25.8.20

RENÉ CHAR

 

 

ACABA DE APARECER

 

 

 

 

RENÉ CHAR

Vivir, límite inmenso

Antología bilingue

Selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso

Alción Editora, Córdoba, 2019, 136 pgs.

 

 

 

 

 

Exigente y fraternal, humilde y orgullosamente entero, y de inalterable devoción al más alto lirismo, pocos hay que encarnen como René Char (1907-1988) la belleza y la verdad, la belleza y la justicia. Hijo de la luz y enemigo de la sombra, provenzal de pura cepa, en él confluye el linaje de los trovadores con el de los cazadores furtivos, felices de vivir libres en medio de los bosques.

          La concisión de su palabra, que desde un comienzo se concentra para irradiar, yergue asimismo la intensidad del poema en prosa o el fulgor del aforismo. En una vida que demostró con creces valentía y honor, nunca dejó de sostenerlo la dignidad de la poesía, pura “pobreza y privilegio”. La sirvió sin servidumbre y sin servirse jamás de ella: no se conoce poeta menos premiado, menos atento y más desentendido, cuando no indignado, acerca de la mal llamada vida literaria.

          Hay un rigor en su palabra, como lo hubo en su conciencia.  Y así culmina su conmovedor Hojas de Hipnos, anotado al azar entre los riesgos del maquis: “Cada una de las letras que compone tu nombre, oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios, desposa la llana simplicidad del sol, se inscribe en la frase gigante que clausura el cielo, y asocia al hombre encarnizado en engañar a su destino con su contrario indomable: la esperanza.

 

Rodolfo Alonso

 

 

 

 

 

René Char (1907-1988) es uno de los últimos grandes poetas europeos del siglo XX. Entrañablemente ligado a su natal L´Isle-sur-Sorgue, le tocó participar desde joven en acontecimientos significativos. Ligado apasionadamente con el surrealismo, supo abandonarlo con discreción. Héroe de la Resistencia contra Hitler, dejó de escribir y luchó en el maquis toda la guerra pero, tras la Liberación, careció de exhibicionismo o de revancha. Amigo leal de Albert Camus, siguió a su lado en tiempos difíciles, controvertidos. Llegó a alternar con Martin Heidegger, el gran filósofo aquejado de nazismo, que  quiso conocerlo y a quien abrió su casa. Ya autor de Gallimard, nunca abandonó las bellas ediciones artesanales compuestas a mano por Guy Levis Mano. Jamás pretendió premio y mucho menos lo aceptó, rechazando incluso a su emisario, como ocurrió con Peter Handke. Su poesía voló siempre alto, y siempre se mantuvo en un nivel a la vez fraternal y de las altas cumbres. Camus supo retratarlo así: “Con más de un metro ochenta y cinco, robusto, de dedos de herrero, Char es un menhir, un árbol que no se puede abatir. Tiene la cabeza en las estrellas poéticas y el cuerpo arraigado en su tierra provenzal.

(R. A.)

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