República de viento
Un país sin memoria
Rodolfo Alonso
Leviatán
Buenos Aires, Argentina, 2007
ANDREA COBAS
A primera vista, sobre un fondo de azul
intenso, se recorta la figura de una Argentina dibujada con palabras. Así se
presenta ante sus potenciales lectores República de viento. Un país sin
memoria de Rodolfo Alonso. Desde el diseño de su tapa, el sentido emerge
sugiriendo un entramado de problemáticas que se abordará una y otra vez:
lengua, patria, identidad, inmigración son algunos de los ejes que recorren los
textos que componen el libro.
Alonso no es prescriptivo: no obliga a una
lectura cuyos sentidos nos brinda digeridos. Los ensayos, las crónicas, los
fragmentos literarios que componen el libro van más allá: asumen el desafío de
invitar al lector a poner a prueba categorías tan centrales que adoptamos sin
cuestionar. El interés por esos temas no es casual: hijo de inmigrantes
gallegos, Alonso asume su doble origen, su bilingüismo, sus dos orillas. A un
tiempo, su tradición son los versos gallegos de Rosalía de Castro y también lo
son las Aguafuertes gallegas de Roberto Arlt. Pero Alonso no se queda
allí, también hace suya la poesía de Atahualpa Yupanqui, recreador de esa otra
herencia que Alonso busca recuperar incansablemente: la de aquellos aborígenes,
primeros pobladores de estas tierras. Los complejos dibujos que nacen del
encuentro entre las tres aristas de la nacionalidad argentina –pueblos
originarios, inmigrantes, criollos– motivan reflexiones que establecen nexos
ineludibles entre los textos de su libro: desde la colonización hasta nuestros
días, Alonso disloca para explicarlos los procedimientos que contribuyeron a
instaurar la república de viento que hoy llamamos “Argentina”.
Trazando una línea que va desde la conquista
de América a la conquista encabezada por Julio Argentino Roca, Alonso aborda la
primera de las tradiciones nacionales desarticulando frente al lector las
operaciones discursivas implícitas en la histórica metáfora del desierto
argentino: la lengua –al nombrar– no es inocente. Armazón de ejercicios de
índole política, la mirada que –en el siglo XIX– organiza la
construcción de la “patria argentina” surge de un proyecto cultural y nacional
que encuentra en la homogeneización y en el borramiento la clave de su éxito.
Instaurando la idea de un vacío que es imperioso poblar, se emprende la
búsqueda de una “nación para el deserto argentino”. No extraña que ese vacío se
llene, en primer término, con palabras. Por eso, Alonso recupera la veta más
claramente política de la etapa fundacional de la literatura argentina, la
porción del corpus que busca intervenir en la construcción de la
nacionalidad: Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Hernández, Mansilla: nombres
propios que evocan textualidades en las que indio, patria, inmigrante,
son palabras que representan ideas medulares. Aquel paradojal vacío que
delinean los románticos –y que materializan con sangre algunos de los hombres
de la generación del '80– cobrará espesor en el imaginario nacional en la
figura del inmigrante, esa presencia que con el paso de los años se transfigura
de promesa en peligro. Si para los románticos la figura del inmigrante condensa
los sueños de construcción de una verdadera república, la generación del '80
pondrá en escena el rostro de una xenofobia intransigente que, bajo la máscara
de la defensa de una pretendida identidad argentina, oculta el rostro de los
que buscan preservar ciertas prerrogativas de clase amenazadas por el avance
social, económico y cultural de los inmigrantes y de sus hijos. Alonso también
nos presenta una cara más actual de este modo de entender lo argentino: la
supervivencia del estereotipo que aflora en el chiste de gallegos; en la
suspicaz mirada hacia el “ruso”; o en la xenofobia desplazada hoy hacia las
figuras de bolivianos, peruanos o paraguayos.
La cuestión de fondo que vertebra República
de viento tiene que ver con la identidad, con la pregunta sobre qué
significa ser argentino. Alonso responde ese interrogante y lo hace rechazando
la decimonónica idea monolítica de la argentinidad como un constructo homogéneo
y sin fisuras: pensar las inflexiones de la identidad argentina es un ejercicio
de apertura, es la elección de un camino que encuentra su razón de ser en la
diversidad, en la pluralidad, en el cruzamiento. Alonso cita la frase de Rilke
en la que afirma que la verdadera patria del hombre está en su infancia. Esta
referencia ilumina República de viento: para Alonso su patria infantil
tiene partes iguales de Galicia y de Argentina; de allí que para él, su
bilingüismo sea pura riqueza, sea la llave de acceso a un universo en el cual,
lejos de motivar el autoodio, la diferencia es pura positividad.
Rodolfo Alonso parece decirnos que es desde
el presente que el argentino debe interrogar su modo de entender la
argentinidad impresa en las marcas de una variedad étnica que todavía hoy
pervive en rostros, lenguajes, edificios e instituciones colectivas: las hendiduras
del presente argentino tienen mucho que ver con un pueblo que eligió olvidar
sus orígenes, que suele estigmatizar lo que no comprende, que muchas veces
elige la burla como un pobre ejercicio para conjurar el miedo.
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