UN ESCRITOR MADURO Y
JOVEN
Por Rodolfo Alonso
1
Aunque resulte difícil asociar
juventud y madurez, Fernando Vega (1986) convive felizmente con ambas. Y su
primera novela, de tan logrado título: Un
cielo inhóspito (Croquis, 2012), lo demuestra cabalmente. Dueño de una
sorprendente seguridad --casi instintiva-- en cuanto a la estructura y a la
escritura de la narración, tanto como a sus matices de tiempo y de lugar, el
autor es capaz también de detenerse, de reflexionar y madurar. En aquella
entrañable opera prima, que es ya una realidad y presagia un futuro, los
lectores exigentes pueden internarse sin vacilaciones. No sólo se concreta un
logro literario. También se evidencia algo más, algo tan reparador como
auspicioso: nuestros adolescentes siguen viviendo los dolores y las alegrías
del amor, ese sentimiento que la sociedad del espectáculo intentó borrarles. No
es poca fortuna. Tanta como que siga habiendo novelas de iniciación, bildungsroman,
retablos de esos atisbos de la vida adulta en que alguien que deja la infancia
comienza a enfrentarse consigo mismo y con el mundo. Como lo certificó,
insisto, Un cielo inhóspito.
6
“Narrar es como nadar”, afirma
lúcidamente Cesare Pavese. Y es que un verdadero escritor también debe
desplazarse en su elemento, el lenguaje, como el nadador en el agua: creando
con su propio cuerpo un ritmo orgánico entre ambos, una respiración, un aliento
vivo, una cadencia. No hay muchos autores hoy que, como Fernando Vega, tengan
conciencia implícita de una verdad fundamental: la literatura es un arte del
lenguaje. Y como tal nos demanda exigencia y devoción, entrega y vigilancia,
inteligencia y corazón sí, pero sobre todo belleza. Una belleza que surja del
fluir narrativo al mismo tiempo que lo constituye. Como ya demostró cabalmente
su primera novela, Fernando Vega es capaz de un lenguaje encarnado, palabras
tocantes donde la acción se respira como aroma de flor y el sentimiento nos
seduce con el acorde de sus hechos. Así lo evidencia plenamente su reciente
primer libro de cuentos: Líbranos del mal
(Mil Botellas, 2017).
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