Por Rodolfo Alonso
Pasan los días. mas no cede la pena.
Emerjo muy lentamente del abismo de dolor en
que me sumergió, la noche de ese martes 14 de un enero fatal, una agencia de
noticias con el repentino, inesperado anuncio de su pérdida. “Sabemos que “fueron” muy amigos, queríamos una
semblanza.”
No pude contestar. Sólo sollozos. Y el
balbuceo entrecortado que ellos lograron anotar: “Recién me entero. No tengo
palabras. Es un dolor muy grande. Una pérdida inmensa.”
Cuando hace poco nos habíamos visto,
escrito, bromeado...
Pero de ese marasmo resurjo a pedazos, a
veces, lentamente. Un poco por el sentirlo vivo dentro mío, muy vivo.
Y también al irme enterando, por briznas de
noticias, por rumores, de su extraordinaria y corajuda decisión final, que lo
revela culminando tal como era, de cuerpo entero.
Elegir el dolor y no alargar penosamente su existencia,
no volverse un objeto para poder dedicar del todo sus últimos días sólo a
escribir poemas, y a escribir poemas a la mujer amada, es algo
excepcional, extraordinario, casi mítico, que culmina sí su vida pero coronándola
como siempre vivió, como un valiente y como un poeta.
Y es aquí donde siento que yo, y también
todos los que seamos capaces, dignos de percibirlo, estamos (todavía más) en
deuda con él, que tanto tanto tanto nos ha dado.
Gracias siempre por eso, también, querido
amigo, gracias por todo. Y gracias por entibiarnos, por endulzarnos un poco,
con gesto semejante, este amargo trago de amargura.
Gente
honrada me pide que elija unos poemas para recordarlo. Pero no logro todavía
atreverme a abrir sus libros.
Me dejo
llevar por marejadas de recuerdos.
El 3 de
otro enero, pero de 1958 (la fecha está debajo de su firma) en nuestra Buenos
Aires, Juan me viene a traer su primer libro: Violín y otras cuestiones. Y justo el primer poema de ese libro
inicial, como muy bien se ha recordado, se titula “Epitafio”.
De cuando
en cuando, ya en México, solía enviar algún poema. Que uno honesta y
cálidamente agradecía.
Con el
tiempo descubrí, no una sino varias veces, que era de nuevo su delicadeza
enorme, porque ese mismo poema solía aparecer dedicado al pie en el libro
subsiguiente.
Así ocurrió
con un poema de título entrañable, revelador, casi un poema en sí mismo, un
hallazgo verbal que es al mismo tiempo una evidencia muy íntima: “Entreshijo”.
Y justo
vino a ser ese el único poema de los que me envió que no se publica dedicado,
porque en El emperrado corazón amora
su texto cubre totalmente la página hasta la última línea, con lo cual sin duda
resultó imposible dejar unas pocas palabras accesorias colgando solas en lo
alto de la página siguiente.
Y ya que
abrimos con el primero del primer libro, cerremos con el poema final del último
libro publicado: Hoy.
No puedo
hacer nada más, por el momento.
Entre
bromas y veras, Juan solía aludir (privada e incluso públicamente) a la poesía
como “La Señora”.
“Veamos
cómo se ha despertado hoy La Señora, decía por ejemplo, porque si ella no
quiere no hay nada que hacer.”
Parece que
quiso. Y mucho. Y bien.
De pronto sentí
el impulso irresistible de volver a buscar aquel primer libro tuyo, en que todo
empezaba: Violín y otras cuestiones.
Lo fui leyendo entero, lentamente, haciendo vida otra vez de la memoria. Y ahí
fue donde, muy cerca del final, volví a encontrarte. O mejor, vos mismo te
encontraste. Porque decías, ya desde entonces, y aún ahora: “Así eras, Juan.
Por eso te llamabas, / juan como todo lo que sufre y crea.”
EPITAFIO
Un pájaro
vivía en mí.
Una flor
viajaba en mi sangre.
Mi corazón
era un violín.
Quise o no
quise. Pero a veces
me
quisieron. También a mí
me
alegraban: la primavera,
las manos
juntas, lo feliz.
¡Digo que
el hombre debe serlo!
(Aquí yace
un pájaro.
Una flor.
Un violín.)
(Violín y otras cuestiones, de
Juan Gelman,
Ediciones Gleizer, Buenos Aires, 1956)
ENTRESHIJO
La mano
sube y baja a la noche
sobre el
ritmo del corazón.
Él sueña,
qué, no sabe, pero
el sabor en
la boca no miente
y el
estampido del día
borra
rostros. Cansado es
revertir
nervios que funcionan
con el
despliegue de los astros
y las obras
sensibles.
Remolcan a
cadena
la
resurrección del calor y
los órganos
internos del estar amoroso
sustituyen
la falta con un puente
que va
adónde.
¿Al caballo
de Córdoba? La foto
da fe que
galopó ternuras
con un
niñito al lado.
La foto se
quedó
y un
espejismo de aguas lentas
deshace el
orden cósmico hoy.
Decirlo en
voz alta es un lugar
de la
conciencia apenas
cubierto
por sustancias vulgares.
(El emperrado corazón amora,
de Juan Gelman,
Seix Barral, Buenos Aires, 2011)
¿Y
si la poesía fuera un olvido del perro
que te mordió la sangre/una delicia falsa/una fuga en mí mayor/un invento de lo
que nunca se podrá decir? ¿Y si fuera la negación de la calle/la bosta de un
caballo/el suicidio de los ojos agudos? ¿Y si fuera lo que es en cualquier
parte y nunca avisa? ¿Y si fuera?
(Hoy, de Juan Gelman,
Seix Barral, Buenos Aires, 2013)
![]() |
"Juan Gelman y Rodolfo Alonso en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, 1994". |
______________________________________