16.11.14

La Academia Brasileña de Letras ENTREVISTA A RODOLFO ALONSO




por Marco Lucchesi




(Uno) Su amistad con Brasil es una de las páginas más expresivas de su biografía. ¿En ella se profundiza su ancestralidad ibérica, como si Brasil y Argentina reivindicasen un estrecho parentesco, no siempre declarado?    
         Como a todo lo largo de mi vida, las cosas simplemente me ocurren, nunca son fruto de un plan o de un proyecto. Yo me descubrí profundamente ligado con Brasil desde que tengo memoria, desde mis primeros años.
         La contagiosa personalidad y diversidad de la vida cultural y social del pueblo brasileño, la sensualidad expresiva de su lenguaje y de su música, me sedujeron pronto. De hecho, los primeros poetas que traduje fueron los grandes modernistas brasileños. Y a pesar de mi innata timidez trabé amistad con Carlos Drummond de Andrade y Murilo Mendes,  que me hicieron llegar sus libros y sus cartas. Y ese fue sólo el comienzo.
         Desde entonces hasta hoy, traduje y difundí la gran literatura brasileña en castellano. Y conocí Brasil, invitado a Bahía, Curitiba, Passo Fundo, Brasilia, Belo Horizonte, Ouro Prêto, Rio. Y experimenté, así. la maravillosa sensación de sentirme al fin inmerso en ese planeta vivo que es Brasil.
         Sólo mucho más tarde intuí a qué podía deberse acaso todo eso. De padres gallegos e infancia bilingüe, el primero de los míos nacido en Buenos Aires, si tuve algún don fue el de lenguas, el de oído. Nunca necesité aprender portugués. Quizá en mi sangre venían aquellos trovadores que cantaban en galaico-portugués mucho antes de que existieran las naciones.
         En 1984, tras la dictadura, me tocó asistir emocionado al primer encuentro de los presidentes Sarney y Alfonsín donde se cimentó el Mercosur, reuniendo a Argentina con Brasil. Tan sólidamente que son ahora motor de la Unasur, entre las nuevas democracias soberanas de nuestro continente, unidas como nunca y como nunca atentas cada una a su propia identidad, a su propio camino dentro del destino general, en su gran mayoría ampliando las libertades constitucionales y los derechos humanos con la inclusión popular y la justicia social. Me alegra mucho eso.





(Dos) ¿Como primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina, ya daba muestras de cuál iba a ser su carta de navegación?
Deben haber sido, supongo, mis primeras traducciones de grandes poetas brasileños lo que hizo que, siendo tan joven, me pidieran seleccionar y traducir a Pessoa cuando aún era casi desconocido, incluso en Portugal. Ese mismo año me encargaron la poesía completa de Cesare Pavese. Y una novela de Marguerite Duras. Y al año siguiente una amplia antología de Ungaretti. Con sólo eso, de entrada, era evidente (aunque no lo supiera) que mi destino ya estaba fijado. Escribir, y también traducir poesía. Que muy probablemente es otra forma de escribirla, ¿no?.





(Tres) Otra marca de su trayectoria fue la revista de vanguardia “Poesía Buenos Aires”. ¿Más allá del gran papel desempeñaado por el grupo, qué  subsiste en su poesía? 
Como dije estas cosas me ocurrieron, jamás me las propuse. Introvertido y tímido, a mitad de la enseñanza secundaria, la noche antes de cumplir mis 17 años me descubrí convertido en el  más joven de la revista “Poesía Buenos Aires”. Fueron años fecundos y veloces, de entrega y crecimiento.
En un clima de humor, nada solemne, a lo largo de una década 30 números de una revista de vanguardia hecha por jóvenes unieron creación, traducción y reflexión alrededor de la poesía. Y se dijo que cambiaron la forma de vivir y escribir poesía, no sólo en la Argentina sino aún más allá.
Fraternidad y exigencia, fue lo que sentí me planteaban desde un inicio. Y es lo que siento me acompañó hasta aquí. Uno era admitido con absoluta libertad, entre bromas y risas, pero la poesía es una cosa seria.





(Cuatro) Su amistad con Aldo Pellegrini y todo un régimen de planos y desafíos estéticos que lo llevaría a los poetas franceses e italianos, ¿permanecen encendidos, como se puede ver en su libro “Defensa de la Poesía”?
         Al mismo tiempo que me integraba en “Poesía Buenos Aires”, fraternicé con los surrealistas. Entre ellos, Aldo Pellegrini, figura central, pionero del surrealismo fuera de Europa y en América Latina, fue muy generoso conmigo. Él me propuso, muy joven, seleccionar y traducir nada menos que a Pessoa y a Ungaretti.
         Pero el contacto, como experiencia viva, no apenas literaria, con los grandes de la poesía francesa (especialmente surrealistas) o italiana, junto con lo que bebía en lengua portuguesa, sobre todo en Brasil pero también en Portugal, surgían tanto de una como de otra fuente. Y muchas veces eran descubrimientos personales, que se compartían como una novedad alborozada.





(Cinco)  Cito al azar algunos poetas brasileños que tradujo: Manuel Bandeira, Dante Milano, Cecilia Meireles, Murilo Mendes, Alphonsus Schmidt, João Cabral, Drummond de Andrade. ¿Su taller de traducción, abierto en todos esos años, continúa activo para nuestra parte del mundo? 
También traduje a João Guimarães Rosa y a Mário de Andrade (tarea nada fácil). A Machado de Assis y Olavo Bilac. O a Anibal M. Machado. Y a Clarice Lispector o Vinicius. Y ese manantial no está cerrado. Todo lo contrario. Editorial Alción me publicó hace poco dos antologías: “Poesía escogida”, de Drummond, y “La poesía sopla donde quiere”, de Murilo, en las que cumplo un viejo sueño: reunir todo lo que traduje de cada uno. Pero Brasil no me abandona. No puede. Y yo tampoco puedo abandonarlo. De modo que seguiré incurriendo en traducción.





(Seis)  Me gustaría oírlo sobre Juan Gelman, su gran “compañero de viaje”, para usar la expresión cara a Alceu Amoroso Lima.
Juan Gelman, pocos años mayor que yo, me acercó su primer libro cuando ya me habían publicado un par de títulos. Al comienzo no fuimos tan asiduos, nuestras vidas no siempre se cruzaron. Todo cambió a partir de nuestro reencuentro, a medidos de 1994, en el caudaloso Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Recuerdo que Juan me invitó casi secretamente a su hotel, donde me dedicó el bello “Dibaxu”, recién aparecido. A partir de allí, gracias a su desmedida generosidad, nos descubrimos muy unidos. Juan era un gran poeta, justamente celebrado, capaz de seguir jugándose en cada nuevo libro, sin decaer en retórica alguna de sí mismo. Y, algo tanto más extraordinario, absolutamente exento de cualquier vanidad y devoto servidor de la poesía (“La Señora”, como solía aludirla.) Y al mismo tiempo, no menos devoto servidor de la amistad, dueño de una amplia y fraternal acogida, de una cálida hospitalidad de brazos siempre abiertos.





(Siete) Su obra poética se constituye casi en un plano goetheano, atento a la filología de la “Weltliteratur”, en sintonía con las lenguas del mundo y de nuestro tiempo. ¿Cuáles serían sus próximos pasos?
No lo sé. Yo me dejo llevar. Siempre lo he hecho. Jamás hago proyectos. La poesía me ocurre, insisto. Y al mismo tiempo estoy siempre rodeado de trabajo. Reviso un nuevo libro con mis poemas de los últimos años: “A flor de labios”. Y trato de ordenar, para volúmenes colectivos, la totalidad de mis libros de poesía. (Me cuesta decir “poesía completa”. Me suena a oximoron.) Sólo se editó hasta ahora un volumen que reúne mis 6 primeros libros, de extrema juventud: “A favor del viento”.
Y espero que aparezcan, junto con libros propios, nuevas traducciones en Argentina, México, Venezuela, Cuba (Éluard, Pessoa y otros, Dino Campana, Mário de Andrade, Celan y otros poetas alemanes de posguerra, Jacques Prévert, Guimarães Rosa y otros). Dirijo una nueva colección, “La Gran Poesía”, para Eduvim (Editorial Universitaria Villa María). Siempre bilingües, ya salieron mis versiones de Baudelaire y Dino Campana, y preparan Guillaume Apollinaire. Por supuesto que irán poetas brasileños.
Tuve la suerte de ser editado, en Argentina y en más de una decena de países. Pero muy poco en la España posmoderna, nada en Portugal y sólo una vez en mi amado Brasil. Allí espera editor mi reciente: “Poemas pendientes”, con conmovedora introducción de mi viejo y querido amigo Lêdo Ivo, y espléndidamente traducido por Anderson Braga Horta.
Pero sólo debería dar las gracias. Busquemos primero ser dignos del don de la poesía, y todo lo demás nos será dado por añadidura..


Publicada originalmente en portugués en el nº 77 de la “Revista Brasileira”

 de la Academia Brasileña de Letras, Rio de Janeiro, diciembre de 2013, pgs. 9 a 13.

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