20.9.13

¿Nuestra soberanía puede hablar "español"?




 Viernes, 20 de septiembre de 2013

EL PAIS > OPINIÓN

¿Nuestra soberanía puede hablar “español”?


 Por Rodolfo Alonso *
Estoy seguro de que a nadie habré inquietado con mi ausencia. Pero siento la obligación de explicar(me) por qué no acepté firmar el documento “Por una soberanía idiomática”, publicado el 17 de septiembre en Página/12, con cuyos fundamentos coincido en gran medida, y que rubrican muchos queridos y admirados amigos.
Como en estos temas del lenguaje no hay nada inocente, sólo se trató para mí de una sola palabra: llamar “español” a la lengua que hablamos. Ya en 1492, Antonio de Nebrija denominó “Gramática castellana” a la primera codificación de dicha lengua, por entonces naciente. Y ya entonces, y no sólo por obsecuencia, la dedicó a la reina Isabel como “instrumento del imperio”.
Desde muy pequeño supe que en España se hablaban varias lenguas, pero que sólo una no estaba prohibida. Y que esa prohibición duró muchos siglos, y sólo concluyó con la muerte de Franco y de su dictadura. A partir de entonces, recuperada la democracia, en España existen por lo menos cuatro lenguas oficiales: castellano, vasco, catalán y gallego.
Es algo que ya sabía Juan María Gutiérrez (1809-1878), un miembro clave de nuestra primera generación de intelectuales, la de 1837, cuando el 30 de diciembre de 1875, con una digna y larga carta, ampliamente fundamentada, rechazó aceptar su nombramiento como miembro de la Real Academia Española.
Desde entonces, la cuestión de la lengua tuvo amplio anclaje histórico en nuestro país, incluso con largos períodos donde se la enseñó nada menos que como “idioma nacional”. Lo que dio, por supuesto, pie para muchas y fecundas polémicas.
Pero así como no es azaroso ni ingenuo que la “Ñ” sea el logo de los muchos congresos que la Real Academia Española viene realizando sobre todo en nuestra América, tampoco es menos cierto que esa misma Academia, desde sus orígenes, utiliza el adjetivo de Española para su condición de organismo, y no para la lengua de la que dice ocuparse. La cual siempre fue llamada castellano.
Que nosotros aceptemos denominarla “español”, especialmente en estos tiempos donde el término “spanish” es impuesto por la avasalladora masificación de los medios digitales (que tampoco son ingenuos), es como si aceptáramos que, tal cual ocurre en las aduanas de Estados Unidos, nos califiquen de “hispanos”, o como si nosotros mismos siguiéramos aceptando el apelativo de “hispanoamericanos” con el cual quisieron cautivarnos. Es decir, hacernos cautivos.
Por eso, a mi modesto entender, pregunto (y me pregunto): ¿nuestra soberanía idiomática no debería comenzar por negarnos a designar con el nombre de una nación europea a la lengua en que hablamos, sobre todo, tantos millones de latinoamericanos?
* Poeta, traductor y ensayista argentino.

19.9.13

¿NUESTRA SOBERANÍA PUEDE HABLAR “ESPAÑOL”?

Por Rodolfo Alonso *



Estoy seguro que a nadie habré inquietado con mi ausencia. Pero siento la obligación de explicar(me) por qué no acepté firmar el documento “Por una soberanía idiomática”, publicado el 17 de septiembre en Página/12, con cuyos fundamentos coincido en gran medida, y que rubrican muchos queridos y admirados amigos.
Como en estos temas del lenguaje no hay nada inocente, sólo se trató para mí de una sola palabra: llamar “español” a la lengua que hablamos. Ya en 1492, Antonio de Nebrija denominó “Gramática castellana” a la primera codificación de dicha lengua, por entonces naciente. Y ya entonces, y no sólo por obsecuencia, la dedicó a la reina Isabel como “instrumento del imperio”.
Desde muy pequeño supe que en España se hablaban varias lenguas, pero que sólo una no estaba prohibida. Y que esa prohibición duró muchos siglos, y sólo concluyó con la muerte de Franco y de su dictadura. A partir de entonces, recuperada la democracia, en España existen por lo menos cuatro lenguas oficiales: castellano, vasco, catalán y gallego.
Es algo que ya sabía Juan Maria Gutiérrez (1809-1878), un miembro clave de nuestra primera generación de intelectuales, la de 1837, cuando el 30 de diciembre de 1875, con una digna y larga carta, ampliamente fundamentada, rechazó aceptar su nombramiento como miembro de la Real Academia Española.
Desde entonces, la cuestión de la lengua tuvo amplio anclaje histórico en nuestro país, incluso con largos períodos donde se la enseñó nada menos que como “idioma nacional”. Lo que dio, por supuesto, pie para muchas y fecundas polémicas.
Pero así como no es azaroso ni ingenuo que la “Ñ” sea el logo de los muchos congresos que la Real Academia Española viene realizando sobre todo en nuestra América, tampoco es menos cierto que esa misma Academia, desde sus orígenes, utiliza el adjetivo de Española para su condición de organismo, y no para la lengua de la que dice ocuparse. La cual siempre fue llamada castellano.
Que nosotros aceptemos denominarla “español”, especialmente en estos tiempos donde el término “spanish” es impuesto por la avasalladora masificación de los medios digitales (que tampoco son ingenuos), es como si aceptáramos que, tal cual ocurre en las aduanas de Estados Unidos, nos califiquen de “hispanos”, o como si nosotros mismos siguiéramos aceptando el apelativo de “hispanoamericanos” con el cual quisieron cautivarnos. Es decir, hacernos cautivos.
Por eso, a mi modesto entender, pregunto (y me pregunto): ¿nuestra soberanía idiomática no debería comenzar por negarnos a designar con el nombre de una nación europea a la lengua en que hablamos, sobre todo, tantos millones de latinoamericanos?


                              * Poeta, traductor y ensayista argentino.

18.9.13

Dos Poemas con Chile



Viernes, 13 de septiembre de 2013 | 

EL MUNDO > OPINIÓN

Dos Poemas con Chile


 Por Rodolfo Alonso *
Quizás estos dos poemas, escritos uno a muy pocos días del golpe y el otro bastante después, deberían haberse publicado el 11 de septiembre, cuadragésimo aniversario del primer zarpazo de la sangrienta garra pinochetista sobre Chile. Pero, en realidad, acaso sea mejor así. Porque el pensamiento vivo de Salvador Allende es el que se está concretando, cada día, en las nuevas democracias soberanas de América del Sur, unidas como nunca y como nunca atentas cada una a su propia identidad, a su propio camino dentro del destino general, en su gran mayoría ampliando las libertades constitucionales y los derechos humanos con la inclusión popular y la justicia social. Como quería Allende.

Ay, Chile
Me duele el corazón
pero me duelen
también el hígado, las manos, los riñones,
y también los testículos
y el alma.
Ay Chile, ay amor mío.
Los pequeños mendigos
de mi patria
que duermen en los subtes
no me han visto llorar.
(Buenos Aires, 19-9-1973)
Aquel Allende
Como un endecasílabo curioso
Avanzará la tarde a manos llenas
Y se abrirán las grandes alamedas
En nuestro desolado corazón
Estallarán en luces los opuestos
Y no se negarán contradicciones
Habrá ricos de amor cuando lo quieran
Y se abrirán las grandes alamedas
Al fin restañará su aura el obrero
Soldándonos de a uno uno a uno
Y no toda la luz será de sombra
Y se abrirán las grandes alamedas
Hacia lo que nos queda por hacer
Hacia lo que nos queda por vivir

(Buenos Aires, 17-2-2002)

* Poeta, traductor y ensayista argentino.


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