23.8.19

PESSOA EN LA PRENSA CHILENA

PESSOA EN LA PRENSA CHILENA

Comentario aparecido en el diario chileno “La Tercera”, de circulación nacional, el 19 de agosto de 2019.
Se refiere a “YO es otros”, gran antología bilingüe de Fernando Pessoa, con selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso, que acaba de editar la Universidad de Valparaíso (2019).
El mismo volumen ya fue publicado en Argentina por la también universitaria Eduvim (2018).






Yo es otros (2019, Editorial Universidad de Valparaíso), la antología de poemas y prosas de Fernando Pessoa recién publicada en Valparaíso, ofrece un material de primerísima calidad que sin duda resultará atractivo tanto para los iniciados en su obra como para quienes la desconocen. El libro además contiene varios prólogos explicativos del argentino Rodolfo Alonso, el primero en traducir a Pessoa con todos sus heterónimos al castellano (1961). Alonso nos recuerda que en 1963 su traducción fue alabada en Portugal por una importante investigadora de aquel país, floreo que quizás está de más, pues salta a la vista que su trabajo es intachable.

Lo relevante vendría a ser que aquí Pessoa y sus múltiples personalidades, o heterónimos, hablan de manera extendida y contundente. Dividido entre los seis prólogos de Alonso y las cuatro partes de Pessoa (Documentos, Poesía, Prosa y Correspondencia), Yo es otros incluye toda esa grandeza tímida que hizo de Pessoa una figura ineludiblemente póstuma. Pese a que en vida publicó sólo un libro firmado con su nombre (el resto de su obra quedó esparcida en diferentes formas y bajo identidades distintas), las revelaciones íntimas no escasean en esta magnífica selección.

En Documentos, por ejemplo, el poeta se define ideológicamente de la siguiente manera: “Considera que el sistema monárquico sería el más apropiado para una nación orgánicamente imperial como es Portugal, considera, al mismo tiempo, a la Monarquía completamente inviable en Portugal. Por eso, de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, con pena, por la República.

 ACCESIBILIDAD
Yo es otros (2019, Editorial Universidad de Valparaíso), la antología de poemas y prosas de Fernando Pessoa recién publicada en Valparaíso, ofrece un material de primerísima calidad que sin duda resultará atractivo tanto para los iniciados en su obra como para quienes la desconocen. El libro además contiene varios prólogos explicativos del argentino Rodolfo Alonso, el primero en traducir a Pessoa con todos sus heterónimos al castellano (1961). Alonso nos recuerda que en 1963 su traducción fue alabada en Portugal por una importante investigadora de aquel país, floreo que quizás está de más, pues salta a la vista que su trabajo es intachable.

Lo relevante vendría a ser que aquí Pessoa y sus múltiples personalidades, o heterónimos, hablan de manera extendida y contundente. Dividido entre los seis prólogos de Alonso y las cuatro partes de Pessoa (Documentos, Poesía, Prosa y Correspondencia), Yo es otros incluye toda esa grandeza tímida que hizo de Pessoa una figura ineludiblemente póstuma. Pese a que en vida publicó sólo un libro firmado con su nombre (el resto de su obra quedó esparcida en diferentes formas y bajo identidades distintas), las revelaciones íntimas no escasean en esta magnífica selección.

En Documentos, por ejemplo, el poeta se define ideológicamente de la siguiente manera: “Considera que el sistema monárquico sería el más apropiado para una nación orgánicamente imperial como es Portugal, considera, al mismo tiempo, a la Monarquía completamente inviable en Portugal. Por eso, de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, con pena, por la República.

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Conservador de estilo inglés, esto es, liberal dentro del conservadurismo, y absolutamente antirreaccionario”. Para un hombre que cultivó tantas personalidades literarias, el hecho de hablar de sí mismo en tercera persona ha de haber sido algo consubstancial, para utilizar una palabra a la que él le concedió nuevos y desconocidos brillos.

Siguiendo esa misma línea, la carta donde Pessoa explica el origen de los heterónimos es bastante llamativa. De niño, asegura allí el poeta, tuvo la tendencia a rodearse “de amigos y conocidos que nunca existieron”. Ya de adulto, específicamente el 8 de marzo de 1914, mientras escribía de pie frente a una cómoda alta, como casi siempre lo hacía, produjo de un tirón 33 poemas al hilo. “Fue un día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro así”. El episodio es crucial en su biografía y en la de los heterónimos, pues “lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien di desde luego el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme el absurdo de la frase: en mí apareció mi maestro”. De Caeiro surgieron dos famosos discípulos: Ricardo Reis y Álvaro de Campos. “Yo veo delante de mí, en el espacio incoloro pero real del sueño, las caras, los gestos de Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Les construí las edades y las vidas”.

También es fácil encontrar rasgos de su personalidad elusiva en los poemas de esta antología (los que publicó en vida), ya sea que estén firmados por Pessoa, Campos, Reis o Caeiro, “¡Señor, ya que el dolor es nuestro / Y la flaqueza que él tiene / Danos al menos la fuerza / De no mostrarnos a nadie!”. En otros versos el hablante se define como una “Especie de accesorio o excedente propio”, o como “El payaso sin risa”. Aludiendo al complejo e intrincado mundo de sus yoes, el autor nos dice lo siguiente: “Y, al mismo tiempo, la impresión, un poco inconsecuente, / Como de un sueño formado sobre realidades mixtas, / De haberme dejado, a mí, en un asiento de tranvía, / Para ser encontrado al azar por quien se siente encima”. La lectura de Yo es otros permite algo parecido a lo recién descrito: dar como por casualidad con una de las personalidades más trascendentes y multívocas de la literatura universal
LA GACETA LITERARIA
Un poeta bañado por la luz
Con este volumen culmina la edición de su poesía reunida.> POESÍA

SER SED

RODOLFO ALONSO

(Eduvim - Córdoba)

Rodolfo Alonso es un tesoro internacional de la realización literaria. Poeta, traductor, ensayista, y editor, su obra trasciende a la vez las literaturas argentina y latinoamericana.

Sus esfuerzos como traductor y editor independiente han sido responsables por introducir a lectores multinacionales en innumerables autores cuyos idiomas incluyen al italiano, francés y portugués.

Recientemente la Editorial de la Universidad de Villa María (Córdoba), Eduvim, ha publicado Ser sed (1993-2018), nuevo volumen con el que culmina su edición de la poesía reunida de Rodolfo Alonso.

Esa notable colección fue precedida por la publicación de los igualmente excepcionales volúmenes El uso de la palabra (1956-1983) y Lengua viva (1968-1993).

Rodolfo Alonso es una cautivante voz poética, cuya obra transforma la dimensión entre el componente musical de la expresión verbal y la profunda relevancia contenida en el especial lenguaje del silencio.

Explore con Rodolfo Alonso la búsqueda en los dominios y manifestaciones de obsesionantes encantamentos y misterios ocultos en “la palabra” -y más allá, en medio de ese extraño reino donde el silencio se encarna en el poeta bañado por la luz-.

© LA GACETA

STEPHEN TROYANOVICH

1.8.19

No usamos el lenguaje, somos lenguaje


No usamos el lenguaje, somos lenguaje

Por Rodolfo Alonso



Hace casi cuatro años que nuestro desdichado país se ve sometido a una desoladora prostitución del lenguaje que ha llegado, incluso, a superar las más nefastas proyecciones de George Orwell. Los para nada ingenuos lenguaraces del poder local, comenzando por su máxima figura, no por casualidad se empecinan en superarse compitiendo. Pero hay uno de ellos que casi se ha convertido en paradigma: Esteban Bullrich, que fue ministro de Educación, hace ya tiempo que supo burilar premonitoriamente esta cumbre razonada de la sinrazón: “Crear argentinos que sepan vivir en la incertidumbre y disfrutarla”.

Lo cual no deja de tener sus raíces. Desde un punto de vista cultural (si es que eso tiene todavía sentido), lo que aparenta haberse impuesto sobre el planeta, desde aquel denominado Primer Mundo, no es sólo la sociedad de consumo sino, por vía de los omnipotentes y seductores medios masivos de comunicación, una civilización del espectáculo, una seudocultura light, donde hasta el dolor más íntimo o la tragedia más flagrante terminan por volverse show. En ese contexto, me temo que sin percatarnos, se ha ido produciendo ante nosotros, en las últimas décadas, primero lentamente y luego en forma cada vez más acelerada, una verdadera y honda mutación cultural: la desaparición del lenguaje como centro de la civilización. Y esa visceral conmoción no se manifiesta tan sólo en los estratos más elevados, donde anida el poder, que ya no es sólo político-económico sino también corporativamente mediático-judicial y tan tecno-idolátrico como adicto-consumista. (Lo que se agrava en situaciones psicosociales como vivimos, que nos siguen arrullando con la seducción vendedora cuando toda compra se ha vuelto inalcanzable). Sino que ha alcanzado --aquella grave mutación cultural regresiva-- a las fuentes de lo humano. Y me refiero a la devaluación más deletérea: la del lenguaje, que es el umbral irrenunciable de la condición humana. Porque, permítanme reiterarlo: no usamos el lenguaje, somos lenguaje.

Hoy, incluso en las grandes ciudades del mundo hiperdesarrollado, cada vez son menos los vocablos con que se maneja una persona. Y, por otro lado, ya no es por lo general el pueblo, una comunidad con su uso cotidiano el que renueva y da vida (como debería ser, como fue siempre), a un idioma, a una lengua.

Si, como resulta evidente, esa fuera la situación, por ejemplo la crisis actual de la poesía --que no es sólo de consumo o difusión sino de esencia y de apariencia--, no podría entenderse con claridad y hondura sino en función de esta violencia prácticamente universal sobre el lenguaje humano. Nunca, ni aun en los momentos más exquisitos, pudo haber una gran poesía que no tuviera siempre su raíz, así fuera secreta, en su contacto con una lengua viva. Es decir con un idioma orgánicamente hablado por un pueblo, orgánicamente empleado para su vida cotidiana por una comunidad. La crisis cada vez más aguda que va asediando a la poesía en sus aspectos estéticos y socioculturales, no es (intuyo) apenas el problema de un género literario o de un tipo de artista en particular. Tal cosa ya ocurrió antes, y hubo momentos de esplendor y otros de repliegue, hubo especies extinguidas y también rejuvenecimientos y hasta renacimientos. Pero nunca se había afectado de raíz, en sus mismos orígenes, al lenguaje humano como se lo está afectando.

Por eso, me pregunto: ¿no habrá llegado el momento de plantearse también una ecología del espíritu, de la condición humana? ¿No será precisamente a consecuencia de los mismos defectos de esta civilización llamada occidental, en la práctica apenas tecnolátrica y cosificada, que estamos enfocando los daños ecológicos que ella produce sólo en sus aspectos geográficos, económicos, materiales, y no consideramos cuánto le cuesta, qué precio ha tenido todo este maravilloso y a la vez devastador proceso, donde el conflicto no es por supuesto con la inventiva científico-técnica sino con su manipulación, en relación con el espíritu del hombre? ¿Qué poesía puede haber, entonces, si se secan las fuentes del lenguaje vivo? ¿Qué gran poesía puede haber si ya no es posible ni siquiera encontrarse con el silencio necesario, imprescindible?


(Y ante tan devastadora, desolada realidad, que siempre temo pueda resultar apocalíptica, debo confesar sin embargo que el desmentido más cabal --aunque por su excepcionalidad también le cabría acaso ser entendido como ratificación--, la mejor luz de consuelo, el más límpido indicio de esperanza con respecto al porvenir de la poesía no me llegó de los libros o del todavía llamado ambiente intelectual. Fue por boca de una legítima mujer del pueblo, la humilde y entrañable anciana noblemente indígena que cuidaba el baño de la Casona de los Siete Patios, destinada del todo a sus artesanos en uno de esos realmente pueblos mágicos de México, Pátzcuaro, cuando al preguntarle si no prefería trabajar ahí mismo pero en otro sitio me contestó, en un lenguaje tan caudaloso, límpido y rico que nunca olvidaré: “No, no lo haría, porque si trabajara allí me pondría sombreada y enojona”. ¿Cuántos autodenominados poetas de hoy, en todo el mundo, somos capaces de alcanzar semejante limpidez, semejante intensidad y tal hondura? ¿De alcanzar esa densidad, ese timbre, ese tono del lenguaje, que siempre fue de todos y de uno, único y general, íntimamente personal y a la vez, al mismo tiempo, ineludiblemente colectivo?)

Dentro de una perspectiva humanista, el mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI será continuar siéndolo. Quienes sean capaces de reflexionar críticamente en medio de esta pesadilla de hipnótica banalidad universal van a resultar absolutamente imprescindibles. Por otro lado intuyo que, no sólo a los supuestos intelectuales sino, en realidad, a cualquier hombre conciente de su propia condición le va a ser ineludible enfrentarse con gravísimos problemas de supervivencia. Los límites al indómito poder financiero globalizado ya no serán exigidos por perspectivas de justicia económica, política o social, sino por elementales razones ecológicas: el planeta no lo soportará. Y las graves consecuencias ecológicas no se limitarán a la naturaleza, a nuestro hábitat, sino que ya están afectando --y desde hace mucho tiempo-- a la misma condición humana. Una auténtica perspectiva ecológica no sólo deberá seguir tomando muy en cuenta los daños al planeta sino también, al mismo tiempo, el costo que todo ello ha tenido para nosotros, los seres humanos, en cuanto especie. Y en cuanto personas también, claro. ¿La poesía, que no es sino el lenguaje vivo, la lengua viva en su más alta expresión, podría ya no considerarse, sino resultar ajena a eso?

* Poeta, traductor, ensayista.