LEDO IVO RODOLFO ALONSO NÉLIDA PIÑÓN 2006 Academia Brasileña Letras Palmas Académicas
La
Academia Brasileña de Letras
ENTREVISTA
A RODOLFO ALONSO
por Marco Lucchesi
(Uno) Su amistad con Brasil es una de las
páginas más expresivas de su biografía. ¿En ella se profundiza su ancestralidad
ibérica, como si Brasil y Argentina reivindicasen un estrecho parentesco, no siempre
declarado?
Como
a todo lo largo de mi vida, las cosas simplemente me ocurren, nunca son fruto
de un plan o de un proyecto. Yo me descubrí profundamente ligado con Brasil
desde que tengo memoria, desde mis primeros años.
La
contagiosa personalidad y diversidad de la vida cultural y social del pueblo
brasileño, la sensualidad expresiva de su lenguaje y de su música, me sedujeron
pronto. De hecho, los primeros poetas que traduje fueron los grandes
modernistas brasileños. Y a pesar de mi innata timidez trabé amistad con Carlos
Drummond de Andrade y Murilo Mendes, que me hicieron llegar sus libros y sus cartas. Y ese fue sólo el
comienzo.
Desde
entonces hasta hoy, traduje y difundí la gran literatura brasileña en castellano.
Y conocí Brasil, invitado a Bahía, Curitiba, Passo Fundo, Brasilia, Belo
Horizonte, Ouro Prêto, Rio. Y experimenté, así. la maravillosa sensación de
sentirme al fin inmerso en ese planeta vivo que es Brasil.
Sólo
mucho más tarde intuí a qué podía deberse acaso todo eso. De padres gallegos e
infancia bilingüe, el primero de los míos nacido en Buenos Aires, si tuve algún
don fue el de lenguas, el de oído. Nunca necesité aprender portugués. Quizá en
mi sangre venían aquellos trovadores que cantaban en galaico-portugués mucho
antes de que existieran las naciones.
En
1984, tras la dictadura, me tocó asistir emocionado al primer encuentro de los
presidentes Sarney y Alfonsín donde se cimentó el Mercosur, reuniendo a
Argentina con Brasil. Tan sólidamente que son ahora motor de la Unasur, entre las nuevas democracias
soberanas de nuestro continente, unidas como nunca y como nunca atentas cada
una a su propia identidad, a su propio camino dentro del destino general, en su
gran mayoría ampliando las libertades constitucionales y los derechos humanos
con la inclusión popular y la justicia social. Me alegra mucho eso.
(Dos) ¿Como primer traductor de Fernando Pessoa
en América Latina, ya daba muestras de cuál iba a ser su carta de navegación?
Deben haber sido,
supongo, mis primeras traducciones de grandes poetas brasileños lo que hizo que,
siendo tan joven, me pidieran seleccionar y traducir a Pessoa cuando aún era
casi desconocido, incluso en Portugal. Ese mismo año me encargaron la poesía
completa de Cesare Pavese. Y una novela de Marguerite Duras. Y al año siguiente
una amplia antología de Ungaretti. Con sólo eso, de entrada, era evidente
(aunque no lo supiera) que mi destino ya estaba fijado. Escribir, y también
traducir poesía. Que muy probablemente es otra forma de escribirla, ¿no?.
(Tres) Otra marca de su trayectoria fue la
revista de vanguardia “Poesía Buenos Aires”. ¿Más allá del gran papel
desempeñaado por el grupo, qué subsiste en su poesía?
Como dije estas cosas me
ocurrieron, jamás me las propuse. Introvertido y tímido, a mitad de la
enseñanza secundaria, la noche antes de cumplir mis 17 años me descubrí
convertido en el más joven de la
revista “Poesía Buenos Aires”. Fueron años fecundos y veloces, de entrega y
crecimiento.
En un clima de humor,
nada solemne, a lo largo de una década 30 números de una revista de vanguardia hecha
por jóvenes unieron creación, traducción y reflexión alrededor de la poesía. Y
se dijo que cambiaron la forma de vivir y escribir poesía, no sólo en la Argentina
sino aún más allá.
Fraternidad y exigencia,
fue lo que sentí me planteaban desde un inicio. Y es lo que siento me acompañó
hasta aquí. Uno era admitido con absoluta libertad, entre bromas y risas, pero
la poesía es una cosa seria.
(Cuatro) Su amistad con Aldo Pellegrini y todo
un régimen de planos y desafíos estéticos que lo llevaría a los poetas franceses
e italianos, ¿permanecen encendidos, como se puede ver en su libro “Defensa de la Poesía”?
Al
mismo tiempo que me integraba en “Poesía Buenos Aires”, fraternicé con los
surrealistas. Entre ellos, Aldo Pellegrini, figura central, pionero del
surrealismo fuera de Europa y en América Latina, fue muy generoso conmigo. Él
me propuso, muy joven, seleccionar y traducir nada menos que a Pessoa y a
Ungaretti.
Pero
el contacto, como experiencia viva, no apenas literaria, con los grandes de la
poesía francesa (especialmente surrealistas) o italiana, junto con lo que bebía
en lengua portuguesa, sobre todo en Brasil pero también en Portugal, surgían
tanto de una como de otra fuente. Y muchas veces eran descubrimientos
personales, que se compartían como una novedad alborozada.
(Cinco) Cito al azar algunos poetas brasileños
que tradujo: Manuel Bandeira, Dante Milano, Cecilia Meireles, Murilo Mendes, Alphonsus
Schmidt, João Cabral, Drummond de Andrade. ¿Su taller de traducción, abierto en
todos esos años, continúa activo para nuestra parte del mundo?
También traduje a João Guimarães
Rosa y a Mário de Andrade (tarea nada fácil). A Machado de Assis y Olavo Bilac.
O a Anibal M. Machado. Y a Clarice Lispector o Vinicius. Y ese manantial no
está cerrado. Todo lo contrario. Editorial Alción me publicó hace poco dos
antologías: “Poesía escogida”, de Drummond, y “La poesía sopla donde quiere”,
de Murilo, en las que cumplo un viejo sueño: reunir todo lo que traduje de cada
uno. Pero Brasil no me abandona. No puede. Y yo tampoco puedo abandonarlo. De
modo que seguiré incurriendo en traducción.
(Seis) Me gustaría oírlo sobre Juan
Gelman, su gran “compañero de viaje”, para usar la expresión cara a Alceu
Amoroso Lima.
Juan Gelman, pocos años
mayor que yo, me acercó su primer libro cuando ya me habían publicado un par de
títulos. Al comienzo no fuimos tan asiduos, nuestras vidas no siempre se
cruzaron. Todo cambió a partir de nuestro reencuentro, a medidos de 1994, en el
caudaloso Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Recuerdo que Juan me
invitó casi secretamente a su hotel, donde me dedicó el bello “Dibaxu”, recién
aparecido. A partir de allí, gracias a su desmedida generosidad, nos
descubrimos muy unidos. Juan era un gran poeta, justamente celebrado, capaz de
seguir jugándose en cada nuevo libro, sin decaer en retórica alguna de sí
mismo. Y, algo tanto más extraordinario, absolutamente exento de cualquier
vanidad y devoto servidor de la poesía (“La Señora”, como solía aludirla.) Y al
mismo tiempo, no menos devoto servidor de la amistad, dueño de una amplia y
fraternal acogida, de una cálida hospitalidad de brazos siempre abiertos.
(Siete) Su obra poética se constituye casi en un
plano goetheano, atento a la filología de la “Weltliteratur”, en sintonía con las lenguas del mundo y de
nuestro tiempo. ¿Cuáles serían sus próximos pasos?
No lo sé. Yo me dejo
llevar. Siempre lo he hecho. Jamás hago proyectos. La poesía me ocurre,
insisto. Y al mismo tiempo estoy siempre rodeado de trabajo. Y trato de ordenar,
para volúmenes colectivos, la totalidad de mis libros de poesía. (Me cuesta
decir “poesía completa”. Me suena a oxímoron.) Ya se han editado tres
volúmenes: uno de Argonauta que reúne mis seis primeros libros, de extrema
juventud: “A favor del viento” (1952-1956), y otros dos de Eduvim: “Lengua
viva” (1968-1993), “El uso de la palabra” (1956-1983). Ese mismo sello
universitario, Eduvim, tiene en prensa el cuarto y por ahora final: “Ser sed”
(1993-2018).
Y aparecieron mis poemas
entonces más recientes: “A flor de labios” (Alción, 2015). Así como se editaron
nuevas traducciones de libros o antologías míos a otras lenguas: tres en
Francia, una en Inglaterra, una más en Brasil, y dos en Galicia.
También aparecieron o se seguirán publicado,
junto con libros propios, nuevas traducciones en Argentina, Chile, México
(Eugenio Montale, Fernando Pessoa, Dino Campana, Jacques Prévert, Sophia de
Mello Breyner Andresen, René Char, Saint-Pol-Roux). Dirijo una colección, “La
Gran Poesía”, para Eduvim (Editorial Universitaria Villa María). Siempre
bilingües, ya salieron siete libros: Baudelaire, Campana, Apollinaire. Emily
Dickinson, Miguel Hernández, poesía medieval italiana (Guinizelli, Cavalcanti,
Angiolieri), un gran Pessoa. El octavo será Saint-Pol-Roux.
Tuve la suerte de ser
editado, en Argentina y en más de una decena de países. Pero muy poco en la
España posmoderna, nada en Portugal, y por segunda vez en mi amado Brasil. Penalux
lanzó mis “Poemas pendientes”, con conmovedora introducción de mi viejo y
querido amigo Lêdo Ivo, y espléndidamente traducido por Anderson Braga Horta.
Pero sólo debería dar
las gracias. Busquemos primero ser dignos del don de la poesía, y todo lo demás
nos será dado por añadidura..
Publicada originalmente en portugués en el nº 77 de
la “Revista Brasileira”
de la
Academia Brasileña
de Letras, Rio de Janeiro, diciembre de 2013, pgs. 9
a 13.
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