo y junio de 1937, pudo exhibirse en España. Quizá, no todos quienes acuden al Museo Reina Sofía saben, hoy, a qué alude su sobrio título: Guernica. Durante la ocupación de Francia, al preguntarle, ante la misma obra, un oficial nazi: “¿Usted hizo esto?”, Picasso contestó, simplemente: “No, esto lo hicieron ustedes.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como prueba, baste lo declarado por Goering en el juicio de Nuremberg (1945-1946) a criminales de guerra nazis: “Cuando estalló en España la guerra civil, Franco pidió auxilio a Alemania, y en especial apoyo aéreo. El Führer vacilaba, y yo le aconsejé con energía que bajo cualquier circunstancia otorgase ese apoyo: en primer lugar, para impedir la extensión del comunismo en esa zona, pero también para poner a prueba mis nacientes Fuerzas Aéreas en una serie de detalles técnicos. Con autorización del Führer envié gran parte de nuestra flota de transporte y numerosos cazas y bombarderos, así como cañones antiaéreos. Pude comprobar en condiciones de combate si el material era eficiente. Para que el personal adquiriese además experiencia práctica organicé una rotación continua, mandando constantemente unidades nuevas y repatriando las anteriores”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Esa fría, pero precisa enumeración, de por sí escalofriante, se hace estremecedora si la contraponemos con las imágenes concretas y, a la vez, inimaginables del horroroso genocidio sufrido por Guernica. Nadie lo rozó tan hondamente como un íntimo amigo de Picasso, el gran poeta francés Paul Éluard, en su indeleble poema La victoria de Guernica: “Os han hecho pagar el pan / El cielo la tierra el agua el sueño / Y la miseria / De vuestra vida // Las mujeres los niños tienen igual tesoro / En los ojos / Todos muestran su sangre // El miedo y el coraje de vivir y de morir / La muerte tan difícil y tan fácil // Parias la muerte la tierra y la fealdad / De nuestros enemigos tienen el color / Monótono de nuestra noche / Daremos cuenta de ellos.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista. Publicó Leda y otros poemas, antología bilingüe de Paul Éluard. Selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso, Alción, Córdoba, 2014.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-5095757212793899992020-11-11T16:00:00.004-08:002020-11-11T16:00:51.717-08:00Eugenio Montale, una lección de moral<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6kPSK3fuN_kJ6udPEyF1QIWOSGVaxQgRYPzbhZ8LIYZcDE9W1-wQxHcXnnBhrKfvGSzNHYU3LN3AAscJu7wSJDuQLWtpfh1m8fRQ_b39vruqYvHaHGJb16TB0yF8X5_J7EGuNgbaoKMg/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6kPSK3fuN_kJ6udPEyF1QIWOSGVaxQgRYPzbhZ8LIYZcDE9W1-wQxHcXnnBhrKfvGSzNHYU3LN3AAscJu7wSJDuQLWtpfh1m8fRQ_b39vruqYvHaHGJb16TB0yF8X5_J7EGuNgbaoKMg/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /> <p></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2pEOF0PQq-pdl-OO1c0w625PCwvwK-qaD4ipgkRMUHxn5AbwabaGNHHsvs1H4giOYGS90qdnL1EH_tEC2pub4brBS-zuytQRQmNidBlkfFt2aSW4rwFf40JlGRba56u_u5Q1tvrLXsC8/s1280/montale.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2pEOF0PQq-pdl-OO1c0w625PCwvwK-qaD4ipgkRMUHxn5AbwabaGNHHsvs1H4giOYGS90qdnL1EH_tEC2pub4brBS-zuytQRQmNidBlkfFt2aSW4rwFf40JlGRba56u_u5Q1tvrLXsC8/s320/montale.jpg" width="320" /></a></div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El 12 de octubre pasado se cumplieron ciento veinticuatro años del nacimiento de un gran poeta europeo: Eugenio Montale (1896-1981). Aunque resulte, hoy, difícil concebirlo, a comienzos del siglo XX, el lirismo italiano vivió un periodo fundacional. De tal calibre que fue conocido como “la grande stagione poetica”, donde sólo parecían erguirse las dos cumbres aisladas del (mal llamado) hermetismo: nada menos que Giuseppe Ungaretti (1888-1970) y el único que merece aproximársele: Eugenio Montale.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El nivel de exigencia que esta poesía se hizo a sí misma, en lo estético y ético, indisolublemente, unidos, se intentó devaluar aludiéndola como impenetrable o sellada. Pero, esa experiencia lírica fue, casi de inmediato, valorada y comprendida, tuvo amplísimo eco, se incorporó a la cultura viva, no sólo, de su país, sino, también, de Europa o más allá.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En esa línea intensa y evidente, densa y enriquecedora, está Eugenio Montale, una voz absolutamente original: “Felicidad lograda, se camina / por ti en filo de espada. / Al ojo eres vislumbre que vacila, / para el pie, tenso hielo que se raja; / y no te toque entonces quien más te ama”. Hombre de pocas y fecundas palabras, que, sin apuro, se despliegan en sus tres primeros y hondos libros (Huesos de jibia, Las ocasiones y La tormenta y demás). El Premio Nobel de Literatura, en 1975, vino a coronar, al menos esta vez, una obra y una vida absolutamente despojadas de vanagloria y exhibicionismo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Cuidadosamente atento a su materia y a su canto, en una demostración de infinito pudor y de casi inefable artesanía, el lirismo de Montale dejó anidado, en la cultura occidental, con esos tres primeros libros indelebles, un fermento, no por silencioso, menos eficaz, una auténtica lección de moral. Que no se aquieta y que no cesa.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El adjetivo hermético no deja de arrastrar diferentes y hasta contrapuestas perspectivas. Una de las cuales podría ser (aunque, superficialmente, claro) el supuesto desinterés, cuando no, la indiferencia por su sociedad y sus semejantes. Pero, ese matiz injusto mal podría caber a Montale. No sólo estampó su firma en aquel legendario manifiesto antifascista de 1925, encabezado por Benedetto Croce. Sino, que, habiendo sido designado, en 1929, director de una célebre y respetada institución científico-literaria, el Gabinetto Vieusseux, diez años después, el régimen fascista lo dejó cesante al no aceptar ser afiliado.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Contemporáneo ilustre de Ungaretti, aunque algo más joven, Montale no vaciló en afirmar: “Él solo, en su tiempo, logró aprovechar la libertad que ya estaba en el aire, los otros no supieron qué hacer con ella, y cambiaron de oficio o gimieron incomprendidos…”. No es casual, entonces, que Eugenio Montale haya sido de los primeros en advertir las otras dos altas cumbres, decididamente individuales, de aquel gran momento lírico: “la naturaleza más personal y más oscura del mensaje bárbaro de Dino Campana” (1885-1932), un auténtico poeta maldito, y la escondida intensidad melancólica y cotidiana de Umberto Saba (1883-1957).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El mismo Saba, de madre judía, que sólo abandonó su Trieste natal durante aquel período, siniestro, en que se vio obligado a refugiarse en Florencia, donde cambió hasta once veces de domicilio, escapando de las inicuas leyes antisemitas del fascismo (y donde la figura de Ungaretti se ilumina, por haberlo ocultado en su casa), siempre, bajo el temor de ser deportado a la Alemania nazi. A pesar del peligro, Montale lo visitaba casi a diario. Y no sólo eso: lo albergó en su hogar de Roma, así como a otro gran escritor perseguido por el racismo, Carlo Levi.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como lo hacían, por entonces, otras dos figuras significativas: el piamontés Cesare Pavese (1908-1950) y el siciliano Elio Vittorini (1908-1966), en implícita oposición al régimen, que prohibió la antología Americana del segundo, Montale traduce, entonces, no sólo a Cervantes o Marlowe, sino, también, a grandes escritores norteamericanos como Herman Melville, Mark Twain y William Faulkner.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En las Notas con que cierra su tercer libro, La tormenta y demás, Montale dice, textualmente, sobre uno de sus poemas, para mí, más tocantes, pero, cuya potencia, no obstante, suele ser desapercibida: “La primavera hitleriana. Hitler y Mussolini en Florencia. Velada de gala en el teatro Comunal. Sobre el Arno, una nevada de mariposas blancas”. En cuyo largo texto, acaso nada herméticamente, dice: “Hace poco surcó la avenida volando un enviado infernal / entre un ulular de sicarios, un golfo místico encendido / y empavesado de cruces gamadas lo unció y lo tragó, / se cerraron vidrieras, pobres / e inofensivas aunque también armadas / de cañones y juguetes de guerra…”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Fue durante la segunda de las tres visitas que Hitler hizo a Mussolini, del 3 al 10 de mayo de 1938. Quizás, recién ahora alcanzo a comprender cabalmente por qué, hace muchos años, en una revista belga, desde el título de un sutil ensayo, ya entonces, lo aludían así: “Una moral de la poesía italiana, Eugenio Montale”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La primavera hitleriana</span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“Ni aquella que a mirar el sol se vuelve…”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">(Dante (¿) a Giovanni Quirini)</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Densa la blanca nube de atolondradas mariposas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">gira en redor de lechosos faroles y por los antepechos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tiende en tierra una alfombra donde cruje</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">el pie como en azúcar: el inminente estío libera</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">ahora el hielo nocturno que escondía</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en las cuevas secretas de la muerta estación,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en los huertos que a estos arenales desde Maiano bajan.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hace poco surcó la avenida volando un enviado infernal</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">entre un ulular de sicarios, un golfo místico encendido</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y empavesado de cruces gamadas lo unció y lo tragó,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">se cerraron vidrieras, pobres</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">e inofensivas aunque también armadas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de cañones y juguetes de guerra,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">atrancó el carnicero que adorna</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">con bayas el hocico de los cabritos muertos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La fiesta de los benignos matarifes que aún ignoran la sangre</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">se transmutó en un mugriento rigodón de alas quebradas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de larvas en crecidas, y el agua roe aún</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">las orillas y nadie ya más es inocente.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Todo por nada, entonces? – y las velas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">romanas, en San Giovanni, que blanqueaban lentas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">el horizonte, y los empeños y los largos adioses</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">fuertes como un bautismo en la lúgubre espera</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de la horda (pero una gema rayó el aire goteando</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">sobre los hielos y las orillas de tus playas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">los ángeles de Tobías, los siete, la simiente</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">del futuro) y los heliotropos nacidos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de tus manos – quemado todo y absorbido</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">por un polen que crepita como fuego</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y tiene puntas de aguanieve…</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¡Oh la llagada</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">primavera también es fiesta si congela</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">esta muerte en muerte! Mira aún</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">a lo alto, Clizia, es tu suerte, tú</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">que el no cambiado amor cambiada guardas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">hasta que el ciego sol que en ti llevas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en el Otro se ciegue y te destruya</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en Él, por todos. Las sirenas quizá, los repiques</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">que a los monstruos saludan en la noche</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de su aquelarre, ya se confunden</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">con el sonido que del cielo desatado, baja, vence –</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">con el aliento de un alba que mañana ante todos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de nuevo asome, blanca pero sin alas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de horror, a las arenas abrasadas del sur…</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">(Versión de Rodolfo Alonso)</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-55002401294776236602020-11-11T15:54:00.003-08:002020-11-11T15:54:59.192-08:00Hace 110 años nacía Miguel Hernández<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiicfz6EGUpginwnJRu8K_CqKvPxFywJfjUg-hwABW8EqSCdYIlzIkeTNg32jg3KoIB49JCwY05gEhQ1iG1MisZQYi_9kAvloy3lIvlDECquszJoCntPX39xhwjQhdN8JX-nszv09hY2Y0/s210/p12.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="45" data-original-width="210" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiicfz6EGUpginwnJRu8K_CqKvPxFywJfjUg-hwABW8EqSCdYIlzIkeTNg32jg3KoIB49JCwY05gEhQ1iG1MisZQYi_9kAvloy3lIvlDECquszJoCntPX39xhwjQhdN8JX-nszv09hY2Y0/s0/p12.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> Vientos del pueblo lo llevan, vientos del pueblo lo arrastran</span></p><p><span style="font-family: arial;">Hace 110 años nacía Miguel Hernández</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso</span></p><p><span style="font-family: arial;">Un 30 de octubre hace 110 años, en 1910, nacía en Orihuela Miguel Hernández. ¿Quién podía imaginar entonces que ese hijo de un rústico tratante de cabras, iba a convertirse en uno de los mayores poetas de España y, al mismo tiempo, en un mito viviente y activo?</span></p><p><span style="font-family: arial;">egendario.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">A ello contribuyó el decidido, masivo alineamiento de una más que brillante generación de escritores, artistas e intelectuales en defensa de la legalidad republicana. Que no pocos de ellos hayan pagado con su vida y muchos más con el exilio aquella decisión ejemplar, no dejó de agregar buena leña al gran fuego. Como el asesinato de García Lorca, tronchado en mitad del camino de su vida, o Antonio Machado, agonizando en el destierro de Collioure, a pocos pasos de la recién traspasada frontera francesa.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero quizás nadie como Miguel Hernández encarna, en vida y obra, la profunda relevancia de esos hechos. Auténtico hijo del pueblo, humilde campesino y pastor, sin ninguna premeditación ni posibilidad alguna de preparación previa sintió crecer en su interior la riqueza entonces todavía fresca, corriente, saludable e irresistible de la lengua de todos, tan de uno, y así pudo ofrecer unas primicias donde se vuelve a respirar el temple y el esplendor del Siglo de Oro, devolver al soneto su frescura abrumada por antiguas glorias y reavivar el auto sacramental, que querían congelar en venerable.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">(Tan gran poeta que se logra hasta en luminosas, inolvidables y humildes dedicatorias de sus libros: “En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.” Y también: “A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya.”)</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Cuando llegó la hora, sin pensarlo dos veces, instintivamente, eligió (como muchos, y no sólo españoles) la primera línea de fuego. Pagó su precio, y después de salvarse casi por milagro de la pena de muerte ya dictada, tras haber sido paseado por todas las prisiones del régimen, su breve existencia fue apagada por la tuberculosis en la cárcel de Alicante, cuando sólo tenía treinta y un años, el 28 de marzo de 1942.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Una vida tan limpiamente entrelazada con su época, con su gente y con su tierra, hasta el punto de volverse emblemática e integrada a la vez como vimos en un mito mayor, no podía evitar que su alta voz fuera enmarcada por las circunstancias. Algo similar le ocurrió a César Vallejo, ese indo-americano que también murió prácticamente de amor a la España desangrada. (Sobre cuya dolorosa gesta escribió el libro para mí más tocante y más logrado: España, aparta mí este cáliz.) Y en ambos es posible advertir cómo se encarnan los más dilatados alcances de la poesía con su autenticidad, sus razones y sus actos, sin ocultar que había allí también vertientes más fecundas y no menos nutritivas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">"Yo no quiero más bienes / que tu persona", me repite siempre desde el disco uno de los grandes cantaores del flamenco. Y en la hondura del cante alto la palabra, sin dejar de ser auténticamente popular, se vuelve sentimiento vivo, que se transmite más por empatía que por mero concepto. De idéntica manera, pero a un nivel que se me hace acaso superior, por belleza y dominio, el pobre Miguel Hernández, internado en la cárcel franquista, rumiando la derrota, separado de su mujer y de su primer hijo muerto, y que no conoce al nuevo hijo recién nacido (al que dedicará las indelebles Nanas de la cebolla, como casi todo lo suyo también ligado con una circunstancia significativa, la de sólo tener eso para comer), pudo decir magníficamente: "Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío", logrando así hacer relampaguear en esos papeles escritos a escondidas de sus guardianes, entre 1938 y 1941 (que Argentina tuvo el honor de ver editados por primera vez) aquellos intensísimos momentos de lenguaje vivo que constituyen el Cancionero y Romancero de ausencias.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Entre el resplandor de sus primeros poemas como labrados intuitiva pero certeramente en el cuerpo del idioma, y la evidencia flagrante y comunicativa de los textos encendidos por el aire de su época, esos papeles sueltos que constituyen su Cancionero y Romancero de ausencias, rescatados del presidio, reconcentrados quizá por ello en su deslumbrante e intensa brevedad, pero de hecho probablemente enfrentados de forma ineludible, y por lo tanto escueta, con la dimensión trágicamente deslumbradora de su destino, resuenan todavía con lumbre inextinguible. Desde Quevedo no recuerdo haber experimentado intensidad ni identidad mayores de sonido y sentido, de lenguaje y perspectiva, a la vez decididamente carnal y hondamente metafísica, que la de ese sucinto texto que comienza "Menos tu vientre / todo es confuso", que en términos de poesía me animaría a defender como uno de los de mayor alcance de la lengua. Y que no hacen sino certificar la deslumbrante claridad que irradia por lo general todo el conjunto.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Es como si desde el fondo de las cárceles que pretendieron negarlo, enmudecerlo, y más allá de las legítimas pasiones de los hombres de su tiempo, en las que supo tomar partido decididamente por los desheredados, un resplandor generoso y general se hubiera hecho carne finalmente en la voz de este "hijo de la luz y de la sombra". Visto lo cual, ¿seremos capaces de estar a su altura, de encendernos en su luz contagiosa, en su enorme transparencia?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Miguel Hernández y la Argentina</span></p><p><span style="font-family: arial;">La censura franquista prohibió toda su obra.. Ya en 1949, en su colección Austral, Espasa-Calpe Argentina lanza su bellísimo libro de sonetos: El rayo que no cesa, precedido por El silbo vulnerado.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Lautaro edita en 1956, aquel vehemente libro de guerra: Viento del pueblo, cuya edición original de 1937 se repartió en las trincheras. También Lautaro edita en 1958 la 1ª edición del conmovedor Cancionero y romancero de ausencias, poemas escritos en prisión.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La editorial Losada publica en 1960 la Antología poética que, como todas. no incluye a sus poemas en prosa entre su Poesía sino en Prosas y desperdigados. Lanzado por Baudelaire como la prosa flexible y musical que evoca la vida urbanacampesina, el poema en prosa fecundará la poesía moderna, en Francia y en el mundo.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-2359371067681543972020-11-11T15:45:00.006-08:002020-11-11T15:48:23.731-08:00 Inesperada actualidad de Valéry<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPhNm03jPs4MGMYMOH2B6rSOAsnuAzqD7m5IlF8_4ax5t-zIotZf0nEaSrDKnpkTb0grpO_ELrPZEsrz9hAdmqroUK3-6SX6kXowgJQYf_HqmXPnMvH6T7yGPv8w2MjuVJJ82Z5YiBfbw/s321/ferv.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPhNm03jPs4MGMYMOH2B6rSOAsnuAzqD7m5IlF8_4ax5t-zIotZf0nEaSrDKnpkTb0grpO_ELrPZEsrz9hAdmqroUK3-6SX6kXowgJQYf_HqmXPnMvH6T7yGPv8w2MjuVJJ82Z5YiBfbw/s320/ferv.png" width="320" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5JKRwDR9RZYZUB0OfXt0L17Q91AFq1WLpUK28QSZt4BeFymlI9pSQQFI1UzTg_VSEggalAS_BnrTcmGrIdiq5IblaswT46JrudcG0-NorirUmsXZz0ujjVh66x9Y23U5yst_s58No60o/s600/paulvalery.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="315" data-original-width="600" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5JKRwDR9RZYZUB0OfXt0L17Q91AFq1WLpUK28QSZt4BeFymlI9pSQQFI1UzTg_VSEggalAS_BnrTcmGrIdiq5IblaswT46JrudcG0-NorirUmsXZz0ujjVh66x9Y23U5yst_s58No60o/s320/paulvalery.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">No hemos podido precisar por qué, pero, aquella primera lección dictada por Paul Valéry, el viernes 10 de diciembre de 1937, en París, al hacerse cargo de la Cátedra de Poética, en el tradicional Colegio de Francia, fue, también, la última. De modo que ese agudo y lúcido texto, que nos enorgullecemos de haber presentado a los lectores de nuestra lengua (Introducción a la Poética, Rodolfo Alonso Editor, 1975), ha venido a constituirse, por su carácter (transcripción de lo emitido en aquella única clase), en un auténtico testimonio. Y, al mismo tiempo, por los alcances y las relaciones de lo que. en estas líneas, tratará de aludirse, también, en una evidencia.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Aunque, es bien sabido que Paul Valéry (1871-1945), sin duda, uno de los poetas y de los intelectuales más significativos del siglo veinte, admirador y discípulo de Stéphane Mallarmé, fue, también, uno de los más límpidos y rigurosos teóricos de los problemas de la palabra y del lenguaje, no dejará, acaso, de sorprender en quien fue considerado (no pocas veces peyorativamente) algo así como el pontífice de la poesía pura, leer allí párrafos como éstos: “Acabo de pronunciar las palabras valor y producción. Me detengo en ellas un momento… (…) Por eso destaco ese préstamo de algunas palabras de la Economía; me será quizá cómodo reunir bajo los solos nombres de producción y de productor, las diversas actividades y los diversos personajes de los cuales tendremos que ocuparnos, si queremos tratar de lo que tienen en común, sin distinguir entre sus diferentes especies. No será menos cómodo, antes de especificar que se habla de lector o de oyente o de espectador, confundir todos esos supuestos de obras de todos los géneros, bajo el nombre económico de consumidor… (…) Sin insistir en mi comparación económica, está claro que la idea de trabajo, las ideas de creación y acumulación de riqueza, de oferta y de demanda, se presentan muy naturalmente en el dominio que nos interesa”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Muchos de sus protagonistas no lo recordarán. O preferirán no recordarlo. Pero, una de las consecuencias más deletéreas de la Guerra Fría, en los medios intelectuales, la constituyó, probablemente, el obcecado maniqueísmo, la pérdida de los imprescindibles matices, aquella “vil guerra / del descrédito, de la malicia, de la / ceguera de célula / o sacristía” a la que supo aludir, tan cabalmente, Pier Paolo Pasolini. En ese contexto, me resulta ampliamente gratificador que haya sido precisamente Jean-Paul Sartre, uno de los pioneros de la literatura comprometida, quien, a la afirmación, entre injuriosa y despectiva, de que “Paul Valéry es un pequeño burgués”, supo responder –no sin lucidez, inclusive, ideológica– “Sí, pero no todos los pequeños burgueses son Valéry”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Si aquel ambiente, más de prejuicio que de confusión, hubiera permitido pensar, no sólo con libertad, sino, especialmente, con justicia o, simplemente, razonar, hubiera sido, quizá, posible asumir que mal podía tildarse apenas de idealista, desentendido o conformista a quien había sido capaz de afirmar, por ejemplo, que “Bajo este nombre de espíritu no entiendo en modo alguno una entidad metafísica; entiendo aquí, muy simplemente, una potencia de transformación…”. Para añadir, poco más adelante, “En particular, el espíritu crea el orden y crea el desorden, porque su cometido es provocar el cambio”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y es precisamente en este contexto histórico que, hoy, nos abruma, bajo el feroz totalitarismo de mercado y el desolado imperio globalizador de la bien bautizada (por Guy Débord) sociedad del espectáculo, que sólo nos imagina como consumidores acríticos, cuando, quizá, estamos en condiciones de poder comenzar a evaluar con otra perspectiva, más fecunda, aquel visionario diagnóstico que Valéry supo efectuar, hace ya más de ocho décadas, ¡en 1932!: “Se han creado símbolos, existen máquinas que dispensan de la atención, que dispensan del trabajo paciente y difícil del espíritu; cuanto más avancemos, tanto más se multiplicarán los métodos de simbolización y de grafía rápida. Estos métodos tienden a suprimir el esfuerzo de razonar.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y, también, con no menos apabullante premonición: “En fin, de todas maneras, estamos circunscritos, dominados por una reglamentación, oculta o sensible, que se extiende a todo, y estamos despavoridos por esa incoherencia de excitaciones que nos obsesiona y de la cual acabamos por tener necesidad… (…) ¿No son, ésas, condiciones detestables para la producción ulterior de obras comparables a las que la humanidad realizó en los siglos precedentes? Hemos perdido el ocio para madurar, y si nosotros, los artistas, nos observamos íntimamente, no encontramos ya esta otra virtud de los antiguos creadores de belleza: el propósito de durar.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">No se trata, pues, a mi modesto entender, de cambiar, simplemente, el signo del malentendido y convertirnos, ahora, en adoradores incondicionales de lo que antes pudo llegar a parecernos dudoso o descartable. El pensamiento de Paul Valéry es una auténtica potencia de transformación, trata de ceñirse a la razón y de dirigirse a la razón, y sería, entonces, absurdo considerarlo a priori como dogma, favorable o enemigo. Es en nuestro propio provecho, como intelectuales y como hombres, y, aunque no coincidamos en algo o aún totalmente con él, que nos conviene reiniciar, retomar o continuar un diálogo abierto y creador con un pensamiento de ese nivel, que no se propone congelarse en una u otra dirección, sino, por el contrario, nada menos que provocar el cambio. Sospecho y no sin buenos motivos, que la lectura de su Introducción a la Poética (Alción, 2011) constituye una buena oportunidad de volver a dar el primer paso.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-84404237974220672932020-10-31T15:57:00.006-07:002020-11-11T15:40:55.584-08:00El libro que fundó al Brasil<p><br /></p>
<p class="MsoBodyText"><span style="mso-ansi-language: ES;"><!--[if !supportEmptyParas]--> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="mso-ansi-language: ES;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSbTleiFe6GSf9HALVfpN_hyphenhypheno5wY-i2Wt0avNnnH0cdkQSYl0XDr7Li0Qbkqn5vJHjywwbouH7_oD49UIwf5La6TWCwBGiNjSUL9SsLFywcypgy8ZSZAM7lW0Q77XIVAhNfj0PfcfEhjQ/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSbTleiFe6GSf9HALVfpN_hyphenhypheno5wY-i2Wt0avNnnH0cdkQSYl0XDr7Li0Qbkqn5vJHjywwbouH7_oD49UIwf5La6TWCwBGiNjSUL9SsLFywcypgy8ZSZAM7lW0Q77XIVAhNfj0PfcfEhjQ/s320/ferv.png" width="320" /></a></span></div><span style="mso-ansi-language: ES;"><br /><!--[endif]--><o:p></o:p></span><p></p>
<p class="MsoBodyText"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Por
Rodolfo Alonso *<o:p></o:p></span></span></i></b></p>
<p class="MsoBodyText"><span style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoBodyText"><span style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoBodyText" style="text-indent: 35.4pt;"><span style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">Precedida por la justiciera aunque tardía abolición de la esclavitud en
1888, la República es proclamada en Brasil al año siguiente. Imaginándose
predestinada a un destino de progreso, olvidaba o prefería ignorar que, en el
interior del inmenso Brasil, se conservaban vigentes culturas arcaicas,
ineludiblemente propias, ligadas y defendidas incluso por los enormes espacios
desiertos y áridos. Del sertón nordestino surgió entonces una personalidad
singular: Antonio Conselheiro, un líder mesiánico y orgánicamente contrario a
la República (el Almanach Hachette de 1897 se animó a considerarlo un profeta
que predicaba “el comunismo al mismo tiempo que el restablecimiento de la
monarquía”) que, acaso sin habérselo propuesto, se descubrió encabezando enormes
multitudes campesinas. Hombres, mujeres, viejos y niños lo seguían, y también
bandoleros, y temibles guerreros: los legendarios <i style="mso-bidi-font-style: normal;">yagunzos</i>. Conselheiro erigió en la casi miserable aldea de Canudos
su “Troya de barro”, como bien iba a decir Euclides da Cunha. Y allí tuvo que
ir a enfrentarlo el modernísimo ejército de la República.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>La revuelta vino a confrontar armas
tradicionales, cuando no rudimentarias, con los sofisticados productos de la
industria bélica germana. Pero también comunidades primitivas, reales, con un
proyecto que no las contenía. Le tocó a un ingeniero militar, Euclides da
Cunha, un hombre de mundo que actuó en política y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>fallecería en un duelo, con inquietudes humanísticas y
etnográficas, preocupado por las culturas del interior brasileño para permitir
la explotación de sus riquezas, formado y entusiasmado por las propuestas
modernizadoras de la República, ser designado en 1897 corresponsal de guerra
del periódico “O Estado de São Paulo” para cubrir la campaña de Canudos. Sus partes
desde el frente son la materia de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los
Sertones</i> (1902), libro que comienza por dos secciones: “La tierra” y “El
hombre”, donde se indagan con visión científica el medio y sus protagonistas,
para concluir con “La lucha”, gravísima y visionaria denuncia del drama
nacional: “Aquella campaña recuerda un reflujo hacia el pasado. Y fue, en la
significación integral de la palabra, un crimen”, dice da Cunha en su nota
preliminar. Y al concluir: “Canudos no se rindió. Ejemplo único en toda la
historia, resistió hasta el agotamiento completo.”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Libro de iniciación, de irrupción, de
excepcional riqueza, apasionante e iluminador, primera mirada sobre la compleja,
contradictoria, riquísima personalidad del Brasil pero también atractivo por sí
mismo, como todas las obras fundadoras de nuestras literaturas (comenzando entre
nosotros por <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Facundo</i>, su legítimo
ancestro, que Sarmiento publicó en 1845) no responde por completo a la
preceptiva de ningún género. Y aún no se sabe qué admirar más: si la densidad
expresiva, la agudeza político-social o su inusitada fecundidad. De él derivan
líneas fundamentales en la gran literatura brasileña, culminando con obras tan
ejemplares y diferentes entre sí como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casa
grande y senzala</i>, de Gilberto Freyre, en lo sociológico, o la inefable y
originalísima novela <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gran sertón: veredas</i>,
de João Guimarães Rosa, en lo más poéticamente literario, y lingüístico.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">(Quizá pueda sorprender, pero es sin duda significativo, que
en Argentina la primera versión a nuestro idioma, de Benjamín de Garay, editada
por Claridad en 1942 con prólogo de Mariano de Vedia, fuera un encargo oficial para
la “Biblioteca de autores brasileños traducidos al castellano” auspiciada por
nuestro Ministerio de Justicia e Instrucción Pública mediante una comisión
presidida por Ricardo Levene. No siempre primó la desconfianza o el
desconocimiento entre nuestros dos grandes países hermanos, basamentos
esenciales de la anhelada Patria Grande.)<span style="mso-tab-count: 1;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: arial; font-size: medium;">*
Poeta, traductor, ensayista</span><span style="font-family: Arial; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">.<o:p></o:p></span></i></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-54636466090965493492020-10-13T08:36:00.005-07:002020-10-28T20:11:11.459-07:00FOTOGRAFÍAWALTER BENJAMINCHARLES BAUDELAIRE<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxVkPdXj0zyKB0-gpkUCsi_dHr4B6OFfxySq8KHRGv48FgJ0TxHzj4Ty7a5Mk2BrCa5iuQlzOFUVyfaRsLMP3B4UuTSdb7Ft3y2QmeiTdAIaYOEypxYcQE_njNBDJao_uqAvsjk4kXK6M/s210/p12.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="45" data-original-width="210" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxVkPdXj0zyKB0-gpkUCsi_dHr4B6OFfxySq8KHRGv48FgJ0TxHzj4Ty7a5Mk2BrCa5iuQlzOFUVyfaRsLMP3B4UuTSdb7Ft3y2QmeiTdAIaYOEypxYcQE_njNBDJao_uqAvsjk4kXK6M/s0/p12.jpg" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">CONTRATAPA</span></p><p><span style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: "Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 13px;">FOTOGRAFÍA WALTER BENJAMIN CHARLES BAUDELAIRE</span></p><p><span style="font-family: arial;">12 de octubre de 2020</span></p><p><span style="font-family: arial;">Tomar una foto</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso *</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrJP2PnjhV3j_aqLe1a8NALdfZYBCoc5pWxbfOugDm9INOthlRsYNFc19eKoHymQMnq8YJCabxue7KUgbsTZx2-h2wIhAbhj9zFPLf0qyclwTkOzeY6-rBtGU8uwVx_vj-17RxE2AoMQM/s960/aaaa.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="960" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrJP2PnjhV3j_aqLe1a8NALdfZYBCoc5pWxbfOugDm9INOthlRsYNFc19eKoHymQMnq8YJCabxue7KUgbsTZx2-h2wIhAbhj9zFPLf0qyclwTkOzeY6-rBtGU8uwVx_vj-17RxE2AoMQM/s320/aaaa.webp" width="320" /></a></div><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><span face=""Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; font-size: 12px; font-weight: 600;">Charles Baudelaire retratado por Étienne </span><span style="background-color: white; color: #1d2228; font-size: 13px; text-align: left;">Narjat</span></span></div><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Por qué, incluso entre muchas otras, a veces con el mismo origen, sólo alguna fotografía en especial nos resulta absolutamente renovadora, relevante? ¿Por qué, entre muchas otras tomadas por el mismo fotógrafo, y a veces en la misma ocasión, sólo una se vuelve para nosotros totalmente conmovedora? ¿Por qué sólo una entre mil fotografías se (nos) vuelve arte?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero ¿de qué arte se trata? ¿Qué parte es producto del ojo, de la mente, del espíritu de quien toma la foto? ¿Qué parte es fruto de las cualidades de la máquina? ¿Qué parte es acaso fruto del azar o la casualidad? A diferencia de la pintura, aquí el modelo no es pasivo. ¿Qué parte de una foto lograda no emana del modelo, o de su circunstancia? Allí es donde el concepto de revelar, de revelado, sólo en apariencia puramente técnico, me revela (y valga la redundancia) su más profundo y verdadero sentido: la foto como arte es capaz, en sus más altos logros, de producir una auténtica revelación.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Porque algo más que imagen se pone de manifiesto, se evidencia, en una foto lograda, en una foto que sí podemos llamar “de arte”. Es verdad que la pintura auténtica supo hacerlo, en su propio lenguaje, pero el arte de la foto tuvo, y quizá tiene aún, el suyo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Por qué, incluso entre muchas otras, a veces con el mismo origen, sólo alguna fotografía en especial nos resulta absolutamente renovadora, relevante? ¿Por qué, entre muchas otras tomadas por el mismo fotógrafo, y a veces en la misma ocasión, sólo una se vuelve para nosotros totalmente conmovedora? ¿Por qué sólo una entre mil fotografías se (nos) vuelve arte?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">Pero ¿de qué arte se trata? ¿Qué parte es producto del ojo, de la mente, del espíritu de quien toma la foto? ¿Qué parte es fruto de las cualidades de la máquina? ¿Qué parte es acaso fruto del azar o la casualidad? A diferencia de la pintura, aquí el modelo no es pasivo. ¿Qué parte de una foto lograda no emana del modelo, o de su circunstancia? Allí es donde el concepto de revelar, de revelado, sólo en apariencia puramente técnico, me revela (y valga la redundancia) su más profundo y verdadero sentido: la foto como arte es capaz, en sus más altos logros, de producir una auténtica revelación.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Porque algo más que imagen se pone de manifiesto, se evidencia, en una foto lograda, en una foto que sí podemos llamar “de arte”. Es verdad que la pintura auténtica supo hacerlo, en su propio lenguaje, pero el arte de la foto tuvo, y quizá tiene aún, el suyo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Claro que aquí vuelve a presentarse lo que intuyo el misterio y a la vez lo concreto de la fotografía. La verdadera foto nunca se agota en la reproducción más o menos exacta, más o menos verosímil, de la “realidad”. Más allá de prejuicio alguno, esa es su menor tarea, su tarea menor. Pero la gran fotografía, las fotos únicas, nos descubren, cuando lo logran, cuando se logran, algo siempre más profundo, más hondo, de lo que representan. Nos hacen ver, en realidad, algo de esa realidad que no habíamos percibido: revelan, la revelan. Nos la revelan, sí, más de fondo, pero no apenas en lo superficial, en lo aparente, sino en lo que esa realidad tal vez quiere mostrarnos, al mostrarse. Y se vela, en cambio, cuando no lo quiere.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tengo la convicción de que, en estas artes de la técnica, las concreciones más reveladoras, las obras más logradas, se dieron (iba a decir “se produjeron”, pero me arrepiento, por la connotación actual) en los momentos más primitivos, iniciales de esas técnicas. Como bien afirmaba Bernhard von Brentano, “un fotógrafo de 1850 se encontraba por vez primera, y durante largo tiempo por última vez, a la altura de su instrumento”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Walter Benjamin, por supuesto desde otra perspectiva y otra época, advierte que “los estudios más recientes se ciñen al hecho sorprendente de que el esplendor de la fotografía (...) coincida con su primer decenio. Y este decenio es precisamente el que precedió a su industrialización”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero ¿por qué han elegido rostros, retratos, los mejores de esos grandes artistas franceses de mediados del siglo XIX, pioneros legítimos de la fotografía como arte? Se puede sospechar que todavía perduraba en ellos, especialmente en los más sensibles, el influjo que la pintura, de la cual el retrato siempre ha sido un dominio, debe haber tenido en su visión estética. Benjamin, convencido de que el arte humano tuvo un origen de culto, cuando no de magia (¿para qué habría pintado un hombre primitivo su bisonte en la pared más escondida y menos accesible de una caverna, sino para propiciar su caza por medio de la magia simpatética, que representa lo que desea provocar?), sabía también que, a lo largo de su historia, el hombre fue modificando su recepción y aprehensión del arte a medida que se producían grandes cambios en su contexto. Del gran arte de tema religioso que empezó siendo visto siempre con ojo de creyente, se pasó en su momento a la contemplación de la obra como arte, lo que dio comienzo a un largo período de florecimiento.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hasta que las artes mecánicas, comenzando por la reproducción industrial y la fotografía, produjeron cambios muy profundos en la percepción, no ya de los espectadores más o menos especializados, sino en lo que estaba empezando a denominarse público. En esa línea, el valor de exhibición comienza a erradicar el valor de culto. “Pero este no cede sin resistencia”, dice Benjamin, “Ocupa una última frontera que es el rostro humano. En modo alguno es casual que en los albores de la fotografía el retrato ocupe un lugar central”. ¿Por qué? Y sostiene: “El valor de culto de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos”. Y es más: “En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Benjamin concluye que, cuando el rostro desaparece de la fotografía, el valor de exhibición se enfrenta, victoriosamente, con el valor de culto. Es como si allí hubiera relumbrado, frente a ese público que ya no lo percibirá cuando a los periódicos se les imponga la foto, y especialmente cuando empiecen a llevar textos al pie, el último resplandor de lo sagrado: un rostro humano.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“Sería prodigioso que un crítico se convirtiera en poeta y es imposible que un poeta no contenga un crítico.” Quien lo afirma es Charles Baudelaire, el padre de la poesía moderna, y va a lanzar su anatema más demoledor sobre la fotografía recién nacida: “Si se permite a la fotografía suplir al arte en algunas de sus funciones, bien pronto lo habrá suplantado o corrompido por completo, gracias a la alianza natural que encontrará en la necesidad de la muchedumbre.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y al mismo tiempo, sin duda contradiciéndose, el mismo Baudelaire aceptará muchas larguísimas horas de pose para Nadar, a quien se deben no pocas de sus mejores fotografías. Y aunque no le concediera tantas sesiones, al menos conocido Étienne </span><span style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: "Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 13px;">Narjat</span><span style="font-family: arial;">, a quien se debe para mí la mas reveladora foto de Baudelaire y, por si fuera poco, la más tocante y expresiva nada menos que de Rimbaud.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y para siempre nos quedaremos sin respuesta, que no sea la misma foto, para saber si el gran poeta había llegado a intuir que la fotografía siempre seguirá teniendo dos opciones: el arte o el mercado, la industria o la belleza. Y tampoco sabremos si lo conmovieron, qué le dijeron algunas de esas fotos que hablan tanto de él. Y en el primer lenguaje de la técnica, él mismo en pañales, a mediados del siglo XIX.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">*Poeta, traductor, ensayista.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-38407250466353540112020-10-13T08:24:00.010-07:002020-10-13T08:27:38.240-07:00 Antonio Berni no se vende<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpmI3iXsZUdqH9C_SlOtMEAQBQ5W7VRXn1V_0SVVwUXnwzbIRAR8_zCMCacLdYDLufrtkWuevHtp44cCXhEo2PAxz-JT69W0vIZYQl8ZX5OsG-eyF3pB_KNxMJkCp03ZG9o5c2pjd5JqU/s321/ferv.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpmI3iXsZUdqH9C_SlOtMEAQBQ5W7VRXn1V_0SVVwUXnwzbIRAR8_zCMCacLdYDLufrtkWuevHtp44cCXhEo2PAxz-JT69W0vIZYQl8ZX5OsG-eyF3pB_KNxMJkCp03ZG9o5c2pjd5JqU/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><br /></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso </span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEild2EgFdXwJkMKF93tRw3t6BZl1TIZHbWnerOHw5C0KknkSn2FOr9-YPhSk7B_uL75NP8kucbYaJhOK49tCj3ySd5PMAsqzVBrg2EPp10x5XT9-gGUdvNrJAxtdIYoq13jXA3Ymz4c5d4/s800/antonio-berni-desocupados-1934.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="590" data-original-width="800" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEild2EgFdXwJkMKF93tRw3t6BZl1TIZHbWnerOHw5C0KknkSn2FOr9-YPhSk7B_uL75NP8kucbYaJhOK49tCj3ySd5PMAsqzVBrg2EPp10x5XT9-gGUdvNrJAxtdIYoq13jXA3Ymz4c5d4/s320/antonio-berni-desocupados-1934.jpg" width="320" /></a></div><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">Antonio Berni <i>"Desocupados1934"</i></span></div><p></p><p><span style="font-family: arial;">La despiadada ofensiva neoliberal que dañó de raíz la vida social y los derechos de nuestro pueblo y, especialmente, de los más desvalidos, ha venido, por desdicha, a dar un marco de actualidad a estas reflexiones.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hace más de ocho décadas, en 1934, un artista plástico que ya unía a sus inquietudes estéticas un exigente compromiso ético y político, sintió la necesidad de pintar un cuadro que denunciara la grave crisis que vivía, entonces, nuestro país. El pintor se llamaba Antonio Berni, ese cuadro se tituló Desocupados y ya empezaba a ser noticia: presentado por su autor al Salón Nacional, no fue admitido por el jurado. Con sólo ver la obra es fácil percibir que el rechazo no pudo ser apenas estético, sino, debido a la patente denuncia social implícita en la obra, muy poco digerible para el tipo de gobierno entonces encaramado en el poder. Por otro lado y en inconsciente reconocimiento de culpa, aquel jurado resolvió adquirirle -¿cómo compensación?- un retrato femenino.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pasaron los años y Berni empezó a ser valorado. Pero, siguió demostrando, en vida y obra, que no era insensible a las deficiencias de nuestra realidad. Basta recordar sus expresivas series de Juanito Laguna y de Ramona Montiel, donde lo artístico y lo humano se confunden, en un hallazgo que, sin duda, tenía su antecedente en las vanguardias, aunque, no siempre, con la misma dirección: el collage con desechos industriales y urbanos se convertía, a la vez, en obra y denuncia, utilizando, literalmente, desechos como materia prima, convirtiendo desechos en arte para devolvernos la imagen de seres humanos convertidos en desechos por una sociedad egoísta. Y de la cual el artista, también, forma parte.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Esa doble actitud, estética y social, fue, al fin, reconocida y, en una época propicia, a mediados de los 80, pudo verse todo el Museo Nacional de Bellas Artes dedicado a una merecida exposición retrospectiva del maestro Antonio Berni. Quién podía dudar, entonces, en medio del entusiasmo con que el país recuperaba la democracia y, con ella, la libertad de expresión y de crítica, que la obra de Antonio Berni, como artista y como hombre, había sido asumida.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pues bien, unos diez años después, en plenos 90, una conocida galerista pudo exclamar públicamente: “¡Por fin se lo ha reconocido como merece!”. ¿A qué se debía esa repentina exaltación, escrupulosamente recogida en los medios, por supuesto, en la página financiera y no en la, cada vez, más deprimida sección de crítica de arte? Aquel cuadro, Desocupados, que Antonio Berni firmara, como vimos, en 1934, había alcanzado la cotización más alta, entonces, para el arte argentino: fue vendido en 800 mil dólares.</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgX5tP9BD94hzGQEjfi8IuFghEujuFPd6SR-pMY_2D215xKksPdeNhyphenhyphengoYIjgsQhYgVgHKRRlj_6bgXLVOP-bg8mVA2B23qmprgmmi8Meq2qblU2FX-FGxm3xTqailNBa0T1G5_tA1A9qM/s456/Antonio-Berni-El-mundo-prometido-a-Juanito-Laguna-1962..jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="317" data-original-width="456" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgX5tP9BD94hzGQEjfi8IuFghEujuFPd6SR-pMY_2D215xKksPdeNhyphenhyphengoYIjgsQhYgVgHKRRlj_6bgXLVOP-bg8mVA2B23qmprgmmi8Meq2qblU2FX-FGxm3xTqailNBa0T1G5_tA1A9qM/s320/Antonio-Berni-El-mundo-prometido-a-Juanito-Laguna-1962..jpg" width="320" /></a></div><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">Antonio Berni "<i>El -mundo prometido a Juanito Laguna</i>"-1962.</span></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">Adormecidos como estábamos –algunos menos que otros- por la frivolidad posmoderna dominante y envueltos en los valores de un ultra-individualismo, más que pragmático, desolador, cuando (como anticipó en 1935 el visionario Discépolo, con su premonitorio Cambalache) “La panza es reina y el dinero Dios”, puede ser que no se hayan percibido los múltiples significados que esa mera noticia vino a plantearnos, como sociedad y como cultura. Y que no se agotaban en otro trascendido posterior, de la misma exitosa galerista, también recogido por el sector finanzas de un matutino: “Hace diez años sólo valía 25 mil.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Quiere decir, en términos fríamente crematísticos que, por un lado, alguien había hecho buen negocio y, por el otro, alguien creyó que valía tanto dinero poseer ese objeto. Con qué fin, no lo sabemos. Dudamos que haya sido el simple -aunque sutil- gusto de la contemplación, que, en este caso, iba a ser tan sólo individual o para pocos, pues el cuadro no fue expuesto al público en ningún museo, como sería justo. Pero, casi como una metáfora de la situación del arte, desde aquel momento de nuestra vida social, el hecho se presta a muchas implicancias, incluso, contradictorias.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Por ejemplo, ¿es el precio que logra en su venta, para nuestra cultura, la más alta valoración que le cabe a una obra de arte? La difusión de ese único tipo de evaluación, en un medio donde el principal criterio imperante es el poder del dinero, ¿no modifica la deseable actitud contemplativa que del público puede lograr esa obra? Y la obra misma, ¿no cambia de sentido con ese acto? O, por otro lado, ¿es aceptable que esas cifras se sigan abultando sin que su productor, el artista, obtenga de ello beneficio material alguno? Y, por el contrario, ¿puede el artista -así sea mucho después- aceptar que se evalúe en términos de dinero algo que tuvo otro objetivo? ¿Y cómo convive el artista con eso, no sólo en cuanto a su pasado, sino, también, a su futura producción?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y lo que es, quizá, más emblemático, ¿cómo puede una obra de arte, cuya finalidad precisa es la denuncia de una situación social donde el poder del dinero termina convirtiendo a amplias masas de personas en desocupados, terminar convirtiéndose, a su vez, en un objeto cuyo valor sólo se tasa, precisamente, en dinero? Y, justamente, cuando, en nuestro propio país, el mismísimo Mariano Grondona confesaba, en su columna internacional de La Nación, el domingo 16 de julio de 1996: “es difícil eludir la conclusión de que la Argentina es el país de Occidente que más sufre el desempleo”. O sea, ¿no se convierte, casi, en una siniestra parábola, en una muestra de humor negro al revés, el hecho de que un cuadro cuyo objetivo explícito es denunciar el drama humano de los Desocupados, se convierta en apetecible botín de caza para compradores millonarios, precisamente, en el momento en que ese mismo país estaba por llegar al clímax en sus índices de desocupación?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Me imagino la sonrisa, levemente burlona, del mismo Antonio Berni si pudiera escucharme. Y sé que alguien dirá: ¿por qué se sigue metiendo en esos bretes? ¿Para qué traer, ahora, esos problemas? ¿Qué tiene que ver eso con el arte? ¿Acaso no está bien que los pintores ganen? ¿De qué quiere que vivan los artistas? ¿No le gusta el dinero? ¿Qué clase de respuesta es la que espera obtener de todo eso?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y sé que, sinceramente, sólo puedo responderles: lo único que me importa es que se puedan seguir haciendo ese tipo de preguntas. Me importa que sigan las preguntas. Probablemente, como a aquel mismo joven Antonio Berni que, en 1934, sintió la viva necesidad de pintar un cuadro que se iba a llamar Desocupados.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-14653150576558517602020-10-05T08:59:00.002-07:002020-10-30T16:47:11.901-07:00 LA TANGENCIALIDAD COMO SISTEMA<p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Existió sin duda toda una tendencia, dentro del fecundo, variado y rico panorama de la poesía argentina del siglo XX 1, que no sólo desdeña las sensualidades del lenguaje sino que aspira a erigir, con su concisa sequedad, una visión tan desacralizada como desesperanzada. Hija del cielo vacío y del mundo sin dioses que la Diosa Razón terminó revelando a los hombres, y que el poder tecnocrático no ha hecho sino volver más aterrador, los autores que de algún modo pueden ser enrolados en ella no se conforman tampoco con la menos divina aventura de la historia y se empeñan de una u otra manera, cada cual a su modo, en un humanismo desesperado, sin salida, y no obstante, cuando se logra, también revelador y, ¿por qué no?, reparador. Es la ladera en uno de cuyos extremos se empina un Girri, y en cuyas estribaciones puede encontrarse también en diferentes meridianos a Giannuzzi, Paita, Castillo, Oteriño, Preler, Godino, Sylvester, por citar sólo algunos pero representativos.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>Y a ese linaje admite quizá ser referido Roberto Juarroz (1925-1995), a quien se podría acusar de cualquier cosa menos de falta de persistencia. Su obra, de respetable envergadura, constituye prácticamente desde el comienzo una tozuda y continua indagación sobre verdades últimas, signo de una inquietud prácticamente ajena a los avatares de la Naturaleza y de la Historia (al menos, en apariencia), que no registra en sus libros y poemas más que un solo y mismo título: Poesía vertical, al mismo tiempo quizá ingenuo y ambicioso, y que parece considerar a la poesía antes bien una herramienta de conocimiento que un instrumento de revelación.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>Por una reducción al absurdo que no carece de sentido, así como una razón extremadamente razonante nos ha conducido de algún modo a un universo de sinrazón, donde vivimos por ejemplo casi literalmente apartados de la vida, también Juarroz pretende acaso alcanzar un más allá de la razón. Como quisieron asimismo los surrealistas pero, a diferencia de éstos, y obviamente en dirección opuesta, sin abandonar nunca el uso de la razón. Lo que no deja de ofrecer sus riesgos y marca también, quiérase o no, voluntariamente o no, los límites de su aventura, que siempre ha de oscilar sobre el abismo que separa a la prosa filosofante, por lograda que sea (“En el mismo pensar está el vacío” o “La realidad carece de escrúpulos”), de la poesía realmente encarnada (“Así la luz ata la noche” o “La noche está aquí”).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>Hay otra virtud que debe serle reconocida. Y es, junto con la constancia, la de no hacer concesiones de ningún tipo. Atenida a su objeto, ni modesta ni orgullosa, su palabra continúa martillando sin pausa contra la rugosa y refractaria realidad, buscando reiteradamente una tercera vía, una quinta dimensión que pueda ser realmente la salida –quizá nunca la coartada-- de tanta angustia (“No hay lenguaje ni fuego ni distancia / ni color ni pasión ni consistencia / ni alrededor ni centro ni abandono / que nos exima de esta coacción constante: / la noche nos aplasta contra la noche”). En tal camino choca, cae y se levanta una y otra vez, como Sísifo, tan terriblemente humano, y también como ese “hombre de la continua obsesión” al que Raúl Gustavo Aguirre (y Pavese antes) identificaba con el poeta. El texto no es siempre, entonces, un universo autónomo y coherente, concretado en sí mismo, un legítimo ser vivo hecho de lenguaje, sino muchas veces el testimonio lacerante de esa lucha, el testimonio de una caída que no es sólo la del artista sino la del hombre mismo y que por eso nos resulta doblemente –humanamente-- tocante.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>Si no se ve fraternidad, amor, heroísmo, instinto, dioses, paraíso ni infierno, quizá sólo nos quede (como pide en cierto modo el budismo, como dice Juarroz) “la beatitud de una existencia tangencial” 2, lema que bien podría ostentar toda su obra. Y también la soberana ambición, irrenunciable aunque sin porvenir, de que por lo menos “todo se disfraza de hombre”. A riesgo de perderse, a riesgo de caer en su propia retórica, Juarroz ha sabido continuar su camino –que es sólo aparentemente solitario--, y si rechina a veces, acaso en busca de alguna precisión (como cuando habla de “entremirar ensimismado”, “contornos apelmazados” o “semitextos enlazados”), en otras se logra plenamente, dándonos la conciencia de estar ante un Juarroz auténtico (“Poner junto a la alegría por la hoja que está / la alegría por la hoja que no está / y con ambas construir la alegría / por la hoja que ni está ni no está. // Aunque apenas alcance / para ocupar el espacio / de la hoja que falta en el pensamiento”), y en otras se supera, más allá de sus límites, más allá de sus razones y de su razón, allí donde impera inefable la mismísima poesía (“Reflejo de lo que pasa en lo que pasa. / Ningún espejo fijo. / Cuerpo de agua, / viento en las venas de las cosas. // Universo incompleto: / falta donde mirarse, / falta la voz, el tiempo, el sueño inmóvil, / falta un seguro asilo de la imagen”).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Una desconfianza visceral</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>En la poesía argentina de la centuria pasada (la poesía de una literatura que había nacido el siglo XIX con dos libros tan contundentemente realistas y comprometidos como El matadero o el Facundo, pero en la cual no deja de circular también aquella inefable “sombra doliente” del Santos Vega), se acentuó en las penúltimas décadas del siglo pasado 3 una vigorosa corriente que podríamos denominar parafilosófica, en la que –al menos a primera vista, en superficie-- la inteligencia y el razonamiento predominan sobre el sentimiento y sobre la pasión. Un ejemplo extremo de esa tendencia bien podría ser la obra de Girri, paradójicamente colmada en vida de un éxito por lo menos institucional en nuestro medio, o (de un modo similar pero a la vez distinto) también la de Juarroz, que supo cobrar en cambio bastante resonancia en el exterior.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>En este último, una desconfianza prácticamente visceral ante la vida (“fatal repetición de un sonido inexistente”) 4 y ante el lenguaje (“Las palabras semejan alas disecadas”), se sublima o se aplaca –a mi modesto entender-- mediante la recurrencia a una entrevista (o al menos invocada) tercera posibilidad, tercera salida (“Una soledad dentro. / Otra soledad afuera. / Y en la puerta retumban los llamados. // La mayor soledad / está en la puerta”, “Respiración en el abismo / o respiración del abismo. / Y quizá más todavía: / respirar el abismo”). Ese artificio simpatético se había convertido ya en uno de los hallazgos de Juarroz, le deparó momentos que incluso lo identifican pero, en la reiteración, corre acaso el riesgo de perder su eficacia y de transformarse, además, de percepción en retórica. Y aquella desconfianza (¿la náusea sartreana?) ante la carencia de un asidero último, reflejada en las mismas imposibilidades del lenguaje (“la experiencia sin verbo / de una nada concreta”), sería paradójicamente en sus mismas carencias metáfora de la otra carencia esencial de nuestra condición, con lo que la ausencia habitual de imágenes en esta escritura, su parquedad o sus excesos, y aun sus rebarbas, sus chirridos, se convertirían así --¿reducción al absurdo?-- en significantes (“Decirlo / sin la palabra agreste del lenguaje”).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><span style="white-space: pre;"> </span>Señalar entonces los momentos en que nos parece ver a esta escritura prodigarse en lo chocante (“prorrateo abierto del mirar”, “menguado alquitrán”, “espalda de fervor restituido”, “funambulesco histrión”, “caleidoscopio autoverbal”, “las pálidas secuencias retorcidas, / las agendas vigiladas, / las ebriedades ficticias”) cuando no en lo horrísono o en lo directamente prosaico (“publicidad subliminal”, “Segundo y principal”, “la aplicación de una discretísima posología”, “Este ejercicio / debiera ser trasladado a otro lugar. / Aquí no se dan las condiciones / para cumplirlo con éxito”, “En esta situación / es difícil abrir bien las ventanas”), podría en cierta medida haber provocado una agridulce mirada en el autor (“El lugar de la palabra / es siempre otro”), en cuya labor el lenguaje no es más que un instrumento a sabiendas imperfecto para una percepción que se sabe incompleta. Sin embargo, entre la “cruel transparencia” y “la barbarie de la muerte” –dos magníficos hallazgos--, de espaldas a la fraternidad (“esos roces que llamamos los otros”) y la vida social o cotidiana (“la historia o sus flacos sucedáneos”), una ética casi budista (“Hacerse a un lado, abstenerse”, “quedarse al margen”) eleva aquí su árida y ávida –cuando no ácida-- evidencia de una experiencia en los límites que de algún modo se transmite a nosotros, más allá o más acá de sus alcances específicamente literarios. Y, como suele ocurrir en casi toda obra, en algún momento mucho más que en otros: “Recuperar figuras del sueño / como quien gana terreno al mar / y fundar en esa mínima playa / el temblor de un pequeño poema. // Devolver luego el sueño al sueño / y cerrar el circuito, / porque el sueño no puede estar mucho / afuera del sueño. // Así, casi sin haberlo buscado, / quedará entre las palabras del poema / un poco del perfume del fondo.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">1 Estas palabras comenzaron a ser escritas en 1984. Arduo sería intentar actualizarlas a la luz de las últimas décadas. (N. del A.)</span></p><p><span style="font-family: arial;">2 Esta y todas las otras citas de la primera parte pertenecen a Octava poesía vertical, de Roberto Juarroz, publicada por la editorial Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1984. (N. del A.)</span></p><p><span style="font-family: arial;">3 Escrito a partir de 1987. (N. del A.)</span></p><p><span style="font-family: arial;">4 Todas las citas de esta segunda parte pertenecen a Novena poesía vertical / Décima poesía vertical, de Roberto Juarroz , editado por Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1987. (N. del A.)</span></p><div><span face=""Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif" style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: arial; font-size: 13px;">Revista ·Poesía", Universidad de Carabobo, Venezuela</span></div><div><span face=""Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif" style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: arial; font-size: 13px;"><br /></span></div><div><span face=""Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif" style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: arial; font-size: 13px;"><br /></span></div><div><span face=""Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif" style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: arial; font-size: 13px;">Revista "Poesía" Unversidad de Carabobo Venezuela</span></div>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-73878107977676856322020-10-01T16:31:00.001-07:002020-10-01T16:31:14.103-07:00A 70 años de la muerte de Cesare Pavese<p> </p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 8.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><i><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Por Rodolfo Alonso <o:p></o:p></span></i></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-style: italic;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-style: italic;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-style: italic;">Para LA
GACETA – Olivos (pcia. de Buenos A<i>ires)<o:p></o:p></i></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt;">El 27 de agosto de
1950, en Turín, se suicidaba uno de los más grandes escritores italianos del
siglo XX. Poco antes dijo: “He trabajado, he dado poesía a los hombres, he
compartido las penas de muchos.”<o:p></o:p></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Piamontés
universal, Cesare Pavese es sin duda uno de los más significativos escritores
italianos del siglo XX. Nacido el 9 de setiembre de 1908 en el medio campesino
de Santo Stefano Belbo, hijo de un secretario de juzgado en Turín, iba a
concluir poniendo fin a su vida (“Palabras no. Un gesto. No escribiré más”, son
las líneas finales de su indeleble diario, <i>El oficio de vivir</i>), en un
cuarto de hotel en Turín, el 27 de agosto de 1950. Esa vida y esa obra se irían
cubriendo (y los argentinos fuimos tal vez de los primeros en percibirlo fuera
de Italia) de significados a la vez entrañables y nítidos, donde conviven voces
ancestrales y moderna lucidez, cuya riqueza, perfección formal, perdurabilidad
y resonancia permiten considerarlo un auténtico clásico.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Dueño de
una apasionada inteligencia, una bella sensibilidad y una indomable voluntad de
raciocinio, en pocos como en él se reunieron en su época, a la vez como
evidencia estética y como testimonio intelectual, por un lado la entereza de un
humanismo capaz de pensar y de intentar un mundo para todos (“en medio de la
sangre y el fragor de los días que vivimos va articulándose una concepción
distinta del hombre. El hombre nuevo será puesto en condiciones de vivir la
propia cultura y de reproducirla para los otros, no en abstracto, sino en un
intercambio cotidiano y fecundo de vida”). Junto a ello, la devoción por una
belleza que no se niega a ninguna verdad, por aparentemente oscura que parezca
(“La fuente de la poesía es siempre un misterio, una inspiración, una conmovida
perplejidad ante lo irracional, tierra desconocida”). En esa tensión, que no
supo dejar fuera a su propia vida, alcanza una hondura y calidad especialmente
tocantes. Y aunque el suicidio parece constituir el broche de la angustia, una
tozuda, lúcida y fecunda voluntad de vida, de belleza y de trabajo emerge
limpiamente de sus palabras.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> Su
juventud creció con el fascismo, que lo arrestó el 15 de mayo de 1935 y lo
confinó, como opositor político, en Brancaleone Calabro, de donde volvió en
marzo de 1936. Pero no cambiado. A la bochinchera y grandilocuente cultura
oficial del fascismo supo enfrentarse, lúcidamente, como su impar compañero de
generación, Elio Vittorini, con la traducción y el análisis crítico de la gran
literatura norteamericana. Heredero de un mundo campesino que nunca cesó de
nutrirlo, su primer libro, <i>Trabajar cansa</i> (Solaria, 1936, con reedición
aumentada de Einaudi, 1943), es un nuevo ciclo abierto y cerrado por él en la
poesía italiana moderna, tanto como una revisión exhaustiva de ese mundo natal,
lleno de atavismos que, a pura luz de razón, se convierten en auténticas
iluminaciones. Y ese mundo está siempre presente en su gran narrativa. Y hasta
en sus resplandecientes ensayos, donde la percepción del claro espacio mítico
que es el campo, la viña, el bosque, la sangre, la noche, los astros, se
convierte en alimento de esclarecedoras conclusiones.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> Llegó
a triunfar en Turín, la gran ciudad de sus sueños de infancia, como intelectual
y como artista: pudo ser director literario de la prestigiosa editorial
Einaudi, y poco antes de morir recibió el consagratorio Premio Strega. ”Narrar
es como nadar”, supo decir, aludiendo a los ritmos combinados con que el
nadador desplaza su cuerpo en el agua, y también “Narrar es monótono”, por
supuesto en el sentido de la insistencia, de la persistencia en un tono, en un
clima, que nunca es puramente verbal aunque está hecho de lenguaje. Las
palabras de los hombres a las que supo aludir cálida y sabiamente como “esas
tiernas cosas, intratables y vivas”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> Ítalo
Calvino advirtió lo imposible de imaginar hacia dónde habrían llevado a Pavese
las inquietudes etnográficas y antropológicas que lo apasionaban. Y percibió su
compleja y angustiada personalidad, esa voluntad de razón iluminista que sin
embargo no abandona una temblorosa auscultación instintiva. Mucho de ello se
advierte en los inteligentes y lúcidos ensayos que reunimos y tradujimos con
Hugo Gola, no mucho después de su muerte, con el título de <i>El oficio de
poeta</i> (Nueva Visión 1957), donde en <i>El mito</i> escribe: “Antes que
fábula, casi maravilloso, el mito fue una simple norma, un comportamiento
significativo, un rito que santificó la realidad. Y fue también el impulso, la carga magnética que pudo, ella sola,
inducir a los hombres a realizar obras.”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> Hay
en todo Pavese la felicidad del trabajo consumado, esa satisfacción por el
logro tras el esfuerzo, pero también la insatisfacción permanente ante el vacío
posterior, ante la incapacidad de volver a colmarlo o el temor de no lograrlo.
A ese vacío aludió como uno de los motivos de su suicidio, y aunque nunca lo
sepamos con exactitud (¿quién podría?), se hace imposible no advertir que el
hombre capaz de realizar en sólo 42
años de vida una obra semejante, difícilmente estuviera terminado como
artista. El mismo que, horas antes de tomar una trágica decisión, escribía en
su diario: “Mi parte pública la he hecho –lo que podía--. He trabajado, he dado
poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos.”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> No
pocas veces reiteró Pavese que consideraba a <i>Diálogos con Leucó</i> “la cosa
menos infeliz que yo haya escrito”. ¿Cómo no coincidir con él ante esos
diálogos de transido lirismo y honda resonancia, que logran el casi milagroso
resurgir, como una moderna fuente de vida, de los fundacionales mitos griegos? Y
recordemos que ese libro quedó abierto junto a su lecho, en el cuarto de hotel
donde se suicidó. Que su palabra fue escuchada, lo probaron tanto su
persistente repercusión como la estima de sus contemporáneos. Emilio Cecchi lo
dijo quizá mejor que nadie: “Reconozcamos, una vez más, que de su generación
Pavese fue de los espíritus no sólo artísticamente más dotados, sino, en el
conjunto de todas las facultades, intelectual y moralmente más ejemplares.”<o:p></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i><span style="font-family: Arial;">Rodolfo Alonso - Poeta, traductor, ensayista. Libro reciente:<o:p></o:p></span></i></p>
<i><span style="font-family: Arial; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"> “Ser sed”, poesía reunida 1993-2018 (Eduvim, Córdoba, 2019)</span></i>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-84694051758400847942020-10-01T09:17:00.001-07:002020-10-01T09:17:33.172-07:00 Octavio Paz contra el neoliberalismo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDnXY-yPlLs2xZEwvMEhjl6iNRewcYP-Kby6vaHJtKnll97AUzogSH5mQqAQn7nagPi7uo_bdkvCHFP67VVEJdR3WEF4GR66wsM0nMdWxSakLMerX_UBuG18LlJsTrFSdosG0VaaeaFK8/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDnXY-yPlLs2xZEwvMEhjl6iNRewcYP-Kby6vaHJtKnll97AUzogSH5mQqAQn7nagPi7uo_bdkvCHFP67VVEJdR3WEF4GR66wsM0nMdWxSakLMerX_UBuG18LlJsTrFSdosG0VaaeaFK8/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><p><br /></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrX_XiKOJ-tsTzBDzQwcqoqXsTjz46woEN4tr0edPN_X2ZLhmt21uC2KL_T87wRoInHqvTLBGtPvV4L9NlNRAyGpK3KsC2fck0-oJSWxwP1YhQSzrrXruH9QC4JUtElEVF4vAXe7qdIHU/s620/00Octavio-Paz-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="349" data-original-width="620" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrX_XiKOJ-tsTzBDzQwcqoqXsTjz46woEN4tr0edPN_X2ZLhmt21uC2KL_T87wRoInHqvTLBGtPvV4L9NlNRAyGpK3KsC2fck0-oJSWxwP1YhQSzrrXruH9QC4JUtElEVF4vAXe7qdIHU/s320/00Octavio-Paz-1.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">“El mundo que viene es más de dueños que de trabajadores” confesó al periodismo, durante aquel sonado aquelarre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Buenos Aires, un prominente empresario local. Pero, no fue un rapto de sinceridad: él intentaba escamotear la entonces hecatombe concreta sobre derechos seculares de nuestra clase obrera, con el espejismo de un futuro paraíso, virtual y universal, de “emprendedores”. Por suerte, el lenguaje sigue siendo fecundamente ambiguo. Y, de sus palabras, podíamos extraer el contenido literal, bien patente -por desdicha- para los argentinos, en el siniestro ciclo 2016-2019, del macrismo: todo para los dueños, nada para los que crean su riqueza.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Casi de inmediato, como un reflejo antípoda, recordé otro concepto, también, significativo. En uno de sus diálogos, reunidos en libro (El poeta en su tierra) por Braulio Peralta, confiesa Octavio Paz: “Siempre creí -y creo- que mi interlocutor natural era el intelectual llamado de izquierda. Vengo del pensamiento llamado de izquierda. Fue algo muy importante en mi formación. No sé ahora… (…) …lo único que sé es que mi diálogo -a veces mi discusión- es con ellos. No tengo mucho que hablar con los otros.” Pero, el gran dinero corporativo y los no menos desmedidos medios hegemónicos, intentaron apoderarse de todo Octavio Paz, el célebre escritor mexicano, distorsionando sus tempranas críticas al terror stalinista y su redescubrimiento del auténtico liberalismo para adjudicárselo, domesticado, como a tantos otros conversos hacia la derecha.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHg2OJAgs_7N9C_quWi8w9-hfQ7qGWIfAuvS5QyYe33Ii09EurBZSX0a8KZ6GSWOGzb3Eid4emTc5yPbJh0X0q_T2ka3GqijnMNrdCXfKtcox5S2uLQdq3HTj3c3mI6Xg5e3UlzAv7JAM/s363/0000OctavioPaz01.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="363" data-original-width="256" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHg2OJAgs_7N9C_quWi8w9-hfQ7qGWIfAuvS5QyYe33Ii09EurBZSX0a8KZ6GSWOGzb3Eid4emTc5yPbJh0X0q_T2ka3GqijnMNrdCXfKtcox5S2uLQdq3HTj3c3mI6Xg5e3UlzAv7JAM/s320/0000OctavioPaz01.jpg" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Porque Paz, nacido en plena Revolución Mexicana (1914), era hijo de Octavio Paz Solórzano, fundador del Partido Nacional Agrarista, asesor legal de Emiliano Zapata y su representante en EE.UU., involucrado en la reforma agraria y en las transformaciones educativas de José Vasconcelos. Apenas recibido, en 1937, parte a Yucatán con las misiones pedagógicas del legendario presidente Lázaro Cárdenas. Y, también, ese año integra la delegación mexicana al célebre Congreso de Escritores Antifascistas, convocado en Valencia, por los republicanos españoles, mientras arreciaba la guerra civil desatada por el franquismo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Comenzaba su tarea de escritor, cuyos primeros títulos lo vuelven hombre público. Polemista agudo, convencido humanista, su figura crece como su influjo, entre admiraciones y rechazos. Pero, algo hay que reconocerle: en 1968, tras 24 años de diplomacia renuncia, como rechazo a la feroz represión oficial que dejó muchos muertos y heridos, durante la masacre de Tlatelolco, entre los estudiantes mexicanos.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Medio siglo después de aquel legendario Congreso de Valencia, se invitó a los sobrevivientes. A Octavio Paz eso le provocó un gran texto: El lugar de la prueba. Lo reprodujo el diario La Nación, el 8 de noviembre de 1987. Y, en él, comencé a descubrir una vertiente bien oculta. Dice: “porque la libertad de expresión está en peligro siempre. La amenazan no sólo los gobiernos totalitarios y las dictaduras militares, sino también, en las democracias capitalistas, las fuerzas impersonales de la publicidad y el mercado. Someter las artes y la literatura a las leyes que rigen la circulación de mercancías es una forma de censura no menos nociva y bárbara que la censura ideológica.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Octavio Paz</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En su libro La otra voz / Poesía y fin de siglo, de 1990, el año de su Premio Nobel, Octavio Paz reitera, claramente: “hoy las artes y la literatura se exponen a un peligro distinto: no las amenaza una doctrina o un partido político omnisciente sino un proceso económico sin rostro, sin alma y sin dirección. El mercado es circular, impersonal, imparcial e inflexible.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y en otro libro: Al paso, insiste: “Pienso en la solapada dominación del dinero y el comercio en el mundo del arte y la literatura. Las leyes del mercado no son estrictamente aplicables a la literatura, al pensamiento y al arte. Las potencias meramente comerciales, regidas por el criterio del éxito y la venta, tienden a la uniformidad –máscara de la muerte.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">No era algo casual. El 25 de agosto de 1992, leo, en La Nación: “Es muy grave que el relativismo social actual se convierta en un nuevo absolutismo basado en esta idea: las cosas no tienen valor, tienen precio. Este es el camino por el cual una sociedad se destruye.” Y añade: “Cuando yo era joven el gran enemigo del arte eran los Estados autoritarios. Esta amenaza ha sido sustituida por otra mucho más sutil: la amenaza del mercado, que lo relativiza todo. Estas son las grandes amenazas modernas. El mecanismo del mercado no tiene ideología, acepta todas, las usa todas, no respeta ninguna y se sirve de todas ellas.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Si fuera poco, en Le Nouvel Observateur, poco antes de morir, en 1998, afirma Paz: “Se habló del desastre del autoritarismo, sería preciso hablar del desastre del capitalismo liberal y democrático, en el dominio del pensamiento como en el de la vida cotidiana; la idolatría del dinero, el mercado transformado en valor único que expulsa a todos los otros.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Podría citar más, pero ya basta. Llegó la hora de pensar a Octavio Paz en su complejidad, sin anteojeras. No quiero decir que tal reiteración sea única (no pocas veces me tocó disentir con él en otras lecturas). Pero, siento que le debemos considerarlo íntegramente, desde nuestra propia perspectiva sí, pero en toda su múltiple riqueza. Así, empezó a ocurrir, donde algunos no lo hubieran esperado: intelectuales cubanos impulsaron un seminario de análisis a fondo para la entera obra de Paz.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y hay más. En El lugar de la prueba, 50 años después de aquel congreso antifascista, Octavio Paz sólo recuerda esto: “en fin, y ante todo, el trato con los soldados, los campesinos, los obreros, los maestros de escuela, los periodistas, los muchachos y las muchachas, los viejos y las viejas. Con ellos y por ellos aprendí que la palabra fraternidad no es menos preciosa que la palabra libertad: es el pan de los hombres, el pan compartido. Esto que digo no es una figura literaria. Una noche tuve que refugiarme con algunos amigos en una aldea vecina a Valencia mientras la aviación enemiga, detenida por las baterías antiaéreas, descargaba sus bombas en la carretera. El campesino que nos dio albergue, al enterarse de que yo venía de México, un país que ayudaba a los republicanos, salió a su huerta a pesar del bombardeo, cortó un melón y, con un pedazo de pan y un jarro de vino, lo compartió con nosotros.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Alguien capaz de expresar eso no merece que volvamos a pensarlo más a fondo? Sí, ya sé que no era fácil. Que era incómodo, intelectual, disidente, complicado. Pero, ¿es que no se trata justamente de eso? ¿No se trata de seguir soñando un mundo con más libertad y más justicia, con más justicia y libertad?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><p></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-39935558703244803612020-09-22T16:38:00.000-07:002020-09-22T16:38:02.728-07:00<p> </p><h1>A 70 años de la muerte de Cesare Pavese</h1>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 8.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><i><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Por Rodolfo Alonso <o:p></o:p></span></i></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-style: italic;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-style: italic;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></b></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-style: italic;">Para LA
GACETA – Olivos (pcia. de Buenos A<i>ires)<o:p></o:p></i></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial; font-size: 16.0pt;">El 27 de agosto de
1950, en Turín, se suicidaba uno de los más grandes escritores italianos del
siglo XX. Poco antes dijo: “He trabajado, he dado poesía a los hombres, he
compartido las penas de muchos.”<o:p></o:p></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Piamontés
universal, Cesare Pavese es sin duda uno de los más significativos escritores
italianos del siglo XX. Nacido el 9 de setiembre de 1908 en el medio campesino
de Santo Stefano Belbo, hijo de un secretario de juzgado en Turín, iba a
concluir poniendo fin a su vida (“Palabras no. Un gesto. No escribiré más”, son
las líneas finales de su indeleble diario, <i>El oficio de vivir</i>), en un
cuarto de hotel en Turín, el 27 de agosto de 1950. Esa vida y esa obra se irían
cubriendo (y los argentinos fuimos tal vez de los primeros en percibirlo fuera
de Italia) de significados a la vez entrañables y nítidos, donde conviven voces
ancestrales y moderna lucidez, cuya riqueza, perfección formal, perdurabilidad
y resonancia permiten considerarlo un auténtico clásico.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Dueño de
una apasionada inteligencia, una bella sensibilidad y una indomable voluntad de
raciocinio, en pocos como en él se reunieron en su época, a la vez como
evidencia estética y como testimonio intelectual, por un lado la entereza de un
humanismo capaz de pensar y de intentar un mundo para todos (“en medio de la
sangre y el fragor de los días que vivimos va articulándose una concepción
distinta del hombre. El hombre nuevo será puesto en condiciones de vivir la
propia cultura y de reproducirla para los otros, no en abstracto, sino en un
intercambio cotidiano y fecundo de vida”). Junto a ello, la devoción por una
belleza que no se niega a ninguna verdad, por aparentemente oscura que parezca
(“La fuente de la poesía es siempre un misterio, una inspiración, una conmovida
perplejidad ante lo irracional, tierra desconocida”). En esa tensión, que no
supo dejar fuera a su propia vida, alcanza una hondura y calidad especialmente
tocantes. Y aunque el suicidio parece constituir el broche de la angustia, una
tozuda, lúcida y fecunda voluntad de vida, de belleza y de trabajo emerge
limpiamente de sus palabras.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Su
juventud creció con el fascismo, que lo arrestó el 15 de mayo de 1935 y lo
confinó, como opositor político, en Brancaleone Calabro, de donde volvió en
marzo de 1936. Pero no cambiado. A la bochinchera y grandilocuente cultura
oficial del fascismo supo enfrentarse, lúcidamente, como su impar compañero de
generación, Elio Vittorini, con la traducción y el análisis crítico de la gran
literatura norteamericana. Heredero de un mundo campesino que nunca cesó de
nutrirlo, su primer libro, <i>Trabajar cansa</i> (Solaria, 1936, con reedición
aumentada de Einaudi, 1943), es un nuevo ciclo abierto y cerrado por él en la
poesía italiana moderna, tanto como una revisión exhaustiva de ese mundo natal,
lleno de atavismos que, a pura luz de razón, se convierten en auténticas
iluminaciones. Y ese mundo está siempre presente en su gran narrativa. Y hasta
en sus resplandecientes ensayos, donde la percepción del claro espacio mítico
que es el campo, la viña, el bosque, la sangre, la noche, los astros, se
convierte en alimento de esclarecedoras conclusiones.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Llegó
a triunfar en Turín, la gran ciudad de sus sueños de infancia, como intelectual
y como artista: pudo ser director literario de la prestigiosa editorial
Einaudi, y poco antes de morir recibió el consagratorio Premio Strega. ”Narrar
es como nadar”, supo decir, aludiendo a los ritmos combinados con que el
nadador desplaza su cuerpo en el agua, y también “Narrar es monótono”, por
supuesto en el sentido de la insistencia, de la persistencia en un tono, en un
clima, que nunca es puramente verbal aunque está hecho de lenguaje. Las
palabras de los hombres a las que supo aludir cálida y sabiamente como “esas
tiernas cosas, intratables y vivas”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Ítalo
Calvino advirtió lo imposible de imaginar hacia dónde habrían llevado a Pavese
las inquietudes etnográficas y antropológicas que lo apasionaban. Y percibió su
compleja y angustiada personalidad, esa voluntad de razón iluminista que sin
embargo no abandona una temblorosa auscultación instintiva. Mucho de ello se
advierte en los inteligentes y lúcidos ensayos que reunimos y tradujimos con
Hugo Gola, no mucho después de su muerte, con el título de <i>El oficio de
poeta</i> (Nueva Visión 1957), donde en <i>El mito</i> escribe: “Antes que
fábula, casi maravilloso, el mito fue una simple norma, un comportamiento
significativo, un rito que santificó la realidad.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y fue también el impulso, la carga magnética que pudo, ella sola,
inducir a los hombres a realizar obras.”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Hay
en todo Pavese la felicidad del trabajo consumado, esa satisfacción por el
logro tras el esfuerzo, pero también la insatisfacción permanente ante el vacío
posterior, ante la incapacidad de volver a colmarlo o el temor de no lograrlo.
A ese vacío aludió como uno de los motivos de su suicidio, y aunque nunca lo
sepamos con exactitud (¿quién podría?), se hace imposible no advertir que el
hombre capaz de realizar en sólo 42<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>años de vida una obra semejante, difícilmente estuviera terminado como
artista. El mismo que, horas antes de tomar una trágica decisión, escribía en
su diario: “Mi parte pública la he hecho –lo que podía--. He trabajado, he dado
poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos.”<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>No
pocas veces reiteró Pavese que consideraba a <i>Diálogos con Leucó</i> “la cosa
menos infeliz que yo haya escrito”. ¿Cómo no coincidir con él ante esos
diálogos de transido lirismo y honda resonancia, que logran el casi milagroso
resurgir, como una moderna fuente de vida, de los fundacionales mitos griegos? Y
recordemos que ese libro quedó abierto junto a su lecho, en el cuarto de hotel
donde se suicidó. Que su palabra fue escuchada, lo probaron tanto su
persistente repercusión como la estima de sus contemporáneos. Emilio Cecchi lo
dijo quizá mejor que nadie: “Reconozcamos, una vez más, que de su generación
Pavese fue de los espíritus no sólo artísticamente más dotados, sino, en el
conjunto de todas las facultades, intelectual y moralmente más ejemplares.”<o:p></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial; font-size: 10.0pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial;">Rodolfo Alonso - <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Poeta, traductor, ensayista. Libro reciente:<o:p></o:p></span></i></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>“Ser sed”, poesía reunida 1993-2018 (Eduvim, Córdoba, 2019)<o:p></o:p></span></i></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-18015956892214354872020-09-18T16:17:00.003-07:002020-09-18T16:18:32.979-07:00El precursor de nuestra soberanía idiomática<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQ_nUP9APmkFUdciurYpES4IB131zh7RKmmqLUNUpIlAOkiKeg5jzIzqC2yZ79Y-akFvfGJQFvajxcCieIZzDjKsaFfCk1G_li3rC_YmOPLgLo90FC2soaQJuf9w1-dipWfqWCPA_5z_4/s321/ferv.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQ_nUP9APmkFUdciurYpES4IB131zh7RKmmqLUNUpIlAOkiKeg5jzIzqC2yZ79Y-akFvfGJQFvajxcCieIZzDjKsaFfCk1G_li3rC_YmOPLgLo90FC2soaQJuf9w1-dipWfqWCPA_5z_4/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> <span style="font-size: medium;">El precursor de nuestra soberanía idiomática</span></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqJeKO_Bb1Agi08HfBMe3euloqdNiroCUNxLdGYZp3RhZGpJ6xvyR6YRSBZrJcqj7_PndDD0ICUhVlTixI4EJ4_S5tbP60GbvgERTnNn-kMHvPlEnBqah6TUKT2KoaGa0zMt9uYbE7vXI/s640/001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="416" data-original-width="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqJeKO_Bb1Agi08HfBMe3euloqdNiroCUNxLdGYZp3RhZGpJ6xvyR6YRSBZrJcqj7_PndDD0ICUhVlTixI4EJ4_S5tbP60GbvgERTnNn-kMHvPlEnBqah6TUKT2KoaGa0zMt9uYbE7vXI/s320/001.jpg" width="320" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Rememorando aquel momento en que la Universidad de Buenos Aires, nada menos, rubricando un acuerdo con el Instituto Cervantes, nos colocó en la órbita de su temible Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española, con grave riesgo para nuestra soberanía lingüística, sentí la obligación moral de recordar, al respecto, un hecho clave de nuestra historia protagonizado, precisamente, por quien fue el primer rector de dicha casa de estudios. Fechada el 30 de diciembre de 1875, la carta que Juan María Gutiérrez (1809-1878) dirigió al secretario de la Real Academia Española, devolviendo con suma gentileza y discreción, pero, también, con absoluta firmeza, el diploma de miembro de la misma, que acababa de recibir, fue una decisión que iba a provocar vivas discusiones y encendidas polémicas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Un hombre de pensamiento crítico como Gutiérrez supo ver, con lucidez y anticipación, no pocos aspectos del asunto. En primer lugar, la intención de dominio que escondía la aparente preocupación de sólo preservar al castellano. Pero, también, que el cosmopolitismo de nuestro oído había dado curso a una “lengua nacional” (son sus palabras), a la cual resultaba imposible pretender inmovilizar, no sólo, en su mero uso cotidiano, sino, también, en los espacios del pensamiento, acostumbrados ya a beber en las más diversas fuentes. Así, afirmaba Gutiérrez en su renuncia: “El pensamiento se abre por su propia fuerza el cauce por donde ha de correr, y esta fuerza es la salvaguardia verdadera y única de las lenguas, las cuales no se ductilizan ni perfeccionan por obra de gramáticos sino por obra de los pensadores que de ellas se sirven”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Con una irónica y esclarecedora alusión a las evidentes diferencias, no apenas en los infinitos matices del castellano, sino, en las diversas lenguas habladas en España, agrega la visionaria percepción del idioma como organismo vivo, cuando se refiere a ese lenguaje “que se transforma, como cosa humana que es, a las orillas de nuestro mar de aguas dulces”. Rechaza también al “doble ultramontanismo, social y religioso”, entonces agazapado detrás de esta cuestión, aparentemente inofensiva, y enuncia, más que claramente, en actitud francamente progresista: “No puedo convenir, por ejemplo, en que el lenguaje humano sea otra cosa que lo que la filología y la historia enseñan sobre su formación”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkEgoTbL1tAoq9q3GToSUVNPby1Jt6T7WxBKzehEflvQVu5NoQDA0Ng6haCqsGS7yjr4GS5QZpn93_Qljfc39ZGEnW4fLS0AzzHjoOYj-6F904wiEYtcidiIa_pAR_v_9RqqtL0mM-yiE/s265/002.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="265" data-original-width="190" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkEgoTbL1tAoq9q3GToSUVNPby1Jt6T7WxBKzehEflvQVu5NoQDA0Ng6haCqsGS7yjr4GS5QZpn93_Qljfc39ZGEnW4fLS0AzzHjoOYj-6F904wiEYtcidiIa_pAR_v_9RqqtL0mM-yiE/s0/002.jpg" /></a></div><span face="-apple-system, BlinkMacSystemFont, "Segoe UI", Roboto, Oxygen, Oxygen-Sans, Ubuntu, Cantarell, "Helvetica Neue", "Open Sans", sans-serif" style="background-color: white; color: #686868; font-size: 13px; font-style: italic; text-align: center;"> Juan María Gutiérrez.</span><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">A quien sorprenda la visionaria anticipación con que Juan María Gutiérrez maneja estas cuestiones, baste saber que, no sólo fue el primer ingeniero argentino, sino, también, uno de los miembros más significativos de nuestra primera generación de intelectuales: la de 1837. Joven aún, en el Salón Literario donde se reunían, pronunció un discurso medular: Fisonomía del saber español: cual debe ser entre nosotros. Allí, campean ya sus principales ideas: independencia también intelectual con respecto a la metrópolis absolutista que, entonces, representaba España; autonomía (cuando no contraposición) frente a sus tradiciones ideológicas; y visionaria libertad en el uso del lenguaje común.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Juan María Gutiérrez.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Exiliado en Montevideo, la publicación, en 1841, de su galardonado poema A Mayo, que Alberdi considera “nuestra primera poesía nacional”, desató una polémica clave: los románticos se baten contra el neoclasicismo. Poeta, se convirtió en el primer ensayista y el primer crítico literario del país. Pero, fue también el primer antólogo de la poesía continental: América poética (Valparaíso, 1846). Fue él, finalmente, quien concreta la primera edición de El matadero, obra inicial de nuestras letras, al publicar las obras completas de Esteban Echeverría, entre 1870 y 1874.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Culminó su vida como rector de la Universidad de Buenos Aires (1861-1874), donde impulsa las matemáticas, crea la carrera de Ciencias Exactas y fomenta la de Ciencias Naturales. Su Proyecto de Ley Orgánica de la Instrucción Pública (1872), anticipa principios similares a los de la Reforma Universitaria de 1918: gratuidad de la enseñanza superior, autonomía de la Universidad “con arreglo a sus leyes internas”, libertad de cátedra y organización democrática.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero, su rechazo a ser designado miembro de la Real Academia Española, resplandece como un momento de primera magnitud. El escándalo estalla cuando, el 5 de enero de 1876, la prensa lo da a conocer. Así nació un polémico intercambio epistolar, también público, entre un hispanófilo ofendido, Juan Martínez Villergas, que, en realidad, defendía al colonialismo político y cultural, y el auténtico anti-colonialista, que, siempre, fue Juan María Gutiérrez. Por su parte, la discusión consistió en Diez cartas de un porteño, luego, reunidas en libro, que publicó el diario La Libertad. del 22 de enero al 8 de febrero de 1876. Muchas veces, puntualizó Gutiérrez su luminoso criterio: “Convenga usted en que la cuestión que ventilamos no es simplemente gramatical ni de Academias: es cuestión social…”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y, no mucho después, en 1899, nada menos que un español del calibre de Miguel de Unamuno iba a darle la razón, desde el periódico porteño El Sol: “Hay que levantar voz y bandera contra el purismo casticista, que apareciendo cual simple empeño de conservar la castidad de la lengua castellana, es en realidad solapado instrumento de todo género de estancamiento espiritual, y lo que es peor aún, de reacción solapada y verdadera.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La cuestión (que resulta, a la vez, ineludiblemente social e íntima) sigue siendo crucial: el uso de la palabra.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-21093639351113883442020-09-12T16:54:00.001-07:002020-09-12T16:54:09.236-07:00Miguel Hernández, rayo que no cesa<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsFEE-H1WtufKnOqpujb2z1GQ6mejke5eGmldSo27Sxuw8W89PmTJVmawdcr7LJ7GqKf7UFp0ub8lOEllBmOIzOHYfKNDvlSRS9I7WuniyaJS5JdHm49ghoLbXeEU_n4moeGyvXGjvy0c/s321/ferv.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsFEE-H1WtufKnOqpujb2z1GQ6mejke5eGmldSo27Sxuw8W89PmTJVmawdcr7LJ7GqKf7UFp0ub8lOEllBmOIzOHYfKNDvlSRS9I7WuniyaJS5JdHm49ghoLbXeEU_n4moeGyvXGjvy0c/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><p></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;"><b>Miguel Hernández, rayo que no cesa</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSfWjtMQ0lzfCg08HOzFTG8QtdMWBl8uTdfuSsGLtP05n8mWxvZtiT052zuxbwqEQHCVwmhHXAmR6y1DIg-5cymQIjKBxbsnU9xDjm13KrKUB79jqjj5csNpZ4e8Vp_6Fsld3t8NnDqaU/s800/MIGUEL-HERM%25C3%2581NDEZ-Dibujo-a-l%25C3%25A1piz-de-Ana-Goel.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="577" data-original-width="800" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgSfWjtMQ0lzfCg08HOzFTG8QtdMWBl8uTdfuSsGLtP05n8mWxvZtiT052zuxbwqEQHCVwmhHXAmR6y1DIg-5cymQIjKBxbsnU9xDjm13KrKUB79jqjj5csNpZ4e8Vp_6Fsld3t8NnDqaU/s320/MIGUEL-HERM%25C3%2581NDEZ-Dibujo-a-l%25C3%25A1piz-de-Ana-Goel.jpg" width="320" /></a></div><div style="text-align: center;">MIGUEL HERMÁNDEZ Dibujo a lápiz de Ana Goel</div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">«El limonero de mi huerto influye más en mi obra que todos los poetas juntos».</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> Miguel Hernández</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Sin duda, para la relativa indiferencia posmoderna resultaría inimaginable. Pero, las pasiones que encendió la guerra civil española (1936-1939) continuaron vigentes durante mucho después y en todo el mundo. Es que la heroica y espontánea resistencia del pueblo español contra una de las primeras agresiones del fascismo y la concomitante ilusión de estar construyendo un mundo mejor (que parecía, literalmente, al alcance de la mano, en aquella segunda mitad de la década de los treinta), asociadas con sus originales y emocionantes características, convirtieron a ese acontecimiento, no sólo, en legendario, sino, directamente, en mitológico.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">A ello contribuyó el decidido, masivo alineamiento de una más que brillante generación de escritores, artistas e intelectuales en defensa de la legalidad republicana. Que, no pocos, de ellos hayan pagado con su vida y, muchos más, con el exilio aquella decisión ejemplar, no dejó de agregar buena leña al gran fuego. Como el asesinato de García Lorca, tronchado en mitad del camino de su vida, o Antonio Machado, agonizando en el destierro de Collioure, a pocos pasos de la recién traspasada frontera francesa.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero, quizás, nadie como Miguel Hernández encarna, en vida y obra, la profunda relevancia de esos hechos. Auténtico hijo del pueblo, humilde pastor en su Orihuela natal (30 de octubre de 1910), sin ninguna premeditación ni posibilidad alguna de preparación previa, sintió crecer en su interior la riqueza, entonces todavía fresca, corriente, saludable e irresistible de la lengua de todos, tan de uno. Y, así, pudo ofrecer unas primicias donde se vuelve a respirar el temple y el esplendor del Siglo de Oro, devolver al soneto su frescura abrumada por antiguas glorias y reavivar el auto sacramental, que querían congelar en venerable.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Cuando llegó la hora, sin pensarlo dos veces, instintivamente, eligió (como muchos y, no sólo, españoles) la primera línea de fuego. Pagó su precio y, después de salvarse, casi por milagro de la pena de muerte ya dictada, tras haber sido paseado por todas las prisiones del régimen, su breve existencia fue apagada por la tuberculosis en la cárcel de Alicante, cuando sólo tenía treinta y un años, el 28 de marzo de 1942.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Una vida tan limpiamente entrelazada con su época, con su gente y con su tierra, hasta el punto de volverse emblemática e integrada, a la vez, como vimos, en un mito mayor, no podía evitar que su alta voz fuera enmarcada por las circunstancias. Algo similar le ocurrió a César Vallejo, ese indoamericano que, también, murió prácticamente de amor a la España desangrada, sobre cuya dolorosa gesta escribió el libro, para mí, más tocante y más logrado: España, aparta mí este cáliz. Y, en ambos, es posible advertir cómo se encarnan los más dilatados alcances de la poesía, con su autenticidad, sus razones y sus actos, sin ocultar que había, allí también, vertientes más fecundas y no menos nutritivas.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“Yo no quiero más bienes / que tu persona”, me repite siempre desde el disco uno de los grandes cantaores del flamenco. Y en la hondura del cante alto la palabra, sin dejar de ser auténticamente popular, se vuelve sentimiento vivo, que se transmite más por empatía que por mero concepto. De idéntica manera, pero a un nivel que se me hace acaso superior, por belleza y dominio, el pobre Miguel Hernández, internado en la cárcel franquista, rumiando la derrota, separado de su mujer y de su primer hijo muerto, y que no conoce al nuevo hijo recién nacido (al que dedicará las indelebles Nanas de la cebolla, como casi todo lo suyo también ligado con una circunstancia significativa, la de sólo tener eso para comer), pudo decir magníficamente: “Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío”, logrando así hacer relampaguear en esos papeles escritos a escondidas de sus guardianes, entre 1938 y 1941 (que la Argentina tuvo el honor de ver editados, por primera vez, en 1958, por la editorial Lautaro y al cuidado del poeta paraguayo Elvio Romero) aquellos intensísimos momentos de lenguaje vivo que constituyen el Cancionero y Romancero de ausencias.</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2HZYNS7o8Kp3h8q9vWj9Shb9Qk5eh22kjxlcBOYBUNGZjdkVTsiVM7Aq1t9LWzMFfLaJNLgmlRYby_s9hZ448yYHwuMAW2qBzg6nFMzLjGzWfR4TZRCoJgKMIFZO4Z_dGJaOy_1xvaeA/s676/Romancero-y-cancionero-de-ausencias.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="676" data-original-width="489" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2HZYNS7o8Kp3h8q9vWj9Shb9Qk5eh22kjxlcBOYBUNGZjdkVTsiVM7Aq1t9LWzMFfLaJNLgmlRYby_s9hZ448yYHwuMAW2qBzg6nFMzLjGzWfR4TZRCoJgKMIFZO4Z_dGJaOy_1xvaeA/s320/Romancero-y-cancionero-de-ausencias.jpg" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">No era la primera ocasión en que Miguel Hernández, prohibido por la censura franquista, alcanzaba a ser publicado en Buenos Aires. Conservo la entonces corajuda edición de El rayo que no cesa, incluyendo su primigenia versión de El silbo vulnerado, que, en 1949, su amigo y protector José María de Cossío logró hacer publicar por Espasa Calpe en la Argentina. Y la segunda, pero, en realidad, primera versión circulante del sintomático Viento del pueblo (cuya tirada original, de 1937, se distribuyó en el frente), que también Lautaro lanzó, aquí, en 1956.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Entre el resplandor de sus primeros poemas, como labrados intuitiva pero certeramente en el cuerpo del idioma, y la evidencia flagrante y comunicativa de los textos encendidos por el aire de su época, esos papeles sueltos que constituyen su Cancionero y Romancero de ausencias, rescatados del presidio, reconcentrados, quizá por ello, en su deslumbrante e intensa brevedad, pero, de hecho, probablemente enfrentados de forma ineludible y, por lo tanto, escueta, con la dimensión trágicamente deslumbradora de su destino, resuenan todavía con lumbre inextinguible. Desde Quevedo, no recuerdo haber experimentado intensidad ni identidad mayores de sonido y sentido, de lenguaje y perspectiva, a la vez decididamente carnal y hondamente metafísica, que la de ese sucinto texto que comienza “Menos tu vientre / todo es confuso”, que, en términos de poesía, me animaría a defender como uno de los de mayor alcance de la lengua. Y que no hacen sino certificar la deslumbrante claridad que irradia, por lo general, todo el conjunto.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Es como si, desde el fondo de las cárceles que pretendieron negarlo, enmudecerlo y más allá de las legítimas pasiones de los hombres de su tiempo, en las que supo tomar partido decididamente por los desheredados, un resplandor generoso y general se hubiera hecho carne, finalmente, en la voz de este “hijo de la luz y de la sombra”. Visto lo cual, ¿seremos capaces de estar a su altura, de encendernos en su luz contagiosa, en su enorme transparencia?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Con quien tanto quería</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¡Ah gloria de la brisa,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">del cielo echado al sol,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">del pleno mediodía,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de la tarde callada</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y de la noche abierta!</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Son las hojas del son</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">o el son es de las hojas?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Se mecen con el aire</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">o el aire es quien las mece?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Miguel, Miguel, Miguel</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hernández de la tierra,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">la luna, el sol, la sangre,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Miguel por derramarse</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de Hernández derramados.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodoldo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-25729179212980808002020-09-05T08:06:00.007-07:002020-09-05T08:13:05.523-07:00La Venus de Robert Ganzo<p> </p><p><br /></p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7ECd7UHc7y1eOWP872kGwMGdo_vfDcF6VJQXRbAJxLQ8NTzPOPZVn-y2kMLXjl2R0ifL1MNEtwqRcIOmfFk0e3ZEgvEKjbQGX2_oy2T0VnkIHMJR4P9cIG3h6iebzqjx79XlSmjMtsk8/s321/ferv.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="120" data-original-width="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7ECd7UHc7y1eOWP872kGwMGdo_vfDcF6VJQXRbAJxLQ8NTzPOPZVn-y2kMLXjl2R0ifL1MNEtwqRcIOmfFk0e3ZEgvEKjbQGX2_oy2T0VnkIHMJR4P9cIG3h6iebzqjx79XlSmjMtsk8/s320/ferv.png" width="320" /></a></div><br /><p></p><p><br /></p><p><span style="font-family: arial; font-size: medium;"><b>La Venus de Robert Ganzo</b></span></p><p><br /></p><p><br /></p><h1 class="page-title" style="border: 0px; box-sizing: border-box; color: #2c2f34; line-height: 1.2; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px;"><span class="vcard" style="border: 0px; box-sizing: border-box; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px;"><span style="font-family: arial; font-size: small;">Por Rodolfo Alonso</span></span></h1><div><span class="vcard" style="border: 0px; box-sizing: border-box; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px;"><br /></span></div><div><span class="vcard" style="border: 0px; box-sizing: border-box; list-style: none; margin: 0px; outline: none; padding: 0px;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1aMRrF8L6K_KOejHL_QrHZCjbeo__661od7FGtkxAzyBqkJMtph7jaIf91MH4Ys9H0LWe3XMOQr5_HKe4C5TQxgAF807oWXXSFNYtEoVBJ3FM_ZeHcQOhLSV4m35ekuzUEGOjF6zH2SI/s299/Lespugue1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="168" data-original-width="299" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1aMRrF8L6K_KOejHL_QrHZCjbeo__661od7FGtkxAzyBqkJMtph7jaIf91MH4Ys9H0LWe3XMOQr5_HKe4C5TQxgAF807oWXXSFNYtEoVBJ3FM_ZeHcQOhLSV4m35ekuzUEGOjF6zH2SI/s0/Lespugue1.jpg" /></a></div><br /><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;">Un gran poeta moderno venezolano de lengua francesa, Robert Ganzo (1898-1995), logró escribir –en nuestra época y desencadenado por una Venus primitiva- uno de los más bellos poemas de erotismo carnalmente místico de todos los tiempos.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Publicado por primera vez en 1939 (magníficamente acompañado con litografías originales de Picasso y diez dibujos de Jean Fautrier), Lespugue es considerado, con justicia, como uno de los textos más notables de la poesía francesa moderna. Ventajosamente comparado nada menos que con el celebérrimo Cementerio marino de Paul Valéry, con mucha razón, afirmó Léon-Gabriel Gros que “tiene todas las posibilidades de durar tanto como dure la lengua que Ganzo emplea”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La Venus de Lespugue no es otra que la escultura auriñaciense descubierta por René de Saint-Périer en Lespugue (Haute Garonne, Francia). Pero, esa calípiga imagen de mujer que nos llegó, sorpresivamente, desde el fondo de los tiempos, vino a revelarnos, asimismo, la otra imagen –indeleble- de la Mujer que todos los hombres dignos de ese nombre llevamos en nuestro interior. La gloria de Robert Ganzo es haberla vuelto lenguaje, poesía, es decir, mito, sentimiento y realidad a la vez.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Venezolano de lengua francesa, Robert Ganzo nació en Caracas en 1898, pero, su familia se trasladó a Bruselas en 1910, dejando atrás una infancia en los trópicos que, sin embargo, iba a estar, siempre, en el meollo de su poesía. A partir de 1917, comienza a publicar pequeñas plaquettes en verso y escribe piezas que serían representadas en el Théâtre des Galeries. Hacia 1920, se instala en París, donde primero se hace bailarín (Sibelius, Chopin y danzas de América Latina) y, luego, se une a los tradicionales bouquinistes en las orillas del Sena. Hasta que instala su propia librería: Al vicio impune, que se volvería legendaria.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Allí, en París, frecuentó a André Breton y a Paul Éluard. Y, allí, se consagró su reputación de gran poeta del idioma de Francia, país por el que combatió valerosa y tenazmente en la Resistencia, durante la siniestra ocupación nazi. Durante ese período, volvieron a circular, en forma clandestina, sus Tracts, poemas-manifiestos (que había comenzado a escribir durante la guerra civil española) que recién serían publicados con su firma en 1947. En 1949 y 1950 se representó su obra Plutot q´une autre, primero en L´Atelier y, luego, en L´Oeuvre. Realizó diversas exposiciones de pintura y, a partir de los años 60, se consagró a la prehistoria y publicó, en 1963, Histoire avant Sumer, y en 1974, Livres de pierre ou la prehistoire reconsiderée. Entre otras distinciones, Robert Ganzo recibió, en 1990, el Gran Premio de los Poetas Franceses. Murió el 6 de abril de 1995.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En poesía, su obra es amplia: Tracts (1936), Orénoque (con dibujos de Fernand Léger, 1937), Sept chansons pour Agnès Capri (prefacio de Léon-Paul Fargue, 1938), Lespugue (1939), Rivière (1940), Domaine (1942), Langage (1947), Colère (1951), Résurgences (1954) y numerosas ediciones de arte ilustradas por Fautrier, Léger, Jacques Villon, Ossip Zadkine, Oscar Domínguez y muchos otros. Pero, así como la estatuilla que hoy alberga el Musée de l´Homme deslumbró a todos descubriendo misteriosas y ancestrales resonancias que se creían adormecidas, así, también, el poema a la Venus de Lespugue, lúcidamente reconocido por el ya citado Gros como “el más grande poema de erotismo religioso que se haya escrito en nuestro tiempo”, también, despierta –y despertará- en todos nosotros la magia y la necesidad de la Mujer, ese misterio cotidiano, compañera y vestal, madre y amante, porvenir y presente de la especie, de los mejores y más fértiles sueños de los hombres.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRZAYOxp0oteZoCvgdn6zPV3-nJgCCyicGeUq-qhZARXYFaT5AN-yoh9CAiDfdETXJ4SstgTk_ItUyD0yEmEM_ZORVeXS7GgRVvDgM0MvBtd_5yp_qiOYX0RIywk1NB0MsF9NfjlWkCUM/s480/Lespugue.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: arial;"><img border="0" data-original-height="349" data-original-width="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRZAYOxp0oteZoCvgdn6zPV3-nJgCCyicGeUq-qhZARXYFaT5AN-yoh9CAiDfdETXJ4SstgTk_ItUyD0yEmEM_ZORVeXS7GgRVvDgM0MvBtd_5yp_qiOYX0RIywk1NB0MsF9NfjlWkCUM/s320/Lespugue.jpg" width="320" /></span></a></div><span style="font-family: arial;"><br /></span><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Lespugue</span></p><p><span style="font-family: arial;">por Robert Ganzo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Último paso o final fuego,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">a todo signo el caos lo borra.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Vientos colmados de frío azul</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">entre mandíbulas de hielo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">A la sombra de tu dormir,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">entre las nieves y las piedras,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">un primer sueño nace, igual,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">a hielo que quema tus párpados.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Tu aliento, cual un agua se alza</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">hacia qué río incierto aún?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Abre tus ojos tras el sueño;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">ya llega el alba y cesa el cielo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Aquí es? Saqueos, hambres, sed,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tumultos: dejar que nos lleven.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tus manos solas, como cajas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">guardan el resto de las noches.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como los dientes de un mordisco,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">alzándote cuando me alzaba,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tú me seguías, fiel esclava,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y quizás también te seguía,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">esclavo sin terror, yo mismo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Así, indiferentes, sombríos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en celo, dos signos errantes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">bajo lo hostil de un cielo pálido.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Bosques inmóviles sin polvo;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">negros lagos que nada holló;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">rutas de sangre; hitos de piedra:</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">gusto a rebaño resignado</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">que dócil va. Todo se borra.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">detrás del sueño abre tus ojos;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tu cuerpo es cálido y friolento;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">mis ojos de animal cansado.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El día. Mira. Una colina</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">derrama hasta nosotros pájaros,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">floridos árboles y aguas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en verde hierba que se inclina.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Mujer, tú en fin –carne besada—</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">como tú tensa, arco de éxtasis,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">revelas súbita tu gracia,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tus manos ebrias de rocío.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tus ojos sabios en paisajes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">yo los aprendo esta mañana</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">incólume a través de eras</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y alcanzados para siempre.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Ya las palabras, de luz hechas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en nuestro fondo se preparan:</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y yo separo tus rodillas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">temblando de inicial ternura.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Dónde terminas? Te he dejado</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en el calor de nuestro abrigo;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">pero andas tú en mi pensar,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">te me adelantas, como un grito.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Lobos no tienen tal clamor</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">cuando se abate aquel que muere;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y en los vientos no está el rumor</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">que voy llevando como ofrenda.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Yo te dejo y me acompañas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">a las penumbras de esos bosques,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">a esos barrancos, a esas cimas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">donde las nubes se desgarran;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y en mis manos, cuando bebo,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">lo que yo veo es tu rostro,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">el primer rostro entre todos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">abierto por primera vez.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">La sombra sube y te me roban.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">A tus confines perseguida,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">te duermes. Y yo, vigilante,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">escucho el pájaro rozándote,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">las fuentes, tu rumor de vida</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">venido de lejano albergue,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y el gris follaje que agita</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">un lento aliento harto de voces.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Dónde terminas, si reencuentro</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tus brazos que esperan, tus fiebres,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y el misterio que hay en tus labios</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">como ese fuego criador?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Sonríes cerca de ese reino</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">donde va tu mirada aguda;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y tu fuerza, como un torrente,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">brota de tu vientre que sangra.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Si mi furor preso al racimo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de tu cuerpo tranquilo y fuerte</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">grita y se mezcla con tu sangre,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tu rostro lejos se me escapa.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tu carne inmensa que yo estrecho</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">reía y lloraba en mi médula,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y encuentro, al fondo de tus órganos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">el caer sin fin de una estrella.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿Dónde terminas? Tiembla el mundo;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y, en el fragor de las montañas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">renaces ya de los limones,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">serpiente roja en el tobillo;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">¿mujer, todo en vuelo y curvas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y entibiados resultados,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">nácar y luz, carbón y sombras</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de qué hundimientos producidos?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Vals que el estío ceba en savia,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">veo tus senos dilatarse</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y hasta tu vientre estremecerse</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">cual suelo cálido que se alza.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tú me apaciguas si me asombro</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de esos poderes que detentas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y sé, mujer, que tuyos son</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">rojos milagros del otoño.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Canta tu voz largos pasajes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de nuestros hermanos juntos</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">en horizontes, sus mensajes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">al tronco de álamos se anudan;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">osarios negros de días tórridos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">las hambres, la sed, insaciables,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y el suelto reír de las arenas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">desgarrador de vacíos pechos;</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">las zarpas, marca de los dientes,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">llamas temblando en la noche</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de las llanuras infinitas,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">la seca espera de las momias,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">blanco desdén duro de huesos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">orden que acuña una piel muerta</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">rodando en alas de los ecos,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">todo lo que esta tierra lleva.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Canta también que te merezco</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">con mis ojos, mis confusiones,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">tus dedos de ocre en las paredes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de la roca en que huyó tu voz.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">El silencio te ha desvestido,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">-camino abierto a un solo gesto-</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y mi maravillado orgullo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">rodea a una mujer desnudada.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Primera y bravía quietud</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">donde yo bebo tus temblores</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">por conocer el sabor rudo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de los mares y de las selvas</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">que a ti te han hecho, provisoria,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">caricia de ala, isla de carne,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">mi compañera, que yo mezclo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">al día continuo del marfil.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tu torso se arquea lentamente</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">y tu destino se cumplió.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Estarás en las luces de ámbar</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de nuestro asilo amortajado,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">viva después de nuestro polvo</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">como una presencia encerrada,</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">cuando rindamos nuestras partes</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">de brisa, de onda y de humareda.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">(Traducción de Rodolfo Alonso)</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso es poeta, traductor y ensayista.</span></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-72541233765439026822020-08-28T16:14:00.009-07:002020-08-31T08:48:46.504-07:00DEFENSA DE LA POESÍA<p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"> <img height="484" src="https://apis.mail.yahoo.com/ws/v3/mailboxes/@.id==VjN-OPrSQ82hVEQ9jguTkYQkm-vmvqKLW3nEDAwtr9aEP-6AIlw2Iw0sUIp3wQrHQEgi4cnTos5UH7rECK26VO42NA/messages/@.id==AKQTfUR_VJuNX0kaDQ0nMPSw0FE/content/parts/@.id==3/thumbnail?appId=YMailNorrinLaunch" width="324" /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><span style="background-color: white; color: #1d2228; font-family: "Helvetica Neue", Helvetica, Arial, sans-serif; font-size: 13px; text-align: left;"> CIRCULA EN ESPAÑA.</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">Rodolfo Alonso</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">DEFENSA DE LA POESÍA</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">Ensayos escogidos Ediciones El Gallo de Oro, Bilbao, 2019</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;">Todo auténtico poeta esconde a un crítico, anunció nada menos que Baudelaire. En cambio, si algo ha descuidado precisar tanta crítica, casi con encarnizamiento, es la respuesta a una cuestión sólo engañosamente simple: ¿qué vuelve poema a ciertas palabras? A lo largo de toda una vida dedicada a la creación y traducción de la poesía, Rodolfo Alonso ha ido desplegando también un pensamiento crítico, para nada sistemático. En la luminosa tradición de los grandes presocráticos, redescubre en el fragmento la posibilidad de iluminarnos, a fondo y totalmente. Como el lenguaje mismo, como todos los textos, éstos también oscilan (de modo inevitable) entre la precisión y el malentendido, entre la ambigüedad y la evidencia. Pero es muy probable que tal haya sido la única forma, honesta, de convocarnos para acceder al poema,fecunda experiencia de vida y de lenguaje</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: center;"><br /></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-43179423439374687222020-08-28T16:12:00.009-07:002020-08-28T16:23:45.712-07:00CIEN POEMAS ESCOGIDOS<p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"> <img height="566" src="https://apis.mail.yahoo.com/ws/v3/mailboxes/@.id==VjN-OPrSQ82hVEQ9jguTkYQkm-vmvqKLW3nEDAwtr9aEP-6AIlw2Iw0sUIp3wQrHQEgi4cnTos5UH7rECK26VO42NA/messages/@.id==AKQTfUR_VJuNX0kaDQ0nMPSw0FE/content/parts/@.id==2/thumbnail?appId=YMailNorrinLaunch" width="358" /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;">CIRCULA EN ESPAÑA</p><p style="text-align: center;">Rodolfo Alonso</p><p style="text-align: center;">CIEN POEMAS ESCOGIDOS</p><p style="text-align: center;">Antología personal (1952-2014)</p><p style="text-align: center;">Prólogo de Lêdo Ivo</p><p style="text-align: center;">El Gallo de Oro ediciones, Bilbao, 2019, 210 pgs.</p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Sin duda, una de las más ambiciosas antologías del reconocido poeta, traductor y ensayista argentino que sehayan publicado en España. Como anuncia claramente ensu prólogo el gran poeta brasileño Lêdo Ivo: “La evaluación del largo trayecto recorrido por Rodolfo Alonso en medio siglo conduce al lector a establecer la abolición del escenario histórico y cronológico, para que el trabajo poético de uno de los mayores poetas argentinos (y latinoamericanos) de nuestro tiempo pueda dejarse ver entoda su nitidez, y en todo su misterio. En su condición de traductor –o mejor, de Príncipe de los Traductores, que promovió la travesía lingüística de tantos nombres contundentes o eméritos– participa, como co-autor o co-creador, de un proceso en que el trasplante de poemas extranjeros a su lengua natal corresponde a una verdadera recreación. En su faena de traductor, él les confiere unanueva respiración; un nuevo secreto; incluso un nuevo espanto. Les transfiere esa respiración viva y alentadora que sustenta sus propios versos.”</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">DISTRIBUCIÓN ESPAÑA:UDL LIBROS</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">info@udllibros.comwww.udllibros.com</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">DISTRIBUCIÓN AMÉRICA LATINA:AZTECA DIFUSORA DE LIBROS</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">info@aztecadifusoradelibros.</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">esazteca@azteca.eswww.aztecadist.es</span></p><p style="text-align: left;"><br /></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-11543455318042289112020-08-28T15:49:00.006-07:002020-08-31T08:56:50.402-07:00EL INMORTAL FUTURO - POESÍA ESCOGIDA, SAINT-POL-ROUX<p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><img height="290" src="https://apis.mail.yahoo.com/ws/v3/mailboxes/@.id==VjN-OPrSQ82hVEQ9jguTkYQkm-vmvqKLW3nEDAwtr9aEP-6AIlw2Iw0sUIp3wQrHQEgi4cnTos5UH7rECK26VO42NA/messages/@.id==AMYHxkoU4TpfX0ge_QXEkOGS_eI/content/parts/@.id==4/thumbnail?appId=YMailNorrinLaunch" style="text-align: left;" width="290" /> </p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;"><img height="202" src="https://apis.mail.yahoo.com/ws/v3/mailboxes/@.id==VjN-OPrSQ82hVEQ9jguTkYQkm-vmvqKLW3nEDAwtr9aEP-6AIlw2Iw0sUIp3wQrHQEgi4cnTos5UH7rECK26VO42NA/messages/@.id==AMYHxkoU4TpfX0ge_QXEkOGS_eI/content/parts/@.id==3/thumbnail?appId=YMailNorrinLaunch" width="586" /></p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;">SAINT-POL-ROUXEl inmortal futuro</p><p style="text-align: center;">Poesía escogida bilingüe</p><p style="text-align: center;">Selección, traducción y prólogo de Rodolfo AlonsoEduvim, Córdoba, 2019, 144 páginas</p><p style="text-align: center;"><br /></p><p style="text-align: center;">Participó muy joven en el mejor simbolismo. Fue legítimodelfín de Stéphane Mallarmé o de Guillaume Apollinaire, yun ícono viviente para los surrealistas. Intentó aislarse delmundo, pero se vio convertido en víctima emblemática delnazismo. Sin embargo, Saint-Pol-Roux el Magnífico (1861-1940) hoy parece olvidado hasta en Francia. Sólo le fuetotalmente fiel Bretaña, su tierra de adopción, donde se losiguió publicando ininterrumpidamente. No sin tenersentido. Mediterráneo nacido en Marsella, hijo del sol y elMediodía, pasó por París sin que lograra seducirlo;buscaba los rincones más alejados, hasta afincarse bien alnorte, en el Finisterre bretón, frente al mar bravo y entrebrumas célticas, donde todo había de cumplirse como élmerecía, con humilde honradez y dignidad probada.</p><p style="text-align: center;">Rodolfo Alonso</p><p style="text-align: center;"><br /></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-34777244425288490642020-08-28T15:42:00.006-07:002020-08-28T15:44:37.332-07:00YO es otros, Antología esencial<p> <b style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 16pt;">Fernando Pessoa</span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 28pt;">YO es otros<o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;">Antología esencial<o:p></o:p></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;">Selección, traducción,
prólogo y notas de <o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;">Rodolfo Alonso *<o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;">Edición bilingüe<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 16pt;">Colección LA GRAN
POESÍA<o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: Arial; font-size: 20pt;">EDUVIM<o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;">Ediorial Universitaria Villa María<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Arial; font-size: 14pt;"><!--[if !supportEmptyParas]--> <!--[endif]--><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><span style="mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: Arial;">“La canonización universal de un poeta tan secreto, originalísimo
y poco complaciente como el portugués Fernando Pessoa (1888-1935), no deja de
resultar asombrosa. Sólo llegó a publicar un único libro: “<i>Mensaje”</i>, y fue durante muchísimos años tan imperceptible como su
vida cotidiana. Que escondía algo insólito: la peculiar existencia en su yo de
otros poetas, cada uno con su biografía y su estética propia, los heterónimos.
Es decir, lo único que lo haría resplandecer, brillar, era lo escondido, lo
oscuro, lo no visto. Y lo que le volvía único, era ser muchos. </span><span style="mso-ansi-language: ES;">Aún</span><span lang="" style="mso-ansi-language: ES-TRAD;"> sorprende la exquisita
avidez, la delicada fidelidad con que tantos lectores, en esta era de banalidad
globalizada, viven como descubrimiento personal, trascendente y enriquecedor, a
este gran poeta distante, multifacético, exigente y oculto.” <o:p></o:p></span></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><span lang=""><span style="font-family: arial;">RODOLFO ALONSO<o:p style="font-size: 14pt;"></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="" style="font-size: 14pt;"><span style="font-family: arial;"><!--[if !supportEmptyParas]--> </span></span><span style="font-family: arial; font-size: 14pt;"> </span></p>
<span lang="" style="font-size: 11pt;"><span style="font-family: arial;">* Rodolfo Alonso fue el primer traductor de Fernando Pessoa y sus
heterónimos en castellano. Dirige </span></span><span lang="" style="font-family: Arial; font-size: 11pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;">la colección La Gran Poesía.</span><div><span lang="" style="font-family: Arial; font-size: 11pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></div><div><span lang="" style="font-family: Arial; font-size: 11pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></div><div><span lang="" style="font-family: Arial; font-size: 11pt; mso-ansi-language: ES-TRAD; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-fareast-language: ES;"><br /></span></div>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-143484931744964611.post-57051465457579223872020-08-27T11:12:00.006-07:002020-08-28T15:56:58.733-07:00CESARE PAVESE 70 años después<div class="separator" style="clear: both; text-align: right;"><b style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: right;"><b style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: right;"><b style="font-family: arial; font-size: large;"><br /></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: right;"><b style="font-family: arial; font-size: large;">El suicidio del poeta </b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjh5UM1yGOfWl_tvFxJw1gtpa6uctV0uVPEQCC-Zc8nm7XYOb3BF4kvUAmpJUtGA4gYw_V5Bs1yotwvagmvLg-YTpKNVQfNYWowrsP8OQORQOcYJXKyhKf1kkbrgN8L3S9NADfIOl9h4SM/s300/descarga+%25283%2529.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="168" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjh5UM1yGOfWl_tvFxJw1gtpa6uctV0uVPEQCC-Zc8nm7XYOb3BF4kvUAmpJUtGA4gYw_V5Bs1yotwvagmvLg-YTpKNVQfNYWowrsP8OQORQOcYJXKyhKf1kkbrgN8L3S9NADfIOl9h4SM/s0/descarga+%25283%2529.jpg" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">CONTRATAPA</span></p><div class="breadcrumb" style="background-color: #f4f4f4; border-bottom: 2px solid rgb(221, 221, 221); box-sizing: inherit; color: #5b5a5e; font-family: "open sans", sans-serif; font-size: 16px; font-weight: 600; margin: 0px; padding: 0px; position: relative; text-align: center; text-transform: uppercase;">27 DE AGOSTO DE 2020</div></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF1YKZ_RJaCz3ksi-aIcsoOkQz1TBwwjnZmSBmaTvrCZTjRmlkwI2gETeCXKcsVsOTLqE7l4ney3bRtmyJfXzzUFf0uaPQIVnXGHDNGghN4WIrLv5T4oKckOmiZPRbp8LOb4krtMY6fkQ/s960/1.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="960" height="273" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF1YKZ_RJaCz3ksi-aIcsoOkQz1TBwwjnZmSBmaTvrCZTjRmlkwI2gETeCXKcsVsOTLqE7l4ney3bRtmyJfXzzUFf0uaPQIVnXGHDNGghN4WIrLv5T4oKckOmiZPRbp8LOb4krtMY6fkQ/w410-h273/1.webp" width="410" /></a></div><br /><p><br /></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Por Rodolfo Alonso</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">“Perdono a todos y a todos pido perdón ¿Está bien? No hagan demasiado chismerío.” Estas fueron las últimas palabras de Cesare Pavese, escritas sobre su libro más amado: “Dialoghi con Leucò” (“Diálogos con Leucó, 1953”) antes de suicidarse, el 27 de agosto de 1950, en el hotel Roma, de Turín. Las líneas finales de su tocante diario eran: “Esto da demasiado asco. / Palabras no, un gesto. No escribiré más.” Y sólo pocos días antes: “Basta un poco de coraje.”</span></p><p><span style="font-family: arial;">Y sin embargo era y es considerado el más brillante de su generación. Había logrado ser director literario de la célebre y respetada editorial Einaudi, en cuya fundación participó. Y poco antes, en julio, había recibido el destacado Premio Strega por tres novelas reunidas como “La bella estate” (“El hermoso verano, 1949”). Parecía difícil que un escritor de 41 años con semejante erudición, exigencia y capacidad de trabajo, llegara a sentirse agotado.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Quizá por eso, lo primero que hizo Ítalo Calvino, quien lo sucedió en su cargo de Einaudi, “Perdono a todos y a todos pido perdón ¿Está bien? No hagan demasiado chismerío.” Estas fueron las últimas palabras de Cesare Pavese, escritas sobre su libro más amado: “Dialoghi con Leucò” (“Diálogos con Leucó, 1953”) antes de suicidarse, el 27 de agosto de 1950, en el hotel Roma, de Turín. Las líneas finales de su tocante diario eran: “Esto da demasiado asco. / Palabras no, un gesto. No escribiré más.” Y sólo pocos días antes: “Basta un poco de coraje.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Y sin embargo era y es considerado el más brillante de su generación. Había logrado ser director literario de la célebre y respetada editorial Einaudi, en cuya fundación participó. Y poco antes, en julio, había recibido el destacado Premio Strega por tres novelas reunidas como “La bella estate” (“El hermoso verano, 1949”). Parecía difícil que un escritor de 41 años con semejante erudición, exigencia y capacidad de trabajo, llegara a sentirse agotado.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Quizá por eso, lo primero que hizo Ítalo Calvino, quien lo sucedió en su cargo de Einaudi, fue editar varios trascendentes inéditos de Pavese. Aparecieron entonces, por primera vez, “La letteratura americana e altri saggi” (“La literatura norteamericana y otros ensayos”, 1951); “Il mestiere di vivere” (“El oficio de vivir”, 1952), su diario 1935-1950); “Verrà la morte e avrà i tuoi occhi” (“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, 1955), sus poemas finales.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tres libros que estaban muy ligados con su vida. Todas sus reflexiones, desde las ligadas a su vasta tarea como traductor de la gran narrativa norteamericana, ese resplandor enorme de vida que sintió podía oponerse a la sombra funérea del fascismo, hasta sus ensayos posteriores, donde crece la presencia de Vico y la evaluación de los mitos y las magias como fundamento ancestral de la condición humana. Un preciso y conmovedor diario íntimo, pieza clave. Y además ese fajo escueto de poemas últimos, secretos, y tan flagrantes, tan evidentes, dedicados con discreta semejanza de iniciales (“To C. from C.”) a su desgarrado y doloroso amor por la actriz norteamericana Constance Dowling, con la reaparición serena y devastadora de la muerte, “como un viejo remordimiento o un vicio absurdo”, en un poema quizá más riguroso y verosímil que nunca. Y que terminará dando título al libro.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero volvamos por un momento a sus orígenes. Pavese nace el 9 de septiembre de 1908 en el poblado piamontés de Santo Stefano Belbo (Cuneo), entre colinas y viñas, en un contexto campesino donde, aunque hijo de un funcionario judicial en Turín, pasó su infancia y su adolescencia. Allí recibió el influjo mítico-mágico del mundo labriego atávico, que le daría fundamento. Graduado en Letras en Turín fue profesor, y comienza una significativa tarea como traductor que, sin desdeñar a algunos clásicos ingleses como Defoe, Dickens, Conrad y Stevenson, se especializará en la gran literatura norteamericana: desde Melville o Hawthorne a Anderson, Lee Masters, Steinbeck, Cain, Faulkner, Hemingway, Fitzgerald, Dos Passos, Stein, entre tantos otros. Nadie lo revelaría como él: “aquella pequeña revolución que, alrededor de los años de la guerra ha cambiado el rostro de nuestra narrativa.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">En 1935 fue confinado por el fascismo bien al sur, en Brancaleone Calabro. De allí regresa en 1936, con 28 años y los poemas de un primer libro aún desconocido: “Lavorare stanca” (“Trabajar cansa”), una bellísima traducción de Melville, las primeras páginas de un diario tan conmovedor como lúcido, y el dolor fresco de un amor desdichado. Fue muy amigo de Leone Ginzburg y Giaime Pintor, caídos en la lucha por la liberación. Aunque de natural retraído, solitario, llevó una activa vida pública en Turín, donde triunfó y se suicidó. Siempre lúcido, supo definirse cabalmente: “Mi parte pública la he hecho (lo que podía). He trabajado, he dado poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos.”</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Su prestigio –bien merecido-- de narrador y de teórico, hace olvidar a veces no sólo que su obra literaria (y su propia vida) se abren y se cierran con sendos grandes volúmenes de alta poesía, sino que ella –la poesía-- es la verdadera raíz, el basamento hondo que da aliento y sentido a todo el conjunto. Para quien conozca los esclarecedores ensayos que seleccionamos y tradujimos con Hugo Gola con el título de “El oficio de poeta”, para quien se haya emocionado al leer las densas e imborrables páginas de su diario “El oficio de vivir”, será imposible dejar de considerar la vida y la obra de Pavese como las de un poeta. Y un gran poeta. Un poeta capaz de repensar y de juzgarse sí, pero también capaz de cantar. Publicado originalmente en 1936 por Solaria, durante el confinamiento, y con una reedición ampliada y definitiva por Einaudi en 1943, con un Apéndice de dos largos ensayos críticos del autor, “Trabajar cansa” no es solamente un mundo propio y encerrado en sí mismo (un lugar y una edad: la infancia y la adolescencia campesinas), logrado y a la vez comunicante. Cargado de resonancias e implicaciones con otros universos, no menos reales, y al que sería por lo menos injusto calificar apenas como “neorrealista”, sino también (a la vez) la concreción de una experiencia literaria –y humana y cultural-- que surge preñada de ricos significados y de acuciantes y fecundos cuestionamientos. Y que toda la siguiente labor y existencia no harían más que llevar a su culminación. La que tal vez se alcanza no sólo con la cumbre de sus “Diálogos con Leucó” (“esos diálogos que son quizá la cosa menos infeliz que yo haya escrito”), auténticamente legendarios, y donde se incluye con el título de “Las Musas” una exactísima y esencial visión de la poesía. Sino también cuando, cinco años después de su suicidio, se publicaron los poemas inéditos de “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Hijo reconocido del mundo campesino que celebra, intelectual buscando triunfos en la ciudad que lo seduce, inexorablemente sediento de un amor que sea más que pasión, de una justicia que nos haga más dignos, la percepción de los significados profundos que hay en la sangre y en los mitos de los hombres (de los que forma parte, a los que está ligado), se dan en él al mismo tiempo que elabora y construye su propia experiencia, literaria y humana.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Ejemplo cabal del artista moderno, su poesía es también espejo y paradigma insobornables de sí mismo. Y de una aventura creadora, exigente y fraternal, que no cesa de irradiar, enriqueciéndolo –enriqueciéndonos-- con la absoluta y fecunda claridad de un clásico de nuestro tiempo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">* Poeta, traductor, ensayista.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>Rodolfo Alonsohttp://www.blogger.com/profile/18365864845802664089noreply@blogger.com0