22.1.13

Umberto Saba



ADN Cultura






Viernes 18 de enero de 2013 | Publicado en edición impresa
Poesía


La raíz compleja de lo sencillo

Una antología del gran poeta triestino Umberto Saba permite redescubrir una voz lírica de engañosos tonos menores, en la que se entrevé una serena desesperación
Por Sandro Barella  | Para LA NACION
 





Acaso el menos célebre de los escritores identificados con la ciudad de Trieste -el exiliado Joyce, Italo Svevo, más recientemente Claudio Magris-, el italiano Umberto Saba (1883-1957) ocupa en el mundo de las letras la clase de lugar que se reserva a las figuras cuya voz nunca se elevó de más. Su poesía proyecta un canto suave, sin estridencia, como música de cámara o como una melodía compuesta para un solo instrumento. Es una poesía acompasada, dicha al oído, con un sentido del pudor que rehúye el escándalo de la sorpresa o el ingenio, concentrada en el rigor de una búsqueda que está más allá del gusto de una época: "Amé palabras simples que ni uno/ osaba. Me encantó la rima flor/ amor,/ la más antigua difícil del mundo". Saba encuentra en la transparencia de lo sencillo la raíz compleja de los pensamientos, las pasiones y las cosas del mundo. Nacido en Trieste en 1883, de padre católico y madre judía, residió la mayor parte de su vida en su ciudad de origen, salvo un período durante la Segunda Guerra, cuando la promulgación por el régimen fascista de las leyes raciales lo obligó a refugiarse en Florencia y en Roma. Como bien anota en el prólogo a esta antología el poeta Rodolfo Alonso, a cargo de la traducción, su destino fue singular: "nada menos que ser buen poeta en una generación con cumbres como Ungaretti y Montale". Así pues, los poetas mayores del "hermetismo" proyectan su sombra, como suelen hacerlo en las diversas tradiciones poéticas las grandes voces. Pero bajo esas sombras siempre aparecen los necesarios tonos menores, como el que representan en la poesía italiana Saba, o, por poner un ejemplo posterior, Sandro Penna. Si se habla de destino, el del poeta está atado, además, a la vacilante condición de su doble origen, lo mismo que a la inestable situación histórica de Trieste, bisagra entre el Imperio Austro-Húngaro y la nación italiana. Así lo siente el poeta en un poema fechado en 1944, donde, además de rebelarse contra la opresión nazi-fascista, expresa su relación con la tierra que lo vio nacer: "Tenía una ciudad entre los montes/ rocosos y el luminoso mar. Mía/ porque ahí nací, más que de otros mía/ que joven la descubrí, y adulto/ por siempre con Italia la desposé en el canto".
La figura de Ulises, a la que Saba evoca en varios de los poemas de esta antología, muestra, más que la reflexión del poeta sobre el mundo antiguo, sobre el mito, la relación que establece con aquello que se sustrae de la rémora del tiempo histórico y llega hasta su mesa de trabajo. Para Saba, Ulises sigue errante en busca de Ítaca, o del amor, como él mismo o como cualquier otro hombre. Amé palabras simples , un verso para el título del libro, ofrece un recorrido para acercarse a la voz del poeta de la "serena desesperación", según lo define Alonso. El poeta que así le habla al lector: "Si lees estos versos y en lo hondo/ más que bellos, los sientes verdaderos,/ encuentras un canario. Y TODO EL MUNDO".

Tapa del libro Amé las palabras simples
de Umberto Saba,
traducción de Rodolfo Alonso
(Alción Editora, Córdoba, Argentina)
Umberto Saba nació en Trieste como
Umberto Poli, en 1883, y murió en Gorizia
en 1957. Hijo de católico y judía, su padre
pronto abandona a su madre, marcando para
siempre su vida. Una cálida nodriza eslovena,
Peppa Sabaz, inspiro el apellido que
usaría como poeta. Abandonó todo empleo
para dedicarse a las letras y vivir por su
cuenta, fundando la Librería Antigua y
Moderna. Se casó con Carolina Wölfler,
también una novia abandonada, con quien
tuvo su hija Linuccia. Vivió un tiempo en
Florencia, escapando de las leyes raciales del
fascismo. Lo protegieron, entonces, Montale
y Ungaretti. Allí comenzó a escribir, escapando
a la incomprensión de los críticos, un
extraño libro en su propio elogio: Storia e
Cronostoria del Canzoniere que, con el
seudónimo de Guseppe Carimandrei, publicaría
en 1948. Obtuvo el Premio Viareggio
(1946), el Premio Accademia dei Lincei y el
Premio Taormina (ambos en 1951), y póstumamente
el Premio Marzotto (1958). A partir
de Poesie (1911), publicó numerosos
libros, destacándose Il Canzoniere (1921),
título que usaría desde entonces para reunir
sucesivamente toda su obra. Trieste lo homenajeó
con una estatua en bronce, de pie y
sobre la acera, que convive con los transeúntes
en la amplia y bella zona peatonal, muy
cerca de su famosa librería.
La mirada calma del gran poeta italiano Umberto
Saba (1883-1957), no menos tensa ni apasionada
aunque discurra en apariencia serena y casi módicamente, prefiere colocar en los paisajes cotidianos su propio tono, su propio clima, el de un lenguaje exento
de complicaciones y sutilezas, y hasta en extremo
sencillo, pero cuya lograda tersura y cuyo sabio
escandido no denotan en absoluto ninguna clase de
facilismo o superficialidad, sino todo lo contrario. Es
la propia médula, el meollo de la misma vida cotidiana,
y la del hombre (común, en el mejor sentido)
que la refleja y que la vive, lo que Saba viene a hacer
fructificar y florecer.
Rodolfo Alonso

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