por Rodolfo Alonso *
Hace setenta años, el 8 de junio de 1945, a los pocos días de
haber sido liberado de su calvario infernal por los campos de concentración
nazis de Auschwitz, Buchenwald y Flöha, uno de los más singulares y míticos
poetas del surrealismo, Robert Desnos, enfermo de tifus, moría en el abarrotado
hospital ruso improvisado en otro siniestro eslabón de esa misma cadena,
Terezin. No sin admirada sorpresa, en su cadáver se descubrió un último
poema de amor seguramente destinado a Youki, la mujer de su vida, de modo
extraño similar a otro escrito mucho antes (“Tanto he soñado contigo”). Otro
blasón del surrealismo, “el amor loco, el amor único”, se había hecho en él
carne palpitante.
Concluía
así, en forma tan emblemática como había vivido, el singular, más que trágico
destino de Robert Desnos. Nacido con el siglo, el 4 de julio de 1900, y nada
menos que en el barrio des Halles de París, desde muy joven su suerte se liga
con la del grupo de quienes iban a revolucionar la poesía del siglo XX:
Benjamin Péret, André Breton, Louis Aragon, Tristan Tzara, Paul Éluard,
Philippe Soupault, René Crevel, Antonin Artaud, Jacques Prévert, René Char. Con
ellos, le tocó vivir la etapa heroica e “inocente” del surrealismo, aquella que
en la década de los veinte del siglo pasado creía hacer realidad a la vez todos
los sueños y todos los deseos. Y en la cual participó no sólo con algunos de
los libros más significativos de ese período fulgurante (en 1924: Deuil pour
deuil; en 1927: La
Liberté ou l´Amour!; en 1930: Corps et biens),
sino también hasta exponiendo su cuerpo y su psiquis en inolvidables sesiones
de ensoñación hipnótica, que lo conducían a un auténtico trance. Por eso, sin
duda, pudo decir con justicia André Breton: “Nadie como él ha cargado con la
cabeza baja en todas las vías de lo maravilloso”.
Pero
también le tocó a él percibir –y manifestar--, llegado el momento, que el
surrealismo había caído ya en el “dominio público” (título que se daría
póstumamente, en 1953, a
un volumen con la mayor parte de su obra poética: Domaine public), y que
estaba en consecuencia “a disposición de los heresiarcas, de los cismáticos y
de los ateos”. Después de romper con el exigente casi puritanismo a la inversa
de André Breton, aquel ortodoxo de la heterodoxia a quien no pocos de sus
adeptos terminaron tildando como Papa del surrealismo, Robert Desnos volcó en
el periodismo, la radio, la canción, el cine y, aunque fugazmente, hasta en la
publicidad, su genio y su ingenio.
Heroico
participante en la
Resistencia francesa contra la ocupación nazi, fue arrestado por
la Gestapo una
mañana de febrero de 1944. Internado primero en Buchenwald, conoció luego la
siniestra serie de los campos de concentración del hitlerismo. Que lo ofrecería
a la muerte.
Exponente
de las mejores virtudes, no sólo estéticas por supuesto, que emergieron con la
rebelión surrealista, la poesía de Robert Desnos nos inquietó con las
experiencias inefables de Rrose Sélavy (un personaje imaginario creado
por telepatía con el pintor Marcel Duchamp), se anticipó con mucho a las
inquietudes de la lingüística sin dejar nunca de ser poeta en L´Aumonyme
o Langage cuit, y nos deslumbra en textos como los de A la
mystérieuse y Les ténèbres con un lirismo límpido y poderoso,
entrañable y fraterno, siempre enamorado de las fuentes más hondas y fecundas
de la vida.
EL
ÚLTIMO POEMA
Tanto he soñado contigo,
Tanto he caminado, hablado tanto,
Tanto he amado tu sombra,
Que no me queda ya nada de ti,
Me queda ser la sombra entre las sombras
Ser cien veces más sombra que la sombra
Ser la sombra que retorna y retornará
En tu vida asoleada.
Robert Desnos
(Traducción de
Rodolfo Alonso)
* Poeta, traductor, ensayista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario