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31.5.12
Vida y pasión de Alfonsina
23.5.12
Rodolfo Alonso en Rosario
Bajo el lema “La poesía es una manera de vivir”, Rodolfo Alonso expondrá el viernes 15 de junio, a las 19,30, en el Teatro El Círculo, Laprida 1223, Rosario, sobre su reconocida experiencia como poeta, traductor y ensayista. Concluirá con una lectura de sus poemas.
Entrada libre y gratuita.
La editorial Ciudad Gótica, de Rosario, tiene en prensa una nueva antología de Rodolfo Alonso: “Poesía inmediata”.
La editorial Ciudad Gótica, de Rosario, tiene en prensa una nueva antología de Rodolfo Alonso: “Poesía inmediata”.
RODOLFO ALONSO. Poeta, traductor y ensayista argentino. Es voz reconocida de la poesía latinoamericana. Fue el más joven de la revista “Poesía Buenos Aires”. Publicó más de 30 libros. Primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Tradujo a Pavese, Ungaretti, Éluard, Marguerite Duras, Montale, Drummond de Andrade, Prévert, Dino Campana, Artaud, Apollinaire, Pasolini, Baudelaire, Murilo Mendes, Bandeira, Rosalía de Castro, Valéry, Olavo Bilac, Mallarmé, André Breton, Lêdo Ivo, Schehadé, etc. Fue editado en Argentina, Bélgica, Colombia, España, México, Venezuela, Francia, Brasil, Italia, Cuba, Chile. Premiado en Argentina, España, Venezuela, Brasil, Colombia, EEUU.
Dijo el gran poeta brasileño Lêdo Ivo: “La evaluación del largo trayecto recorrido por Rodolfo Alonso en medio siglo conduce al lector a establecer la abolición del escenario histórico y cronológico, para que el trabajo poético de uno de los mayores poetas argentinos (y latinoamericanos) de nuestro tiempo pueda dejarse ver en toda su nitidez y en todo su misterio. En su condición de traductor o mejor, de Príncipe de los Traductores, que promovió la travesía lingüística de tantos nombres contundentes o eméritos participa, como co-autor o co-creador, de un proceso en que el trasplante de poemas extranjeros a su lengua corresponde a una verdadera recreación. Él les confiere una nueva respiración; un nuevo secreto. Les transfiere esa respiración viva y alentadora que sustenta sus propios versos.”
14.5.12
La voz gallega de Juanele
Ñ.22 LITERATURA
Opinión
La voz gallega de Juanele
Rodolfo Alonso recuerda aquí un poema
donde el maestro Juan L. Ortiz
trabajó con la lengua de Galicia.
Si hubo una personalidad absolutamente original en la poesía argentina del siglo XX, fue sin duda la de Juan L. Ortiz (1896-1978). Afincado en su natal provincia de Entre Ríos, a la que literalmente abrazan dos grandes corrientes fluviales, el Paraná y el Uruguay, en su larga vida no salió de allí, salvo para alguna fugaz estadía en Buenos Aires y una inolvidable visita a su amada China.
Originalmente simbolista y libertario, sin perder mucho de ambas vertientes su vida y su poesía, que eran la misma cosa, fueron derivando luego, con mansedumbre y fortaleza, como las aguas pardas del gran río que siempre lo acunó, al mismo tiempo a un panteísmo casi budista y a una visión de la experiencia comunista que se convertía más bien en una comunión universal, donde los hombres no sólo se reconciliaban entre sí sino también con la naturaleza, los animales, las plantas, los árboles y el cosmos.
Pero todo eso supo hacerlo con una escritura profundamente original, no sólo por la minúscula tipografía en que decidió dactilografiarla y publicarla (siempre en sus propias impresiones artesanales, que nada tuvieron que ver con el comercio ni la industria editorial), sino también por su tratamiento del lenguaje y del silencio, por los tics y las alusiones, por el discurrir cada vez más fluyente y más vasto de un gran poema creciente, que no sólo lo aludiera sino que llegara a ser el río. Su río, el caudaloso Paraná. En ese transcurso, que en su espontáneo apartamiento provinciano dejó también olímpicamente de lado los premios, las comidillas, las astucias y cualquier ingrediente para otros habitual de la mal llamada “vida literaria”, a mediados de los años cincuenta tuvo la suerte de ser descubierto y comenzar a ser reconocido por algunos jóvenes poetas y escritores, que empezaron a crearle el atisbo de un renombre que luego iría creciendo poco a poco. Yo fui uno de ellos y, puedo asegurarlo, nunca olvidaré el profundo impacto que entonces me causó ver que una idea a la vez exigente y límpida de la poesía, con la cual soñaba nuestra adolescencia, había podido llegar a ser ejercida en una existencia concreta.
Pero no fue la única sorpresa que iba a darme Juan L. Ortiz. Cuando la Universidad Nacional del Litoral decidió reunir en un monumental volumen de más de 1.100 páginas su Obra Completa (Santa Fe, 1996), descubrí en un momento con asombro que en uno de sus poemas, tan originales, aparecía reiteradamente vivo y fluido, enhebrado con su castellano más que personal, el luminoso idioma de Galicia, de la cual nunca le oí hablar y con la cual nunca supe que hubiera tenido alguna relación, que ahora se me hace evidente. Se trata del que tituló “Pasó a través de la noche...” y, en su bello texto, obviamente como consecuencia del contacto con una “mujer o niña”, resplandece de nuevo aquella misma lengua gallega en la cual cantaron hace siglos los indelebles trovadores galaico-portugueses.
La lengua de la tierra
Se interroga allí Ortiz, a poco de empezar: “y de dónde esos ojos? / Venían, ciertamente, de las ‘veigas’ que los vieron / mojar sombras de ‘paxariños’, / allá, / y abrirles otras ‘follas’ al rocío, / allá / entre pestañas de ‘herbiñas’?”. Y el poema continúa luego desarrollándose con intensa levedad, con delicada hondura. Y a nosotros que tanto lo admiramos, y especialmente a mí, que soy hijo de gallegos y de infancia bilingüe, me quedará para siempre como dolorosa demanda sin respuesta el no haber sabido preguntarle a tiempo cómo se había gestado este milagro, de poesía y de vida, que tan naturalmente se incluye en el fluir de su palabra entrañable y que permanece sin duda como obra de arte absolutamente lograda pero también, ¿por qué no?, e incluso más allá de nosotros, como un implícito y bien cuajado homenaje a ese inmemorial instrumento de poesía que fue siempre la lengua de Galicia, la misma que su pueblo supo mantener viva y en ejercicio, a lo largo de siglos, contra toda opresión y toda injuria, para que comenzara a renacer otra vez a partir de Rosalía de Castro.
Me resulta profundamente conmovedor, no sólo el tono, la densidad, el timbre con que esos diminutivos y esas eñes tan constitutivas, orgánicas de la lengua gallega se incorporan, natural, íntimamente, con el peculiar castellano del gran poeta sino, también, la no menos sutil (y para mí previamente inimaginable) calidad con que además conviven allí esas aguas, ese verdín, esas algas, ese “mojar sombras” que tan nítida y tan honradamente se integran con los mitos y símbolos que tan bien representan, como bella metáfora, la belleza húmeda y verde de la tierra gallega, mojada por el mar y las cien lluvias.
Publicado en Ñ Revista de Cultura nº 448, el sàbado 28 de abril de 2012
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