ACABA DE APARECER
RENÉ CHAR
Vivir, límite inmenso
Antología bilingue
Selección, traducción
y prólogo de Rodolfo Alonso
Alción Editora,
Córdoba, 2019, 136 pgs.
Exigente y fraternal, humilde y orgullosamente entero, y de
inalterable devoción al más alto lirismo, pocos hay que encarnen como René Char
(1907-1988) la belleza y la verdad, la belleza y la justicia. Hijo de la luz y
enemigo de la sombra, provenzal de pura cepa, en él confluye el linaje de los
trovadores con el de los cazadores furtivos, felices de vivir libres en medio
de los bosques.
La concisión
de su palabra, que desde un comienzo se concentra para irradiar, yergue
asimismo la intensidad del poema en prosa o el fulgor del aforismo. En una vida
que demostró con creces valentía y honor, nunca dejó de sostenerlo la dignidad
de la poesía, pura “pobreza y privilegio”.
La sirvió sin servidumbre y sin servirse jamás de ella: no se conoce poeta
menos premiado, menos atento y más desentendido, cuando no indignado, acerca de
la mal llamada vida literaria.
Hay un rigor
en su palabra, como lo hubo en su conciencia.
Y así culmina su conmovedor Hojas
de Hipnos, anotado al azar entre los riesgos del maquis: “Cada una de las letras que compone tu
nombre, oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios, desposa la llana
simplicidad del sol, se inscribe en la frase gigante que clausura el cielo, y
asocia al hombre encarnizado en engañar a su destino con su contrario
indomable: la esperanza.”
Rodolfo Alonso
René Char (1907-1988) es uno de los últimos grandes poetas
europeos del siglo XX. Entrañablemente ligado a su natal L´Isle-sur-Sorgue, le
tocó participar desde joven en acontecimientos significativos. Ligado
apasionadamente con el surrealismo, supo abandonarlo con discreción. Héroe de
la Resistencia contra Hitler, dejó de escribir y luchó en el maquis toda la
guerra pero, tras la Liberación, careció de exhibicionismo o de revancha. Amigo
leal de Albert Camus, siguió a su lado en tiempos difíciles, controvertidos.
Llegó a alternar con Martin Heidegger, el gran filósofo aquejado de nazismo,
que quiso conocerlo y a quien abrió su
casa. Ya autor de Gallimard, nunca abandonó las bellas ediciones artesanales
compuestas a mano por Guy Levis Mano. Jamás pretendió premio y mucho menos lo
aceptó, rechazando incluso a su emisario, como ocurrió con Peter Handke. Su
poesía voló siempre alto, y siempre se mantuvo en un nivel a la vez fraternal y
de las altas cumbres. Camus supo retratarlo así: “Con más de un metro ochenta y cinco, robusto, de dedos de herrero, Char es
un menhir, un árbol que no se puede abatir. Tiene la cabeza en las estrellas
poéticas y el cuerpo arraigado en su tierra provenzal.”
(R. A.)
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