30.6.13

POEMAS PENDIENTES - RODOLFO ALONSO (Alción - Córdoba)






La vida es el espacio donde la poesía de Rodolfo Alonso tiene lugar. "Tú confirmas la vida con tu voz" escribió en su primer libro. La vida confirmada en la voz es para Alonso la voz poética. "La gran vida" es el título de un poema de su segundo libro. La gran vida es para Alonso esa suplementariedad, esa exageración de lo vivido que se halla en los hechos transfigurados en el poema. "La vida no da más de lo que se le pide" escribió en el tercero. Y lo que Rodolfo Alonso le pide a la vida es el poema. Escribió otro libro llamado Señora Vida y tituló su antología española de 1952 a 2008: La vida entera. No me parece un lugar común ni una casualidad. La noción de vida lleva el poema de Alonso al acontecimiento. Aquello que acontece, lo que está pendiente del tiempo, se transforma, por vía poética, en un acontecimiento. Por eso su poesía produce un curioso efecto: los poemas parecen a la vez un artefacto, es decir, un objeto más agregado al mundo donde el artificio es ostensible -es decir, se halla alejado de la vida- y a la vez tienen el aire casual de aquello que simula un jirón del mundo, un fragmento dicho al pasar, como si fuera un diario -lo periódico, la circunstancia elevada a una categoría epifánica-. La vida es lo que acontece y como tal se transforma en una presencia insoslayable que el poeta, de pronto, ve. Allí donde la historia ejecuta, el poema, en tanto posterioridad, no situado en la actualidad sino en el "después" que se vuelve el "aún" ("Auschwitz, aún"), allí el poema redime en su decir los hechos traumáticos. Lo hace como una traducción de la vida en epifanía, palabra encontrada, recién hecha, común y al mismo tiempo atesorada: tesoro pendiente, don pendiente de ser descubierto al abrir como por azar un libro de poemas, cualquier página de Poemas pendientes, poemas que dependen de nosotros mismos para ser de nuevo, como una tarea en común. Por eso ante la poesía pendiente, como Alonso predica de Arlt, hay que ocuparse. "Ocúpense de la poesía", dice Rodolfo Alonso: es decir, ocupémonos de nosotros mismos. 

© LA GACETA





24.6.13

Ejercicio

Viernes 31 de mayo de 2013 | Publicado en edición impresa
Línea & letra / Poesía interpretada por Pablo Bernasconi





Ejercicio


Hacia un pueblo de retaguardia
Marchaban cuatro artilleros
Estaban cubiertos de polvo
De la cabeza a los pies
Miraban la vasta llanura
Hablando sobre el pasado
Y no se volvían sino apenas
Cuando tosía un obús
Clase dieciséis los cuatro
De ayer hablaban no mañana
Así alargaban la ascesis
Que ejercitaba en morir
De El mundo de Guillaume Apollinaire
Traducción de Rodolfo Alonso, Centro Editor de América Latina.
Roma, 1880 - París, 1918 Con el poema "Zona", el primero de su libro Alcoholes (1913), Apollinaire inauguró una visión poética contemporánea. Luego, en Caligramas (1918), convirtió la palabra en dibujo. Fue también un combativo crítico de arte, cuyas ideas están reunidas en el libro Los pintores cubistas..





4.6.13

Los Poemas, antología bilingüe del gran poeta franco-libanés Georges Schehadé




Georges Schehadé



Hilos editora presenta Los Poemas, antología bilingüe del gran poeta franco-libanés Georges Schehadé, con  selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso.







Se referirá a la obra el escritor Mario Sampaolesi.
Tras una introducción, Rodolfo Alonso leerá poemas en su versión castellana, y Dolores Etchecopar cada original en francés.


La cita es el martes 18 de junio, a las 19, en la sede central deAlianza Francesa, Córdoba 936, CABA, sala Mediateca.




Gauguin, el deslumbrado

                                                  Por Rodolfo Alonso*









Hace poco se cumplieron, inadvertidamente, ciento diez años de su muerte, ocurrida en Atuona, islas Marquesas, en 1903. Era el final de una prolongada travesía, de un destino que acaso nadie podía prever cuando nació en París, como Eugène Henri Paul Gauguin, un 7 de junio del fatídico 1848. Porque algunas décadas después, el que eligió llamarse, simplemente, nada menos que Paul Gauguin descubrió que quería volver a la inocencia del salvaje, limpiarse de las llagas de la civilización, quería recuperar sus facultades, sus sentidos adormilados lejos de la naturaleza, quería evadirse del cinismo y de la mojigatería, quería ver, volver a ver, hacernos ver.

“¿Qué puedo decir a todos estos cocoteros?”, afirma claramente en su veraz Diario íntimo. Y más adelante: “Debemos tenerlo todo. No puedo conquistarlo todo, pero quiero hacerlo. Permitidme recobrar aliento y gritar una vez más, ¡Gástate, gástate nuevamente! ¡Corre hasta quedar sin aliento y morir locamente! Prudencia..., ¡cómo me aburres con tus interminables bostezos!”
El, francés de París, honesto corredor de Bolsa, estimado por sus superiores, casado con una austera luterana, padre de varios hijos, iba a dejarlo todo. Todo, por completo. (“Quiero ir con los salvajes”, dijo a su amigo, el pintor Georges Daniel de Monfreid, con cuyo respaldo siempre contó.) ¿Qué influencia no habrán tenido en ello su admirada abuela anarquista, Flora Tristán, o su infancia asombrada en la para él exótica Lima, “ese delicioso país donde nunca llueve”, o la muerte de su padre, Clovis Gauguin, que sufrió un colapso cuando desembarcó en Puerto Hambre, sobre el Estrecho de Magallanes, según denunció su hijo Paul, a consecuencia de la afrenta de un capitán?
Imagino, a la vez, lo difícil que habrá sido ser hijo de Paul Gauguin. Quizá por eso, uno de ellos, Émile, llegó a afirmar, refiriéndose al aire de leyenda con que se rodeó a su padre: “Es un lindo cuento. Es una pena contradecirlo. Pero, ¡ay!, no es verdad”.
Lo cierto es que Paul Gauguin, que por algo se diría descendiente, por línea materna, “de un Borgia de Aragón, virrey del Perú”, dejó Francia un día hacia Tahití para convertirse en un mito: el pintor de las islas y de las gentes maoríes, el visionario del color en vivo, ese rebelde irreparable que percibió en forma tan clara el genial dramaturgo sueco August Strindberg, al contestar negativamente la carta donde el pintor le pedía un prólogo: “¿Qué es él, pues? Es Gauguin, el salvaje, que odia a una civilización sollozante, una especie de titán que, celoso del Creador, hace en sus horas de ocio su propia pequeña creación; la criatura que despedaza sus juguetes para hacer otros con ellos, que abjura y desafía, prefiriendo ver los cielos rojos antes que verlos azules con la multitud”.
Pero “las islas pierden al hombre”, como bien lo cantó el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. Ni Tahití (donde vive tras su primer y segundo viajes), ni las Marquesas (adonde se establece definitivamente, por tercera vez, en su Casa de Placer) eran ya el Paraíso Perdido. Ahí habían llegado también los gendarmes, los funcionarios, la prepotencia, la desidia, la injusticia, el prejuicio, la torpeza, la ignorancia, para cebarse en los restos de la maravillosa raza vencida (“Una excelsa moralidad, como se ve”, protesta Gauguin, en un largo escrito, ante inspectores de paso). Además, no es fácil dejar atrás años y años, siglos y siglos, de familia y de historia, de costumbres y manías, que pesan sobre los hombros y en el corazón. Todo eso trae angustia, dolor, desazón. Pero horas de segura, precisa exaltación, y de fecunda labor creadora llegarían, también.
“Como veis, mi vida ha estado llena de altibajos y agitaciones. En mí hay muchas mezclas extrañas. Un rudo marino: ¡así sea! Pero también hay raza allí, o más bien dos razas.” Quizá por eso, su arte es también el canto final por una raza pura, noble, fuerte, generosa e infeliz, que fue sentenciada a perecer: la maorí. Pero, ¿por qué no también un símbolo de nuestra propia civilización? ¿Y aun de las que la precedieron y de las que vendrán?
Como lo prueban sus cuadros, su diario, sus libros (especialmente el bellísimo, inefable Noa noa, donde se refleja el deslumbramiento experimentado al descubrir Tahití), todos esos mensajes dirigidos al mundo que había rechazado, abandonándolo, Paul Gauguin quizá no haya logrado desgajarse nunca del todo. (Por otra parte, y como suele ocurrir, ¿no estarían muchos de los males que maldecía dentro de sí mismo, como esos “sutiles y finísimos venenos” de que nos habla Juan L. Ortiz?) De alguna manera, Gauguin seguía recordando a sus semejantes “civilizados”, de alguna manera pintaba y escribía para ellos, quejándose y hasta despreciándolos, sí, pero también pensando en volver.
Monfreid, el amigo fiel, disuadió al parecer a Gauguin de regresar de las Marquesas en sus últimos días, cuando la enfermedad y el atropello (acababan de condenarlo por defender a un maorí contra un gendarme inicuo) culminaban su tarea. “Ya no pintaré más...”, llegó a afirmar entonces, “la pintura ya no puede hacerme vivir”. “¡Padre mío!”, exclamó, “aleja de mí este cáliz”.
Y Victor Segalen, que pudo asistir al miserable remate de los pocos bienes y las muchas obras de arte dejadas por Gauguin después de su muerte, al descubrir el insólito tema del último cuadro, sin firmar aún, casi inconcluso, que pudo adquirir en la irrisoria suma de siete francos, expresaba su asombro con estas palabras: “¿Era esto lo que el pintor moribundo recreaba con nostalgia? Bajo los soles de todos los días, el animador de los dioses cálidos veía un pueblito bretón bajo la nieve...”
Porque algo había ido cambiando en él, definitivamente. Y algo había hecho cambiar también, él, en sus semejantes. Sus cuadros contenían la gracia subyugante y candorosa que deseara, sus colores hablaban hondo, en alta voz. Y hasta sus escritos, sus palabras de pintor, iban derecho al corazón. Allí, en toda esa belleza, estaba infusa la magia, la pasión, el encanto, la vida palpitante que había querido aferrar y poseer.
Paul Gauguin iba a llegar por fin a ser él mismo, indeleble en su pintura indeleble, a costa de sí mismo, saliendo de la leyenda y haciéndose arte activo, imperecedero y para todos. Porque, como él fue capaz de expresar con lúcida certeza: “...Hay muchas cosas que decir, y deben ser dichas”.
* Poeta, traductor y ensayista argentino.



3.6.13

Ejercicio























Viernes 31 de mayo de 2013 | Publicado en edición impresa
Línea & letra / Poesía interpretada por Pablo Bernasconi

Ejercicio


Hacia un pueblo de retaguardia
Marchaban cuatro artilleros
Estaban cubiertos de polvo
De la cabeza a los pies
Miraban la vasta llanura
Hablando sobre el pasado
Y no se volvían sino apenas
Cuando tosía un obús
Clase dieciséis los cuatro
De ayer hablaban no mañana
Así alargaban la ascesis
Que ejercitaba en morir
De El mundo de Guillaume Apollinaire
Traducción de Rodolfo Alonso, Centro Editor de América Latina.


Roma, 1880 - París, 1918 Con el poema "Zona", el primero de su libro Alcoholes (1913), Apollinaire inauguró una visión poética contemporánea. Luego, en Caligramas (1918), convirtió la palabra en dibujo. Fue también un combativo crítico de arte, cuyas ideas están reunidas en el libro Los pintores cubistas..


Feliz zambullida a la poesía



Martes, 28 de mayo de 2013
Rodolfo Alonso, director de la nueva colección La Gran Poesía


El poeta y editor habla de la Editorial Universitaria Villa María, que abre su colección con antologías de Charles Baudelaire y Dino Campana: “Tenemos las mayores ambiciones y las mayores exigencias, tanto como conciencia de nuestras limitaciones”.

La lengua de la memoria se suelta. “Parece mentira”, dice el poeta Rodolfo Alonso, director de la nueva colección La Gran Poesía, editada por Eduvim, que presenta dos antologías bilingües: Mi bella tenebrosa, de Charles Baudelaire, y Cantos órficos, de Dino Campana, el próximo miércoles en la Biblioteca Nacional, junto con Daniel Freidemberg y Cristina Banegas. “Todo empezó en México, a comienzos de mayo de 2012, y ya tenemos los dos primeros títulos”, celebra. “Yo estaba en Xalapa, presentando mis Poemas pendientes, editados por la Universidad Veracruzana, y la poesía completa de Juan Gelman.” Entonces conoció a Carlos Gazzera, director de la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim), un sello que es como “la Eudeba del interior”. Gazzera le propuso el proyecto y el poeta no dudó. “Acepté de inmediato. ¡Si era un sueño cumplido!”, reconoce Alonso. El destino manifiesto de esta colección es “la resurrección de obras y autores tan esenciales como ninguneados, casi desaparecidos”. “Los lectores de hoy se merecen conocer a los grandes maestros de la poesía moderna y de la alta vanguardia. No acepto que la oprimente sociedad del espectáculo logre implantar aquel lúcido aserto de Discépolo en su premonitorio tango ‘Cambalache’, de 1935: ‘¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!’.”
Alonso fue el más joven de Poesía Buenos Aires, revista de creación, reflexión y traducción. “Alrededor de los 22, Edgar Bayley me propone los ensayos de Pavese, que traduje con Hugo Gola. Después, Aldo Pellegrini me invita a traducir Pessoa, por primera vez en América latina y primera de los heterónimos en castellano. Casi a la vez, Aldo me encarga una gran antología de Ungaretti, y Lautaro, la poesía completa de Pavese. En el ’66, un joven alemán, Klaus Vervuert, se presentó en casa para que traduzcamos juntos poesía alemana de posguerra. Fuimos de los primeros con poemas de Paul Celan. Y, siempre para mi asombro, todo eso fue sólo el comienzo”, subraya el poeta, traductor y editor en diálogo con Página/12.

–¿Por qué decidió empezar la colección con Baudelaire y Dino Campana?

–Mi bella tenebrosa, antología esencial de Charles Baudelaire, porque es el padre de la poesía moderna. Y el primer “poeta maldito”, una persona excepcional. Las flores del mal o sus Pequeños poemas en prosa son dos obras maestras. Pero como crítico agudo, incluso en arte fue pionero. Y como traductor, primero en hacerlo con (Edgar Allan) Poe, ese norteamericano de quien desciende la poesía europea moderna, de Baudelaire a Mallarmé. Cantos órficos, antología del único libro homónimo que editó Dino Campana, porque es otra gran figura de alta dimensión, también poeta maldito pero mucho más aislado, menos percibido. Autor de ese solo libro, de increíble originalidad y resonancia, vivió y murió en hospicios. Y estuvo en Argentina, en La Pampa. Y le dejó huellas tan hondas que no sólo aparecen explícitas en varios poemas, sino que fueron su blasón, el lema que orientó toda su obra.

–¿Cuáles serán los títulos que se lanzarán durante este año? 

–La razón ardiente, antología esencial de Guillaume Apollinaire, otro poeta extraordinario; Dentro-de luz, casi un inédito de Miguel Hernández; y otra antología: La asesina rubia, de Emily Dickinson, en versión de Raúl Gustavo Aguirre. Seguirán Lluvia oblicua, dos tomos de poesía portuguesa del siglo XIX al XX; Airiños, airiños aires, antología de Rosalía de Castro; Poesía francesa moderna, otra versión de Aguirre; todo lo que queda de Safo de Lebos, traducida por Oscar Andrieu; Cartas sobre la Poesía, de Mallarmé; España, aparta de mí este cáliz, del gran peruano universal César Vallejo; Los textos fundamentales de la poesía moderna, de Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud. Haré lo imposible por reeditar a Ricardo E. Molinari, ausencia escandalosa e injusta. Y la célebre antología de René Char que logró Aguirre.

–¿Qué poetas le parecen ineludibles cuando hablamos de poesía universal? 

–Imaginarse capacitado para abarcar toda la gran poesía universal, más que utopía es delirio. No sólo por sus dominios y alcances, infinitos en tiempo o espacio. Sino por nuestros condicionamientos concretos: especialistas, antólogos, críticos, traductores y hasta textos efectivamente disponibles. Aun así, tenemos las mayores ambiciones y las mayores exigencias, tanto como conciencia de nuestras limitaciones. Yo asumo el riesgo. Y la dicha de encararlo. Precisamente en la época que nos toca vivir, controlados y regidos por la tecnolatría, por el ruido universal y ubicuo, por la dictadura del mercado y la marea abrumadora de banalidad globalizada. Como predijo Baudelaire, la poesía “se hace negación de la iniquidad”.

–Algunos dicen que Eduvim es como “la Eudeba del interior”. ¿Qué opina usted?

–El catálogo más que respetable de Eduvim, sello editorial de la Universidad Nacional de Villa María, hace que se aluda a ella como “la Eudeba del interior”. O sea, una gran editorial universitaria, de amplios criterios humanistas y sin fines de lucro, con vocación de servicio y que no sólo aspira –ya lo está haciendo– a cubrir desde Córdoba el país entero, sin olvidar la capital, sino extenderse mucho más allá, sobre todo a través de redes interuniversitarias regionales. Formar parte de ese proyecto con una colección dedicada exclusivamente a La Gran Poesía es una alegría y un honor. Que asumo como un compromiso personal. Con sagrado respeto por la “gloria de la lengua”, como bien dijo Dante. Y con la máxima calidad, no sólo en su factura, sino en la forma de hacerla realmente pública, en ponerla al alcance. Como nunca debió dejar de ser.
* La Gran Poesía se presenta mañana a las 19 en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502).
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El lenguaje otro, el mismo




Domingo 19 de Mayo de 2013


* La poesía es otro lenguaje dentro del mismo lenguaje.

* La poesía es el lenguaje mismo. O, como dijo alguien muy sabio, el mismo lenguaje es poesía.

* La poesía es un lenguaje otro, aunque no otro lenguaje.

* Hölderlin lo sabía. Y también Paul Celan. Pero no sólo ellos.

* Cualquier niño lo sabe. Cualquiera es el lenguaje.

* No hablamos otra lengua. La lengua es quien nos habla. La lengua habla por nos. En nos.

* Por lo menos, tanto como la hablamos.

* La poesía es el niño del lenguaje. Y también su madurez. (Pero no uno u otro.)

* Y hasta su sinrazón. Su loca salud.

* Surgimos desde una antigua oralidad: la bárbaramente bella y primitiva de los padres fundadores, de los originarios primitivos. El lenguaje nos crea.

* Hombres de palabra articulada, definió Homero a sus griegos. Hombres de palabra, se llamaron a sí mismos nuestros antepasados, nuestros campesinos, nuestros paisanos. Gente de pocas palabras, más bien parcos, pero que cuando hablaban lo hacían justamente por eso en un marco de silencio, que valorizaba su decir, irradiante por escaso, sin verborragia y sin grandilocuencia.

* ¿Y nos veremos sucumbir ahora junto con los cada vez más escasos jirones de una oralidad diezmada, asolada por la tecnocracia? ¿El lenguaje nos fue?

* Colonizados por el ruido, universal y ubicuo, ¿qué gran poesía podría llegar a haber, si no hay Silencio?

* El paladar es nuestro órgano. Allí la voz nos hace. La voz nos iza.

* La única voz. La voz de todo. La lengua única y múltiple, de cada uno y general, íntima y pública.

* Considero un honor haber sido capaz de advertir, hace no poco tiempo, que fue uno de los más discretos y exigentes poetas argentinos, Carlos Mastronardi, quien supo percibir con nitidez esta sincera, humildísima pero ineludible verdad: "Todo es traducible, excepto el lenguaje."

* Me ratifico entonces en lo que yo mismo había supuesto con anterioridad. Cuanto más fácilmente traducible a otra lengua distinta resulta un poema, ¿no estará demostrando palmariamente con ello una mayor carencia en relación con su propio lenguaje?

* No usamos el lenguaje. Somos lenguaje.

© LA GACETA

Rodolfo Alonso - Poeta, traductor y ensayista.


Feliz zambullida a la poesía








Martes, 28 de mayo de 2013
Rodolfo Alonso, director de la nueva colección La Gran Poesía


El poeta y editor habla de la Editorial Universitaria Villa María, que abre su colección con antologías de Charles Baudelaire y Dino Campana: “Tenemos las mayores ambiciones y las mayores exigencias, tanto como conciencia de nuestras limitaciones”.

La lengua de la memoria se suelta. “Parece mentira”, dice el poeta Rodolfo Alonso, director de la nueva colección La Gran Poesía, editada por Eduvim, que presenta dos antologías bilingües: Mi bella tenebrosa, de Charles Baudelaire, y Cantos órficos, de Dino Campana, el próximo miércoles en la Biblioteca Nacional, junto con Daniel Freidemberg y Cristina Banegas. “Todo empezó en México, a comienzos de mayo de 2012, y ya tenemos los dos primeros títulos”, celebra. “Yo estaba en Xalapa, presentando mis Poemas pendientes, editados por la Universidad Veracruzana, y la poesía completa de Juan Gelman.” Entonces conoció a Carlos Gazzera, director de la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim), un sello que es como “la Eudeba del interior”. Gazzera le propuso el proyecto y el poeta no dudó. “Acepté de inmediato. ¡Si era un sueño cumplido!”, reconoce Alonso. El destino manifiesto de esta colección es “la resurrección de obras y autores tan esenciales como ninguneados, casi desaparecidos”. “Los lectores de hoy se merecen conocer a los grandes maestros de la poesía moderna y de la alta vanguardia. No acepto que la oprimente sociedad del espectáculo logre implantar aquel lúcido aserto de Discépolo en su premonitorio tango ‘Cambalache’, de 1935: ‘¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!’.”
Alonso fue el más joven de Poesía Buenos Aires, revista de creación, reflexión y traducción. “Alrededor de los 22, Edgar Bayley me propone los ensayos de Pavese, que traduje con Hugo Gola. Después, Aldo Pellegrini me invita a traducir Pessoa, por primera vez en América latina y primera de los heterónimos en castellano. Casi a la vez, Aldo me encarga una gran antología de Ungaretti, y Lautaro, la poesía completa de Pavese. En el ’66, un joven alemán, Klaus Vervuert, se presentó en casa para que traduzcamos juntos poesía alemana de posguerra. Fuimos de los primeros con poemas de Paul Celan. Y, siempre para mi asombro, todo eso fue sólo el comienzo”, subraya el poeta, traductor y editor en diálogo con Página/12.

–¿Por qué decidió empezar la colección con Baudelaire y Dino Campana?

–Mi bella tenebrosa, antología esencial de Charles Baudelaire, porque es el padre de la poesía moderna. Y el primer “poeta maldito”, una persona excepcional. Las flores del mal o sus Pequeños poemas en prosa son dos obras maestras. Pero como crítico agudo, incluso en arte fue pionero. Y como traductor, primero en hacerlo con (Edgar Allan) Poe, ese norteamericano de quien desciende la poesía europea moderna, de Baudelaire a Mallarmé. Cantos órficos, antología del único libro homónimo que editó Dino Campana, porque es otra gran figura de alta dimensión, también poeta maldito pero mucho más aislado, menos percibido. Autor de ese solo libro, de increíble originalidad y resonancia, vivió y murió en hospicios. Y estuvo en Argentina, en La Pampa. Y le dejó huellas tan hondas que no sólo aparecen explícitas en varios poemas, sino que fueron su blasón, el lema que orientó toda su obra.

–¿Cuáles serán los títulos que se lanzarán durante este año? 

–La razón ardiente, antología esencial de Guillaume Apollinaire, otro poeta extraordinario; Dentro-de luz, casi un inédito de Miguel Hernández; y otra antología: La asesina rubia, de Emily Dickinson, en versión de Raúl Gustavo Aguirre. Seguirán Lluvia oblicua, dos tomos de poesía portuguesa del siglo XIX al XX; Airiños, airiños aires, antología de Rosalía de Castro; Poesía francesa moderna, otra versión de Aguirre; todo lo que queda de Safo de Lebos, traducida por Oscar Andrieu; Cartas sobre la Poesía, de Mallarmé; España, aparta de mí este cáliz, del gran peruano universal César Vallejo; Los textos fundamentales de la poesía moderna, de Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud. Haré lo imposible por reeditar a Ricardo E. Molinari, ausencia escandalosa e injusta. Y la célebre antología de René Char que logró Aguirre.

–¿Qué poetas le parecen ineludibles cuando hablamos de poesía universal? 

–Imaginarse capacitado para abarcar toda la gran poesía universal, más que utopía es delirio. No sólo por sus dominios y alcances, infinitos en tiempo o espacio. Sino por nuestros condicionamientos concretos: especialistas, antólogos, críticos, traductores y hasta textos efectivamente disponibles. Aun así, tenemos las mayores ambiciones y las mayores exigencias, tanto como conciencia de nuestras limitaciones. Yo asumo el riesgo. Y la dicha de encararlo. Precisamente en la época que nos toca vivir, controlados y regidos por la tecnolatría, por el ruido universal y ubicuo, por la dictadura del mercado y la marea abrumadora de banalidad globalizada. Como predijo Baudelaire, la poesía “se hace negación de la iniquidad”.

–Algunos dicen que Eduvim es como “la Eudeba del interior”. ¿Qué opina usted?

–El catálogo más que respetable de Eduvim, sello editorial de la Universidad Nacional de Villa María, hace que se aluda a ella como “la Eudeba del interior”. O sea, una gran editorial universitaria, de amplios criterios humanistas y sin fines de lucro, con vocación de servicio y que no sólo aspira –ya lo está haciendo– a cubrir desde Córdoba el país entero, sin olvidar la capital, sino extenderse mucho más allá, sobre todo a través de redes interuniversitarias regionales. Formar parte de ese proyecto con una colección dedicada exclusivamente a La Gran Poesía es una alegría y un honor. Que asumo como un compromiso personal. Con sagrado respeto por la “gloria de la lengua”, como bien dijo Dante. Y con la máxima calidad, no sólo en su factura, sino en la forma de hacerla realmente pública, en ponerla al alcance. Como nunca debió dejar de ser.
* La Gran Poesía se presenta mañana a las 19 en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502).
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