18.11.17

A 80 años del genocidio de Guernica Por Rodolfo Alonso









A metros de la Casa Rosada, junto a la estatua de Juan de Garay, Buenos Aires ostenta desde 1919 un retoño del más que secular   Árbol   de   Guernica,   emblema   sagrado   de   las   libertades vascas. Anterior  incluso a la existencia de  España como  esta donación, a partir de Isabel y Fernando los reyes acostumbraban jurar bajo su sombra venerable respetar los fueros de Euzkadi. Acentuando   su   fuerte   simbolismo,   ese   magnífico   Robles obrevivió, en medio de un hito legendario: la guerra civil española (1936-1939), a otro hecho de trágica resonancia. El 26 de abril de1937 la vieja villa de Guernica fue literalmente reducida a polvo,junto con buena parte de su población, por los flamantes aviones nazis de la Legión Cóndor. Porque   el   18   de   julio   de   1936,   militares   conducidos   por Francisco   Franco   se   sublevan   contra   la   legítima   República española. Controlados y muchas veces vencidos por el pueblo enarmas, los milicianos recuperaron en Madrid su principal reducto, elCuartel de la Montaña. Así comenzó la última guerra de hombres, yla   primera   contra   el   fascismo.   Contra   los   fascismos,   que reaccionaron de inmediato.Del   principio   al   fin,   Hitler   y   Mussolini   cooperaron   con   la rebelión   enviando   sus   mejores   tropas   y   modernos   adelantos bélicos, decisivos para la victoria franquista. Goering probó allí su naciente Luftwafe, y más de 700 pilotos alemanes cuidadosamente elegidos volaron para Franco. Ensayaron bombardeo de ciudades,blitzkrieg  o   guerra   relámpago,   terror   sobre   poblaciones   civiles,ataques aéreos en picada y táctica de apoyo directo a las tropas detierra. Sin olvidar los tristemente célebres tanques Panzer I.Esas crueles experiencias fueron invalorables, al estallar caside   inmediato   la   segundo   guerra   mundial   (1939-1945),   para   los primeros   éxitos   nazis   en   toda   Europa.   La   misma   Europa   que abandonó a los republicanos españoles. Que sólo contaron con la ayuda sobre todo inicial de la URSS y el apoyo permanente del México de Lázaro Cárdenas, sin olvidar las heroicas e indomables Brigadas Internacionales.El 23 de abril de 1937, el jefe de la Legión Cóndor, Wolframvon Richthoffen, primo del famoso as de la aviación alemana en la primera  guerra,  anota   en   su   diario:   “¿Qué   se   puede  hacer? La Legión Cóndor se retira. No se puede dirigir a una infantería incapazde atacar posiciones débiles.” Y al día siguiente: “¿Conseguiremos destruir Bilbao?”.El 26 de abril, a las 14,30 la campana mayor de Guernicarepicó alertando sobre un ataque aéreo. Era día de mercado. Se corrió  a los sótanos. Un solitario bombardero Heinkel 111 de la Legión Cóndor arrojó su carga letal en el centro y desapareció. Lagente   dejó   sus   refugios   para   socorrer   heridos.   Quince   minutos después, la escuadrilla completa de la élite aérea nazi sobrevuela Guernica.   Cierto   número   de   cazas   italianos   Fiat   CR-32   y   Fiat-Ansaldo   participaron   también.   Hubo  una   estampida   para   huir   alcampo, pero cazas Heinkel 51 ametrallaron sin piedad hombres,mujeres, niños. Sin embargo, faltaba lo peor.A   las   17,15   cuarenta   bombarderos   Junker   52   arrasan minuciosamente la ciudad, en pasadas de 20 minutos durante dos horas   y   media.  Arrojaron   desde   bombas   medianas   o   pequeñas hasta de 250 kg, antipersonal e incendiarias. Los testigos describen escenas apocalípticas. Familias enterradas por escombros de sus casas o aplastadas en refugios. Vacas y ovejas ardiendo  por  la termita y el fósforo blanco, enloquecidas hasta morir entre ruinas en llamas. Salvo la Casa de Juntas y el Roble milenario, no alcanzados por   hallarse   fuera   del   corredor   aéreo   que   los   pilotos   alemanes siguieron disciplinadamente, Guernica era una pira de fuego, humo y terror.El gobierno vasco sostuvo que un tercio de la población (1645 muertos y 889 heridos) sufrió en carne propia el bombardeo. Al día siguiente, 27 de abril, la prensa británica anuncia la destrucción de Guernica,   y   el   28   tanto   el   “Times”  como   el   “New   York   Times” publican   el   célebre   artículo   de   George   L.   Steer.   La   indignación mundial es inmensa e inmediata. El 29 de abril el cuartel general de Franco   emite   un   comunicado,   donde   intenta   adjudicar   la responsabilidad a “las hordas rojas al servicio del perverso criminal Aguirre”, presidente de Euzkadi. La   mayoría   de   los   vascos   eran   católicos   y   moderados   o conservadores. Se unieron al Frente Popular en defensa de sus fueros seculares. A diferencia de  la Iglesia española, que apoyó vivamente la “Cruzada”, fueron acompañados por sus sacerdotes.Yo  mismo recuerdo una foto en la cárcel franquista, donde cien curas vascos rodean al dirigente socialista Julián Besteiro.Sólo tras morir Franco (1975), como exigió su autor, el cuadro más renombrado de Picasso, pintado frenéticamente entre mayo y junio de 1937, pudo exhibirse en España. Quizá no todos quienes acuden al Museo Reina Sofía saben, hoy, a qué alude su sobrio título: “Guenica”. Durante la ocupación de Francia, al preguntarle ante la misma obra un oficial nazi: “¿Usted hizo esto?”, Picasso contestó simplemente: “No, esto lo hicieron ustedes.”Como prueba, baste lo declarado por Goering en el juicio de Nuremberg   (1945-1946)   a   criminales   de   guerra   nazis:   “Cuando estalló en España la guerra civil, Franco pidió auxilio a Alemania, y en especial apoyo aéreo. El  Führer vacilaba, y yo le aconsejé con energía que bajo cualquier circunstancia otorgase ese apoyo: en primer lugar, para impedir la extensión del comunismo en esa zona,pero también para poner a prueba mis nacientes Fuerzas Aéreas en una serie de detalles técnicos. Con autorización del Führer envié gran  parte  de  nuestra   flota  de   transporte y   numerosos cazas   y bombarderos, así como cañones antiaéreos. Pude comprobar en condiciones de combate si el material era eficiente. Para que el personal   adquiriese   además   experiencia   práctica   organicé   una rotación   continua  mandando   constantemente  unidades   nuevas   y repatriando las anteriores.”Esa fría pero precisa enumeración, de por sí escalofriante, se hace   estremecedora   si   la   contraponemos   con   las   imágenes concretas y a la vez inimaginables del horroroso genocidio sufrido por Guernica. Nadie lo rozó tan hondamente como un íntimo amigo de  Picasso,   el  gran  poeta   francés  Paul   Éluard,  en   su  indeleble poema “La victoria de Guernica”: “Os han hecho pagar el pan / El cielo la tierra el agua el sueño / Y la miseria / De vuestra vida ///  Las mujeres los niños tienen igual tesoro / En los ojos / Todos muestran su sangre // El miedo y el coraje de vivir y de morir / La muerte tan difícil   y   tan   fácil  //   Parias  la  muerte   la   tierra   y   la   fealdad  /   De nuestros enemigos tienen el color / Monótono de nuestra noche /Daremos cuenta de ellos.

* Poeta, traductor y ensayista argentino


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